¡Gracia Asombrosa!

A finales de la década de 1770, John Newton escribió la letra del himno muy popular y amado: “Gracia Asombrosa”. Aunque ahora tenemos una versión en español de este himno, considere la traducción literal de la letra original.

Gracia asombrosa, cuán dulce es,
Que salvó a alguien desdichado como yo.
Una vez estuve perdido, pero ahora he sido encontrado;
Fui ciego, pero ahora puedo ver.

¡Gracia asombrosa! Se ha estado cantando este himno por más de dos siglos, ¿pero realmente entiende el mundo religioso lo que es la gracia de Dios? ¿Lo entendemos nosotros? Tal vez necesitamos renovar nuestro entendimiento en cuanto a la gracia de Dios (cf. Romanos 12:2).

La gracia de Dios es un tema principal en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento. Esta palabra aparece más de 150 veces en el Nuevo Testamento. Fue una de las palabras favoritas del apóstol Pablo, quien gustó la dulce gracia de Dios (1 Corintios 15:10; 1 Timoteo 1:13) y quien usó esta palabra más de 100 veces—más que todos los otros escritores del Nuevo Testamento en conjunto (Malaty, 1992, p. 12).

Pero a pesar de las referencias bíblicas frecuentes, muchos, incluso en la hermandad, desconocen o malentienden la gracia de Dios. Algunos han tomado el camino del universalismo, y han transformado a la gracia en un bien barato que fomenta las pasiones bajas del hombre (Romanos 6:1). Otros han tomado el camino del legalismo, y han reducido a la gracia a un sistema de leyes que apela al esfuerzo y orgullo humano (Mateo 23). Ambos enfoques son erróneos y eternamente peligrosos.

El hombre puede permitirse malentender la política de un pueblo, las leyes de una nación, las estrategias de los negocios, las complejidades de la ciencia y las recomendaciones médicas, pero no puede permitirse malentender la gracia de Dios. Nadie puede rechazar la gracia, ignorar la gracia, malentender la gracia, y a la vez ser salvo por la gracia. La salvación de cada alma es el resultado benévolo de la sublime gracia de Dios (Efesios 2:8). El cristianismo comienza con la gracia y termina con la gracia. Gozamos de salvación aquí por gracia, y gozaremos de salvación allí por gracia. En un sentido fundamental, toda nuestra existencia—salvación, perseverancia y destino—depende de la gracia de Dios (cf. Hechos 17:28).

LA DEFINICIÓN DE LA GRACIA

En una de mis lecciones a los adolescentes, pregunté a un jovencito: “¿Qué es la gracia?”. Él respondió respetuosamente que “no lo sabía”. La gente llega a entender algunos conceptos teológicos mientras madura, pero tristemente algunos cristianos antiguos nunca dejan el biberón espiritual (1 Pedro 2:2) ni se gradúan de la primaria doctrinal (Hebreos 6:1). Algunos aman su indigencia espiritual, están enamorados de sus leyes y tradiciones, y temen y se ofenden ante la sublime gracia de Dios (cf. Jonás 4). La gracia de Dios les incomoda. Ellos necesitan entender qué es la gracia, pero nosotros también necesitamos pulir nuestro concepto.

Lo que la Gracia No Es

Se debe destruir algunas casas para construir casas nuevas en sus terrenos. De igual manera, se debe destruir algunos conceptos erróneos para dar lugar a los enfoques correctos. Esto se aplica al tema de la gracia. Muchos conceptos necesitan ser arrancados por completo para dar lugar al enfoque bíblico. El enfoque bíblico no puede crecer entre la maleza religiosa moderna; se debe limpiar el panorama religioso para encontrar la verdad bíblica de la gracia.

