En Busca de Piedad

Se trajo 28 escalones de mármol, llamados “los Escalones Santos”, desde Jerusalén a Roma alrededor de 326 d.C. Se dice que son los mismos escalones por los cuales Jesús subió cuando se presentó ante Pilato. Aunque la mayoría de nosotros nunca tendrá la oportunidad de ver o subir por esos escalones, todos los cristianos están ascendiendo por los ocho “escalones santos” de 2 Pedro 1:5-7.

El sexto escalón es la “piedad” (eusebeia), que se encuentra 15 veces en el Nuevo Testamento. Significa “reverencia, respeto o piedad ante Dios”. ¿Qué significa ser “piadoso”? Permitamos que Dios nos lo diga en la primera canción del Himnario Hebreo donde se contrasta la piedad (Salmos 1:1-3) con la impiedad (1:4-6).

El hombre piadoso conserva sus oídos limpios (Salmos 1:1).

De niños, parece que nuestros padres tenían un interés inusual en limpiar nuestras orejas. (Nunca entendimos por qué siempre las orejas y no las rodillas o los dedos del pie).

Y parece que Dios, nuestro Padre celestial, tiene la misma preocupación. Frecuentemente Jesús dijo: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 11:15; 13:9,43; Marcos 4:9; Lucas 8:8; 14:35), y en una ocasión criticó a algunos por tener oídos cerrados (Mateo 13:15).

El salmista explicó que un hombre piadoso se aparta del consejo de los malos (rasha, “moralmente malo; una persona activamente mala”), los pecadores (chatta’, “un criminal; alguien declarado culpable”) y los escarnecedores (luwts, “hacer muecas, como alguien que trata de pronunciar un idioma extraño; mofarse, burlarse”).

Job se apartó del consejo de los malos (Job 21:16); David oró para ser escondido “del consejo secreto de los malignos” (Salmos 64:2); y José de Arimatea “no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos” (Lucas 23:51). Por otra parte, Ocozías “anduvo en los caminos de la casa de Acab, pues su madre le aconsejaba a que actuase impíamente” (2 Crónicas 22:3), como Rebeca lo hizo con Jacob (Génesis 27:12-13).

Algunas veces el hombre piadoso debe rechazar el consejo no-solicitado del mundo. Pedro y Juan dijeron a los oficiales de la ciudad: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4:19), rechazando activamente el consejo de ellos. Nuestro posible consejero puede ser alguien exitoso financieramente, pero su consejo puede ser en cuanto a dar menos y recibir más (Romanos 12:17). Una joven puede tener una cita cada semana, pero su consejo puede ser: “Tienes que darles lo que quieran” (cf. 2 Timoteo 2:22). Un hombre puede tener una esposa joven hermosa, pero su consejo puede ser: “Si te cansas de una, divórciate y reemplázala” (cf. Mateo 19:6). Una mujer puede tener una carrera exitosa, pero su consejo puede ser: “Sal de la casa y deja a esos niños con alguien más” (cf. Tito 2:4-5; 1 Timoteo 5:14). Nosotros debemos conservar nuestros oídos limpios de los consejos malos.

El hombre piadoso conserva su mente pura (Salmos 1:2).

La mente será guiada por algo—Dios quiere que guardemos Su Palabra en nuestras mentes. “Meditar” significa usualmente “reflexionar o pensar” (cf. Salmos 39:3; 1 Timoteo 4:15). La palabra aquí (hagah) significa literalmente “murmullar o hablar entre dientes”, como alguien que se pierde tanto en su pensamiento que habla consigo mismo. Matthew Henry dice que significa “discutir consigo mismo”.

La palabra del Nuevo Testamento que se traduce “meditar” puede significar “dar vueltas en la mente”, como un diamante que gira en la vitrina de una joyería. Dios quiere que meditemos los lunes en cuanto al sermón del domingo, y los jueves en cuanto a la clase del miércoles. Quiere que vayamos a descansar con un proverbio en nuestras mentes, y que vayamos al trabajo pensando en un milagro de Jesús.

Quiere que nos analicemos todo el día al pensar en el capítulo que hemos leído en la mañana, al hacernos preguntas como: “¿Qué significa esto?”; “¿Cómo puedo aplicar esto con mi familia?”; “¿A quién debo mencionar este versículo?”; “¿Qué necesito cambiar?”. El hombre piadoso se deleita en (literalmente, “siente placer, desea”) la Palabra de Dios. Esto quiere decir que disfruta de su tiempo de devoción más que la televisión, sus pasatiempos y el deporte.

