El Mandamiento a Disciplinar
Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros (2 Tesalonicenses 3:6).
Muchas cosas en la iglesia del Señor son opcionales. La decisión de reunirse los miércoles o los jueves en la noche es completamente opcional. La decisión de participar de la Cena del Señor antes del sermón o después del sermón es un asunto opcional—siempre y cuando se realice el primer día de la semana. Ningún mandamiento bíblico enseña a las congregaciones cuántos himnos se debe cantar el domingo en la mañana o cuántas oraciones se debe dirigir en los servicios. En Su infinita sabiduría, Dios ha considerado apropiado dejar algunas cosas a la discreción de la congregación individual y la opinión de los ancianos.
Sin embargo, otras cosas no son opcionales. En algunos asuntos, Dios ha dado mandamientos específicos de lo que quiere que se haga o no. Es un mandamiento que la congregación se reúna para participar de la Cena del Señor y recordar la muerte de Cristo (1 Corintios 11:23-26). Es un mandamiento que los miembros de la iglesia de Cristo adoren al cantar y alabar en sus corazones a Dios (Efesios 5:19). Es un mandamiento que la iglesia del Señor tenga solamente predicadores varones en sus púlpitos (1 Timoteo 2:12). Se debe seguir estos mandamientos sin cuestionamiento y sin ajustes. La congregación fiel de la iglesia del Señor seguirá estos mandamientos con un espíritu de obediencia humilde. Este espíritu humilde y obediente crece y es evidente en muchas congregaciones de los Estados Unidos y el mundo entero.
No obstante, parece que se ha quitado un mandamiento divino de la “lista” de muchos miembros y congregaciones: el mandamiento de apartarse de los miembros rebeldes. Irónicamente, los enunciados que mandan la excomunión son más claros que muchos otros mandamientos que se siguen fielmente. Por ejemplo, Pablo escribió estas palabras a la iglesia en Tesalónica: “Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros… Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence” (2 Tesalonicenses 3:6,14). Sería difícil encontrar en las Escrituras un enunciado más directo que el “os ordenamos” de Pablo en el versículo seis. Obviamente, Dios quiso que este mandamiento fuera claro, inequívoco y evidente. Se emitió un mandamiento directo a que los tesalonicenses y todas las congregaciones de la iglesia del Señor se apartaran de los que andan desordenadamente. En 1 Corintios 5, Pablo dio instrucciones muy específicas en cuanto a la excomunión del miembro rebelde, exhortando de la siguiente manera a los hermanos: “[N]o os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis… Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (vss. 11,13). No se puede leer el Nuevo Testamento y pasar por alto el hecho que las congregaciones están bajo el mandamiento directo de Dios de apartarse de los miembros rebeldes.
Es maravilloso que una persona pueda asistir a una congregación fiel de la iglesia del Señor un domingo particular y unirse con la congregación en el canto escritural, adorando a Dios. También es loable que una persona pueda ir a la misma congregación y participar de la Cena del Señor con los mismos elementos que se usaron casi 2,000 años atrás cuando el Señor mismo instituyó esta fiesta memorial. Es alentador que una persona pueda sentarse en esa congregación y oír el plan divino para la salvación del alma humana, sin ningún cambio o alteración—así como los apóstoles mismos lo predicaron originalmente. Pero es una verdad triste que una persona pueda sentarse en esa congregación cada domingo por cinco, 10 o 20 años sin nunca presenciar la disciplina a un miembro rebelde. Sería maravilloso imaginar que esta situación se debe a que no ha habido miembros rebeldes, pero esto simplemente no es cierto. Muchas congregaciones que han sido fieles en otras áreas, han decidido, especialmente en los 20 años pasados, incumplir el mandamiento de la excomunión. Tal vez usted sabe que esto es cierto. Tal vez es uno de los que se han estado sentando en las bancas de una congregación durante los 10-20 años pasados como testigos silenciosos de este hecho. Muchos hemos atestiguado la excomunión en los tiempos de nuestros padres o en los “años pasados”, pero usted podrá reconocer la ausencia de este hecho en años recientes.
Se puede sugerir varias razones para esta negligencia trágica. Pudiera ser que ha existido una falta de enseñanza bíblica persistente sobre el tema. A causa de esta falta de enseñanza, algunos miembros que no estudian su Biblia regularmente pueden desconocer el mandamiento de la excomunión. En tales casos, la enseñanza bíblica sólida y consistente puede remediar el problema. Pudiera ser que las congregaciones están conscientes de la enseñanza, pero están poniendo sus ojos en otras congregaciones para ver si éstas siguen el mandamiento. Si han notado que las congregaciones cercanas no están practicando la disciplina en la iglesia, pueden haber decidido que esto tampoco es algo para sus miembros. Pueden haber caído presas de la indiferencia, “midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos”. Pablo consideró a tales individuos y congregaciones como “no juiciosos” (2 Corintios 10:12). Pudiera ser que la influencia negativa del mundo religioso se ha infiltrado en la iglesia. Vivimos en una sociedad que aborrece todo lo que sea juicioso, intolerante o crítico. Nuestra sociedad acepta casi todo y a todos, excepto a los que denuncian las acciones de los demás como pecaminosas o equivocadas. Este espíritu de tolerancia equivocada puede ser un factor en la negligencia de la iglesia en cuanto a la excomunión.
Sin importar las razones, no debemos dejar que esto continúe más. Debemos arrepentirnos de nuestra negligencia y comprometernos a obedecer humildemente el mandamiento de la disciplina en la iglesia. Si continuamos obedeciendo muchos de los mandamientos de Dios, pero seguimos descuidando la excomunión, somos “culpables de todos”. Santiago resumió la situación cuando escribió: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley” (2:10-11). Todos entendemos que, si una congregación estuviera obedeciendo a Dios en la mayoría de puntos, pero continuara teniendo a una mujer como predicador o anciano, entonces esa congregación no estaría siguiendo fielmente la Palabra de Dios. También entendemos que, si una congregación obedeciera la mayoría de mandamientos de Dios, pero enseñara que las personas no necesitan bautizarse para llegar a contactar la sangre de Cristo, entonces esa congregación sería infiel. Entonces, ¿no es también verdad que, una congregación que sigue la mayoría de mandamientos divinos, pero continúa descuidando la disciplina de los miembros rebeldes, caería en la misma condenación que los que yerran en cuanto al bautismo o el rol de la mujer?
Escuchemos deseosamente la exhortación del escritor de Hebreos, y “con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (2:1).
Derechos en español © 2017 por www.ebglobal.org. Traducción por Moisés Pinedo. Título original en inglés, “The Command to Discipline”, en That Their Souls Might Be Saved, pp. 15-23.