  • No es un regalo barato. Aunque es gratis (Romanos 3:24), no se debe cometer el error de pensar que sea barata. La gracia costó al cielo su joya más preciosa: Jesucristo. Dios puede conceder gracia al hombre ya que Jesús pagó el precio incalculable de la gracia con Sus lágrimas, sudor y sangre. Este es un regalo inefable (2 Corintios 9:15). Permite la redención del hombre (Romanos 3:24); abre las puertas del cielo (Romanos 6:23); ¿y quién pudiera poner precio al perdón y la vida eterna? Si la gracia no fuera concedida como regalo, el hombre nunca pudiera adquirirla. ¡Una gracia barata no es gracia en absoluto!
  • No es una transacción comercial. El hombre no puede ofrecer nada a Dios a cambio de la gracia (cf. Salmos 50:12). Nuestra propia justicia es como trapo de inmundicia ante Dios (Isaías 64:6). El hijo pródigo que regresaba a su padre tenía una transacción comercial en mente; él serviría a su padre como jornalero a cambio de su aceptación (Lucas 15:18-19). El padre interrumpió su discurso memorizado y le restituyó a su posición de hijo (vss. 21-24). ¿Por qué? Porque el hijo pródigo solamente podía ser restaurado a la comunión de su padre sobre el fundamento de la gracia. Esto también se aplica a nuestra relación con nuestro Padre. ¡Una gracia negociada no es gracia en absoluto!
  • No es un derecho humano. Al hombre le gusta demandar sus derechos, pero si a algo no tiene derecho en absoluto es a la gracia de Dios. Como un criminal sentenciado a muerte, el hombre incluso no puede demandar misericordia. El fariseo en la parábola de Jesús sentía que Dios le debía Su gracia a causa de sus buenas obras, pero regresó a casa sin recibir justificación (Lucas 18:9-14). Los obreros contratados temprano en la mañana murmuraron, sintiendo que el padre les debía su gracia, pero ellos terminaron siendo arrojados de la presencia del padre (Mateo 20:1-16). ¡Una gracia que se debe no es gracia en absoluto (Romanos 4:4)!

Lo que la Gracia Es

  • Es un concepto sublime. “Gracia” viene del griego caris, que hace referencia a “aquello que otorga u ocasiona placer, delicia o causa una actitud favorable” (Vine, 1999, 2:399). Se aplica a la belleza de la personalidad (Lucas 2:40), al favor divino (Hechos 14:26), al gozo, placer o gratitud del receptor (Romanos 6:17), y a la dispensación cristiana (Juan 1:17) [cf. Vine, 2:399]. La gracia es algo hermoso, algo sublime.

Generalmente se ha definido “gracia” como el “regalo inmerecido de Dios para el hombre pecador” (cf. Falk, 2009, 4[2]:5). Aunque este concepto es correcto, no penetra adecuadamente las profundidades de la gracia. En el contexto teológico, la gracia no es simplemente algo que no se merece, sino es lo opuesto de lo que el hombre merece. Si un criminal es castigado por su crimen, entonces habrá recibido justicia; si no es castigado por su crimen, entonces habrá recibido misericordia; y si no es castigado por su crimen pero es promovido a una posición de honor, entonces habrá recibido gracia—lo opuesto que merece.

Algunas décadas atrás, en un campo universitario cristiano, unos jóvenes estaban jugando con botellas de Coca Cola® en un pasillo solitario. Ellos estaban usando fuego para lanzar las botellas a velocidades muy rápidas. Repentinamente un jovencito cruzó el pasillo justo cuando una de esas botellas era lanzada como si fuera un proyectil. El jovencito cayó al suelo y fue llevado de emergencia al hospital, pero murió en la noche debido a la hemorragia. El joven que había lanzado la botella se sentía terriblemente, pero debía pagar su castigo. Antes de presentarse a la corte, se le dijo que los padres querían hablar con él. El joven estaba muy nervioso. El padre se acercó a él, y con voz grave le dijo: “Sabemos que no fue tu intención matar a nuestro hijo, y que no lo hubieras hecho por nada en el mundo. También sabemos algo más: que tu familia te repudió cuando decidiste llegar al cristianismo, así que ahora no tienes padre ni madre. Mi esposa y yo hemos hablado de esto, y queremos que te quedes con nosotros y que seas nuestro hijo” (en Clarke, 2014).

Cuando la gracia de Dios es aplicada a nosotros, no solamente se nos permite vivir, sino se nos otorga vida abundante (Juan 10:10); no solamente se retira nuestras maldiciones, sino se nos concede todas las bendiciones en Cristo Jesús (Efesios 1:3); y no solamente se arranca el infierno de nuestro camino, sino se nos abre ampliamente las puertas del cielo (Mateo 25:34-40). ¡Eso es gracia!