El hombre piadoso controla su mente “de día y de noche” (Salmos 1:2). El cristianismo no es un trabajo que toma solamente la mañana. Tampoco es algo que podemos hacer después de la medianoche. Es una ocupación completa. David clamaba al Señor día y noche (Salmos 88:1), Ana servía al Señor (Lucas 2:37), los misioneros laboraban (1 Tesalonicenses 2:9) y Pablo oraba (2 Timoteo 1:3).

Lo que Shakespeare llamó “el paso inaudible y silencioso del tiempo” pasa tan rápidamente que debemos dar a Dios el hoy si realmente queremos darle algo, ya que la vida está compuesta solamente del hoy (2 Corintios 6:2). El cristianismo está lleno de responsabilidades diarias (Lucas 9:23; Hechos 5:42; 6:1; 17:11).

¿Qué hice con el ayer? Probablemente lo mismo que hice con la semana pasada. Lo que hice la semana pasada es probablemente lo que hice el mes pasado. Lo que hice el mes pasado es probablemente lo que hice el año pasado. Y así es mi vida. Ya que la mente del hombre piadoso está llena de Dios de día y de noche, Dios tiene el presente en su vida. Al hacer esto continuamente, Dios finalmente llega a tener toda su vida. Pablo dio cada día al Señor (1 Corintios 15:31), y pronto pudo decir que había dado su vida al Señor (2 Timoteo 4:6-8).

Frecuentemente los grandes pensadores nos instan a considerar el valor del tiempo:

  • Don Chesterfield dijo: “Cuide los minutos, y las horas se cuidarán a sí mismas”.
  • Emerson creía: “El día es una eternidad en miniatura”.
  • G.E. Frost instó: “Busque las joyas escondidas en un día ordinario”.
  • John Spalding observó: “Tenemos tiempo para lo que nos gusta hacer”.
  • Ann Ruth Schabacker declaró positivamente: “Cada día viene con sus regalos—quite los lazos”.
  • Arthur Schopenhauer escribió: “Cada día es una pequeña vida”.

Se ha conservado otras porciones de sabiduría que nos animan a usar el tiempo sabiamente:

  • Un día es un periodo de tiempo que nadie es lo suficientemente rico para desperdiciar.
  • No camine a través del tiempo sin dejar una evidencia digna de su camino.
  • Cada momento viene con abundancia de propósito divino; el tiempo es tan precioso que Dios lo da segundo por segundo. Una vez que sale de sus manos, y con eso su poder de hacer de eso lo que le plazca, el tiempo se sumerge en la eternidad para permanecer siendo por siempre lo que hizo de él (Draper, 1992).

El hombre piadoso tiene pies firmes (Salmos 1:3).

Se entrena a los mariscales de campo para que afirmen su postura antes que hagan un lanzamiento largo. Se enseña a los trabajadores a buscar un lugar seguro para pararse al tratar de levantar un objeto pesado.

El hombre de Dios aplica este principio en el reino espiritual. Es como un árbol plantado cerca del agua. Su fe está fundada sobre una roca (Mateo 7:24-25), y sus pies están calzados “con el apresto del evangelio de la paz” (Efesios 6:15; cf. Romanos 10:15). Está fundado y firme, sin moverse de “la esperanza del evangelio” (Colosenses 1:23; Efesios 3:17). El hombre piadoso está firmemente “arraigado” en Cristo (Colosenses 2:7).

El corazón de pedregales fue un lugar inhospitalario, ya que la semilla “no tenía raíz”, y por ende se secó (Mateo 13:6). Pero la tierra buena tiene suficiente profundidad como para almacenar la Palabra—incluso en tiempos cuando la persecución y la tribulación “aumentan el calor”. Las “hojas” del hombre piadoso no se secan (Salmos 1:3, nabel, “marchitarse, apagarse, caer, hacerse nada”). Usando otra ilustración, algunos corredores comienzan con mucha energía pero no ganan las carreras ya que no tienen la resistencia para terminar. El hombre de Dios termina la carrera con fuerza. Cristo en nosotros nos da la fuerza para continuar (Gálatas 6:9; Filipenses 4:13). La piedad guía a la perseverancia.

Recuerde las palabras de Pablo: “[L]a piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4:8). Continúe subiendo por los “escalones santos”. ¡Hay un panorama hermoso en la cima!

Referencia

Drapper (1992), Libro de Citas de Draper para el Mundo Cristiano [Draper’s Book of Quotations for the Christian World] (Wheaton, IL: Tyndale).