¿Es María la Madre de Dios?

Los católicos han recitado la oración “El Ave María” por muchos años. Esta oración incluye las palabras: “Santa María, Madre de Dios”. Estas palabras representan una de las doctrinas más atesoradas del catolicismo. En 431 d.C., el Concilio de Éfeso proclamó que María “es la madre de Dios porque Dios el Verbo llegó en carne y se hizo hombre, y desde su misma concepción, unió a sí mismo el templo que tomó de ella” (“Fórmula de Unión…”, s.d.). Se presenta el argumento principal de la siguiente manera: (1) María fue la madre de Jesús; (2) Jesús es Dios; (3) por tanto, María es la “Madre de Dios”. Este silogismo puede parecer lógico, pero su conclusión es superficial. Considere lo siguiente.

Primero, aunque la Biblia documenta que María llegó a ser la madre de Jesús, y claramente enseña que Jesús es Dios, nunca afirma, o incluso implica, que María fue (o es) la “Madre de Dios”. Para que un silogismo teológico explique correctamente la relación entre María y Dios, debe basarse en la verdad bíblica. Podemos proponer bíblicamente que (1) Jesús es Dios (Hebreos 1:8); (2) Dios se hizo carne (Juan 1:1,14); (3) por tanto, María es la madre de Jesús según la carne (Romanos 9:5), i.e., del cuerpo físico de Jesús.

Segundo, se debe tener en cuenta que la Deidad no está constituida de una familia literal—con padres, madres, hijos e hijas—como los dioses de la mitología griega o romana. Aunque nos referimos a la primera y segunda Personas de la Deidad como el Padre y el Hijo, estos títulos no denotan una relación familiar literal, sino enfatizan Su naturaleza unida y divina. Hacer referencia a María como la “Madre de Dios” es malentender la naturaleza de la Deidad.

Tercero, considere las implicaciones erróneas adicionales del silogismo católico. Ya que la Biblia registra que María concibió del Espíritu Santo (Mateo 1:18), los católicos concluyen que es correcto hacer referencia a María como “la hija de Dios el Padre, la Madre de Jesucristo y la verdadera esposa del Espíritu Santo” (Peffley, s.d., p. 3). Pero si el Espíritu Santo es el “esposo” de María (y por ende, el “padre” de Jesús), y Jesús es Dios, ¿no sería el Espíritu Santo el “padre” de Dios? Esta no es solamente una aplicación completamente errónea de la Escritura, sino también una teología blasfema.

Ahora considere algo de la evidencia bíblica que explica la relación de María con Dios.

Dios no tiene una madre física.

Al hablar del Hijo, el Padre declaró: “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo” (Hebreos 1:8, énfasis añadido). En la revelación de Dios al apóstol Juan, el Cristo resucitado dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin,…el que es y que era y que ha de venir” (Apocalipsis 1:8, énfasis añadido). El Hijo no tuvo principio; Él es el principio. “Este era en el principio con Dios” (Juan 1:1-2). Pablo señaló: “Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:17, énfasis añadido).

La existencia del Hijo no comenzó con Su concepción en la matriz de María. Él existía en la eternidad (cf. Miqueas 5:2), y en el tiempo apropiado en la historia, Se hizo carne (Juan 1:1,14). Pablo expresó este hecho de la siguiente manera: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4). Por otra parte, María llegó a un mundo atado al tiempo mucho después de la creación del Universo. Como todos los seres humanos, ella no fue eterna, no fue divina, no fue “desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Ella no pudo haber provisto la naturaleza eterna a su Hijo. Él es divino. Él es “Dios…bendito por los siglos” (Romanos 9:5).

Note la manera en que Jesús explicó Su naturaleza divina. Cuando Se dirigió a los fariseos, les preguntó: “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. El les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor…? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?” (Mateo 22:42-45, énfasis añadido). Los fariseos fallaron en responder la pregunta porque estuvieron pensando en cuanto a la naturaleza física del Mesías. Aunque es cierto que Cristo era un descendiente físico de David (cf. Lucas 1:32; Mateo 1:1), según Su naturaleza divina no tenía un padre físico ya que Él mismo era antes de todos (Juan 8:58). De la misma manera que David no podía ser el padre del Mesías divino ya que Le llamó “Señor”, María no puede ser la “Madre de Dios” ya que ella Le llama “Señor” en Lucas 1:38,46-47. Como Pablo explicó, “según la carne, vino Cristo” a través de los patriarcas, David, y desde luego, María, pero según Su deidad, Él es “Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Romanos 9:5, énfasis añadido).

Nunca se consideró a María como “Madre de Dios”.

No existe ningún versículo bíblico que describa a María como “Madre de Dios”. De hecho, ninguno de los escritores inspirados del Antiguo o Nuevo Testamento insinuó que se la debía considerar como tal. Esta idea se basa completamente en la tradición humana. María se consideró a sí misma como “sierva del Señor” (Lucas 1:38, énfasis añadido), y consideró que Dios era su “Salvador” (Lucas 1:47). Tristemente, muchos han distorsionado este concepto.