  • Es el fundamento de la redención. Nosotros cometemos un error si reducimos el plan de salvación solamente a cinco pasos basados en la obediencia humana. El plan de salvación de Dios comienza con la gracia de Dios y depende de tal gracia. Sin la gracia de Dios, no importaría cuánto alguien escuchara (Romanos 10:17), cuánta fe tuviera (Hebreos 11:6), cuán arrepentido estuviera (2 Corintios 7:10), cuánto confesara (Romanos 10:9-10), cuántas veces se bautizara (1 Pedro 3:21) o cuán fiel fuera (Apocalipsis 2:10). Es cierto que todo esto es esencial para la salvación del hombre, pero todo esto solamente tiene significado en vista de que Dios ha extendido Su gracia a través del sacrificio de Su Hijo Jesucristo (Romanos 3:24). Ya que Dios ha dado el primer paso en la redención del hombre (Romanos 5:8-10), entonces el hombre puede recibir la respuesta a la pregunta bíblica: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30; cf. 2:37; 9:6). Debemos decir a los hombres lo que Dios ha hecho, antes de decirles lo que ellos deben hacer. Un Dios que Se despoja del trono celestial y Se hace hombre, que siente, suda y sangra en una cruz cruel, es el fundamento de la redención del hombre. ¡Eso es gracia!
  • Es lo mejor del favor divino. Si al hombre se le concediera la oportunidad de demandar algo de Dios, ¿qué cosa mayor podría demandar que a Dios mismo en sacrificio por su propia alma? ¿Qué cosa mayor podría demandar que los beneficios espirituales y eternos de Dios? Pablo rogó por el alivio de un aguijón en la carne (2 Corintios 12:8), pero Dios le hizo recordar que Su gracia era suficiente para él (vs. 9). En términos muy reales, la gracia es el producto de lo mejor que Dios tiene para ofrecer al hombre. Como Dan Winkler ha sugerido, esta gracia tiene tres componentes sublimes: (1) La misericordia de Dios, que se relaciona a los sentimientos de Dios con el hombre; (2) el amor de Dios, que se relaciona a los sentimientos de Dios por el hombre; y (3) la bondad de Dios, que se relaciona a los sentimientos de Dios hacia el hombre (cf. Efesios 2:4-8; Tito 3:4-7) [Winkler, 2014]. ¿Qué más pudiera demandar el hombre que la misericordia, el amor y la bondad de Dios en acción a favor suyo? ¡Eso es gracia!

LAS IMPLICACIONES DE LA GRACIA

El entendimiento del concepto de la gracia nos guía a implicaciones necesarias; tales implicaciones están plasmadas de manera hermosa en varios pasajes de la Palabra de Dios. ¿Qué implica la gracia asombrosa de Dios?

  • Necesidad humana y poder divino. El pecado “es infracción de la ley” de Dios (1 Juan 3:4). Significa “errar el blanco” (Vine, 1999, 2:640)—como cuando un arquero no da en el centro de su objetivo. Desde que el primer “arquero” lanzó la primera saeta y falló miserablemente (Génesis 3:6), todos los demás que le han seguido no han tenido una mejor puntería (Salmos 53:3; Romanos 3:23). “[L]a paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23); y ya que el hombre no puede salvarse a sí mismo, entonces se encuentra en necesidad espiritual de salvación—sea que lo reconozca o no. El pecado es el problema fundamental y constante más real que atormenta a cada persona responsable, a cada género humano, a cada raza mundial y a cada generación nueva. Por ende, la gracia salvadora de Dios a través de Jesucristo es una necesidad universal.

A la vez, la gracia también implica que Dios tiene el poder suficiente de borrar el pecado y proveer salvación al hombre. Como un escritor ha señalado, “Jesús compró lo que yo no podía comprar; hizo lo que yo no podía hacer. No hay pecado demasiado fuerte que Su sangre no pueda limpiar; no hay pecador tan malo que Cristo no puede perdonar; no hay cristiano demasiado bueno que Cristo no pueda mejorar” (Hodge, 1984, p. 9). Cuando los discípulos perplejos preguntaron, “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” (Mateo 19:25), Jesús les respondió: “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (vs. 26). El poder de Dios hace posible lo que es imposible que el hombre haga con su propio poder.

  • Salvación universal y profunda. Dios siempre ha tenido solo un plan de salvación; no hay plan “B”. Esta salvación se basa en la gracia de Dios por los méritos de Su Hijo Jesucristo. Esta salvación se extiende y está disponible universalmente. Desde la generación de Adán (cf. Génesis 6:8) hasta la última generación a la Segunda Venida de Cristo, cada alma que goza del beneficio de la salvación lo hace según el fundamento de la gracia. Si la gracia no puede extender sus “brazos de salvación” para alcanzar a los que vivieron antes de la cruz, entonces tampoco puede alcanzar a los que vivimos años después de la cruz (cf. Efesios 2:11-22; Hebreos 9:12,15).

