Dueño de un Solo Clavo
Un hombre quería vender su casa en Haití por dos mil dólares. Otro hombre quería comprarla; pero, ya que era pobre, no podía pagar el precio completo. Después de algunas negociaciones, el vendedor estuvo de acuerdo en vender la casa a mitad de precio, con una simple condición: él continuaría siendo el propietario de un clavo pequeño que sobresalía de la puerta de la entrada. Pasaron varios años. El dueño antiguo quería readquirir la casa, pero el nuevo dueño no quería venderla. El primer dueño encontró la carne descompuesta de un perro muerto, y la colgó en el clavo que todavía era suyo. Poco tiempo después, la casa estuvo en venta.
—En “Solamente un Clavo” (2008), De Casa a Casa, 13[3]:4.