Al hablar de la bendición de ser escogida por Dios para ser la madre del Mesías, María dijo: “Porque ha mirado [Dios] la bajeza de su sierva” (Lucas 1:48, énfasis añadido). La palabra “bajeza” no sería apropiada con referencia a María si ella fuera la “Madre de Dios”. W.E. Vine ha señalado que la palabra griega “bajeza” es tapeinosis, que denota “abajamiento, humillación, estado humilde” (1999, 2:112). María fue consciente del estado humilde de su condición humana.

El Nuevo Testamento clarifica Quién se hizo carne. Dios tomó forma humana (Juan 1:14) para nacer de una mujer (Gálatas 4:4). La mujer no se hizo “divina” para concebir al Hijo de Dios. La Biblia menciona a María como la madre de Jesús, pero nunca como la “Madre de Dios” (cf. Marcos 3:31; Lucas 8:19; Hechos 1:14; et.al.).

Nunca se adoró a María como “Madre de Dios”.

Los católicos adoran a María, declarando que ella tiene “maternidad divina” (“Constitución Dogmática…”, 1964, 63). Pero si se debe adorar a María como “Madre de Dios”, se esperaría encontrar un mandamiento bíblico para hacerlo o un ejemplo bíblico que apruebe tal actividad. Pero no se encuentra tales mandamientos y ejemplos en ningún lugar de la Escritura sagrada. Desde el primer momento que María aparece en el registro bíblico, no existe indicación que fuera objeto de alguna clase de adoración. Cuando el ángel de Dios anunció a María que ella daría a luz al Mesías, el mensajero celestial no la adoró (Lucas 1:26-38). Los pastores que llegaron al establo, alabaron a Dios, no a María (Lucas 2:16-20). Luego los sabios vinieron a una casa y “vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron” (Mateo 2:11, énfasis añadido). Simeón y Ana, quienes habían esperado durante toda la vida al Mesías, reconocieron que Jesús era el que Dios había enviado. Ellos no ofrecieron ningún reconocimiento especial de alabanza para María (Lucas 2:21-38). Adicionalmente, los discípulos de Jesús nunca dieron a María ninguna preeminencia durante sus reuniones, mucho menos la adoraron como “Madre de Dios” (cf. Hechos 1:14-26).

Cuando María pidió ayuda a Jesús en las bodas de Caná, Él dijo: “¿Qué tienes conmigo, mujer?” (Juan 2:4, énfasis añadido). Él no usó la palabra “mujer” de una manera despectiva, sino la usó como una expresión de respeto y afecto (cf. Mateo 15:28; Juan 19:26; 20:15; Lyons 2006). Él pudo haber usado “mujer” en vez de “madre” para enfatizar que “en su llamado Jesús no tenía madre o familiar terrenal, [sino que] era su Señor y Salvador como también de todos los hombres” (Lenski, 1961, p. 189).

Jesús confirmó que María no tenía preeminencia entre Sus seguidores o delante de Dios. En una ocasión, “extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos” (Mateo 12:49, énfasis añadido). Jesús quiso que Sus discípulos entendieran que cualquiera que creía en Él y obedecía la voluntad del Padre sería bendecido como parte de Su familia.

Otro incidente en el ministerio de Jesús añade más luz al tema. Mientras Jesús enseñaba a mucha gente, “una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste” (Lucas 11:27). Jesús respondió: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (11:28, énfasis añadido). Otra vez, Jesús indicó que no había nada en cuanto a María que la elevaba por encima de cualquiera que oía la Palabra de Dios y la obedecía. Jesús mismo enseñó a no considerar a Su madre como “Madre de Dios”—una persona digna de adoración.

El título “Madre de Dios” no es bíblico, asimismo otros títulos otorgados a María, tales como “Madre de la Iglesia”, “Madre de Misericordia, Vida, Bondad y Esperanza”, “Puerta al Cielo”, etc. La adoración que se dirige a ella (o a cualquier otro ser humano) en vez que al Dios Todopoderoso, no solamente denigra el aprecio y respeto por la Deidad, sino también guía a la apostasía más profunda.

Referencias

“Constitución Dogmática Lumen Gentium Sobre la Iglesia” (1964), Vaticano II, http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html.

“Formula de Unión Entre Cirilo y Juan de Antioquía” [“Formula of Union Between Cyrill and John of Antioch”] (sine data), El Concilio de Éfeso [The Council of Ephesus], EWTN, http://www.ewtn.com/library/COUNCILS/EPHESUS.HTM.

Lenski, R.C.H. (1961), La Interpretación del Evangelio de San Juan [The Interpretation of St. John’s Gospel] (Minneapolis, MN: Augsburg).

Lyons, Eric (2006), “¿¡Qué Rudo!?”, Apologetics Press, http://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/3042.

Peffley, Francis (sine data), “María y la Misión del Espíritu Santo” [“Mary and the Mission of the Holy Spirit”], http://www.legionofmary.org/files/marymission.pdf.

Vine, W.E. (1999), Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo (Colombia: Editorial Caribe).