Pero la universalidad de la gracia no se extiende solamente al tiempo y la raza, sino también a los “niveles”. Independientemente de la naturaleza y las consecuencias atroces del pecado, todo pecador puede tener acceso a la gracia; ¡Cristo murió por todos (2 Corintios 5:14-15; 1 Timoteo 2:6)!

Jeffrey Dahmer se convirtió en uno de los criminales más notorios del siglo pasado. A sus 30 años, ya había violado, matado y desmembrado a algo de 17 hombres y jovencitos. Sus crímenes macabros incluían la necrofilia y el canibalismo. En 1992, Dahmer (con solamente 31 años) fue sentenciado a 16 cadenas perpetuas consecutivas. ¿Merecía este criminal sádico la gracia de Dios? No—así como ninguno de nosotros. ¿Pero podía la gracia de Dios extenderse a tal hombre perverso (cf. Mateo 21:31-32; Juan 8:3-11)?

Después de una entrevista en que Dahmer comentó su necesidad de paz interior, un miembro de la iglesia de Cristo le envió un curso bíblico por correspondencia. Luego se contactó a Roy Ratcliff, predicador de una iglesia de Cristo en Madison, Wisconsin, quien con temor aceptó visitar a Dahmer quien había requerido ser bautizado en Cristo. En mayo de 1994, Dahmer obedeció al Evangelio, y en noviembre de ese mismo año, fue asesinado por otro recluso (Ross, 2010). Ratcliff presidió el funeral de Dahmer (a quien llegó a considerar como “su amigo”), y mencionó estas palabras:

Jeff [Dahmer] me confesó su remordimiento profundo por sus crímenes. Deseaba poder hacer algo por las familias de sus víctimas para enmendar su error, pero no había nada que podía hacer. Acudió a Dios ya que no había nadie más a quien acudir, pero mostró gran valor al atreverse a preguntar: “¿Es el cielo también para mí?”. Pienso que mucha gente se siente indignada ya que él preguntó eso. Pero él se atrevió a preguntar, y se atrevió a creer en la respuesta (Ratcliff y Adams, 2006, p. 148).
  • Buenas nuevas, no solamente verdad. La palabra griega para “gracia” (caris) se relaciona al imperativo cairo (gozarse), que era una forma de saludo entre los griegos (Vine, 1999, 2:399). Esto también es lo que la gracia de Dios implica: gozo. La gracia de Dios es buenas nuevas para el hombre pecador. Cuando la salvación llegó al mundo en la forma de un Bebé judío, el ángel del Señor anunció a los pastores: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-11).

Alguien puede enseñar la verdad y todavía fracasar en enseñar las Buenas Nuevas. El Evangelio es más que solamente verdad. Es verdad que el cáncer es un mal terrible, que produce dolor y sufrimiento intenso, y que puede guiar a la muerte prematura. Sin importar cuánto esto sea cierto y cuánto se lo enseñe, esto no es buenas nuevas. ¡Buenas nuevas es que hay cura para el cáncer! Las malas nuevas es que el hombre es pecador y está condenado por su pecado; esta es una verdad que se debe predicar, pero también se debe predicar las buenas nuevas de que el Salvador en la cruz es la esperanza del hombre.

En su libro, ¿Qué Es tan Asombroso en cuanto a la Gracia?, Philip Yancey relató la experiencia de un amigo suyo. Una mujer prostituta llegó donde él, en una situación terrible, sin hogar, enferma e incapaz de comprar comida para su hija de dos años. ¡Ella incluso había usado a su hija! La mujer tenía problemas con drogas, y estaba avergonzada de su vida. El hombre casi no podía soportar escuchar a la mujer. Al final, le preguntó si había pensando en visitar a la iglesia en busca de ayuda. La mujer le miró con sorpresa ingenua y lloró: “¡La iglesia! ¿Por qué iría allí? Yo ya me siento terriblemente conmigo misma. Ellos me harán sentir peor” (Yancey, 1997).

La predicación carente de buenas nuevas produce frustración, resentimiento y desesperación; la predicación que enfatiza la gracia de Dios, las buenas nuevas de salvación para el hombre, produce aceptación, consuelo y esperanza (cf. Lucas 7:36-50).

LAS DEMANDAS DE LA GRACIA

La gracia de Dios es hermosa, gratuita y profunda, pero no es incondicional. Hay requerimientos que el hombre debe cumplir para acceder a tal gracia; hay demandas solemnes de la gracia solemne. ¿Qué demanda la gracia?

  • Rendimiento y confianza total. Algunos escritores religiosos han sugerido que la peor maldad es llamar “pecadora” a la gente; según ellos, esto no es bueno para su autoestima (e.g., Schuller, 1982). ¡Tales escritores necesitan leer sus Biblias en vez de ver la televisión (cf. Romanos 3:23)! Los pecadores con corazones contritos y penitentes pueden encontrar consuelo en la gracia de Dios, pero aquellos que minimizan, ignoran o aman sus pecados deben ser confrontados con la realidad de que son pecadores (Lucas 18:9-14). Deben reconocer que son pecadores y que tienen necesidad de la gracia para que puedan apreciar la gracia en un nivel práctico. Alguien con cáncer debe reconocer que está enfermo para poder recibir ayuda médica. Si el hombre no es pecador, ¡entonces la gracia no es gracia! “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. [Jesús no vino] a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17).

La sublime gracia de Dios demanda que el hombre se arme de humildad para reconocer su indigencia espiritual (cf. Mateo 5:3). Simone Weil, filósofa francesa, declaró: “Los pródigos—quienes agotan todo su esfuerzo en seguir lo que les parece bueno, y quienes después de haber fallado, se dan cuenta de su impotencia completa—son aquellos que extrañan la casa de su Padre. Si el hijo hubiera tenido buena economía, entonces no hubiera pensado en regresar” (en Allen, 2006, p. 71; cf. Lucas 15:11-32).

La necesidad y la humildad no fueron los únicos factores que guiaron a la conversión del hijo pródigo, sino también la confianza de que su padre podía proveer aceptación y sustento. Tal confianza fue imperfecta al comienzo; el hijo pensó en hacer un acuerdo con su padre en vez de darle todo el control de su vida (Lucas 15:19); pero finalmente sometió su confianza completa a la gracia de su padre. La gracia de Dios no demanda logro humano, sino dependencia humana.

  • Responsabilidad y fidelidad. El calvinismo enseña que los “elegidos” no pueden resistir (rechazar) la gracia de Dios; supuestamente Dios produce fe en ellos a tal punto que no pueden evitar obedecer al llamado de Su gracia y permanecer en esa gracia. Por otra parte, aquellos a quienes Dios no ha elegido no pueden hacer nada para acceder a la gracia de Dios. Según la teología calvinista, debido a Su soberanía, “Dios escoge a algunos para la esperanza de vida, y condena a otros a la muerte eterna” (Bettenson, 1947, p. 302).

El calvinismo es una perversión de la gracia (Gálatas 1:6-9; cf. Tito 2:11); la gracia de Dios es insuperable, pero no es irresistible. El hombre puede recibir en vano la gracia (2 Corintios 6:1), desechar la gracia (Gálatas 2:21), caer de la gracia (Gálatas 5:4), afrentar a la gracia (Hebreos 10:29) y pervertir a la gracia (Judas 4). La gracia de Dios no anula la responsabilidad humana. Como Frank Chesser ha escrito,

la recepción del hombre de los regalos de Dios no es la obra de la gracia solamente. El hombre debe cooperar con Dios para beneficiarse de las provisiones de la gracia. Este principio se aplica a los asuntos físicos y materiales… En cuanto a los asuntos espirituales…, la gracia no excluye la obediencia a la fe (Ro. 16:26). Dios no puede manifestar gracia al salvar a aquellos que rechazan o descuidan someterse a Su voluntad (2001, p. 34).

Hay dos extremos erróneos en cuanto a la salvación: (1) El hombre puede ganar o merecer su salvación. (2) El hombre no tiene nada que ver con su salvación. Sin embargo, la gracia de Dios demanda responsabilidad y fidelidad (Marcos 16:16; Apocalipsis 2:10). El hombre debe recibir la gracia (Romanos 1:5), perseverar en la gracia (Hechos 13:43), esforzarse en la gracia (2 Timoteo 2:1), esperar en la gracia (1 Pedro 1:13) y crecer en la gracia (2 Pedro 3:18).

  • Crecimiento y gratitud. El joven Jesús “creció en gracia” (Lucas 2:40,52); todos los seguidores de Jesús también deben hacerlo (2 Pedro 3:18). El trabajo de la gracia no termina en el bautismo, como tampoco nuestra aceptación y sumisión a esa gracia. La gracia que salva a los pecadores es la misma gracia que preserva y desarrolla a los santos (Hechos 13:43; Colosenses 4:18). El despiadado Saulo de Tarso necesitó la gracia de Dios (Gálatas 1:15; 1 Timoteo 1:13), pero también el gran apóstol de los gentiles (Gálatas 2:21; 1 Corintios 15:10); los predicadores jóvenes fieles como Timoteo (1 Timoteo 1:2; 6:21; 2 Timoteo 2:1) y Tito (1:4; 3:15) necesitaron la gracia de Dios; el piadoso Filemón necesitó la gracia de Dios (vss. 3,25); todos los cristianos del primer siglo necesitaron la gracia (Hebreos 4:16; 12:15; 13:25; 2 Juan 3). ¡La gracia también es para los cristianos!

La gracia demanda crecimiento en los varios aspectos del cristianismo. Demanda crecimiento en santidad. “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2). Ya que la gracia enseña (Tito 2:11-12), entonces demanda desarrollo en conocimiento. Ya que Dios da gracia generosamente, demanda más gracia (cf. Santiago 4:6); tal gracia debe ser extendida a otros por medio de las Buenas Nuevas y las buenas obras (Mateo 10:8; 2 Corintios 9:8). Y ya que tiene una naturaleza inefable, demanda gratitud profunda (2 Corintios 9:12-15).

LOS FRUTOS DE LA GRACIA

Ya que es un “árbol” cuyas raíces profundas están arraigadas en la misericordia, el amor y la bondad de Dios, la gracia produce efectos benévolos en las vidas de aquellos que comen de sus frutos. ¿Qué produce la gracia?

  • Paz y seguridad completa. La gracia de Dios manifestada en el sacrificio de Cristo produce paz entre el hombre y Dios (Romanos 5:1), entre el hombre y su prójimo (Efesios 2:13-16), y entre el hombre y sí mismo (Colosenses 1:20-22). Produce paz ya que su fuente es “el Dios de paz” (Romanos 15:33; Filipenses 4:9), es el régimen del “Príncipe de Paz” (Isaías 9:6), es el anuncio del “evangelio de la paz” (Efesios 6:15), y es una característica distinguible de los hijos de paz (Mateo 5:9).

El saludo favorito del apóstol Pablo fue “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Romanos 1:7; 1 Corintios 1:3; et.al.). Un aspecto interesante de este saludo es que nunca se encuentra en orden inverso. ¿Por qué? Porque solamente la gracia del Padre puede producir paz verdadera a través del sacrificio del Hijo. Los creyentes perdonados no necesitan temer ya que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). No necesitan afanarse ya que “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). No necesitan afligirse ya que el “Dios de toda consolación…nos consuela en todas nuestras tribulaciones” (2 Corintios 1:3-4). Y no necesitan desesperarse ya que “queda un reposo para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:9). Como Jesús dijo repetidamente, “Paz a vosotros” (Juan 20:19,21).

La gracia también genera seguridad completa. Gracias a la misericordia, el amor y la bondad de Dios, y el sacrificio perfecto de nuestro Señor Jesucristo, el hombre puede tener seguridad completa de salvación al acceder a tal gracia. Como un escritor ha señalado, ¡la doctrina de “‘Una vez salvo, siempre salvo’ es errónea! Pero ¡‘Una vez salvo, a penas salvo’ es igualmente errónea! La seguridad eterna es errónea, pero la inseguridad eterna es igualmente errónea” (Hodge, 1984, p. 18). Los pecadores del primer siglo fueron amonestados a ser “salvos” (Hechos 2:40); los cristianos del primer siglo pudieron saber que eran salvos (1 Corintios 15:2). Otra vez, tal seguridad no se basa en los méritos humanos, sino en los méritos del Hijo de Dios en la cruz. La obediencia es eternamente esencial, pero solamente a la luz de lo que Jesús hizo en el Calvario (Efesios 2:8).

  • Reflexión y cambio. Solamente el entendimiento adecuado de la gracia de Dios puede generar reflexión y cambio adecuado. Si se enseña que el cristiano no puede caer de la gracia (cf. Gálatas 5:4), entonces el cristianismo llegará a lucir como el mundo al cual no le importa la gracia. Pablo sometió su vida completa a la gracia de Dios con el fin de no ser eliminado (1 Corintios 9:27). Su entendimiento profundo de la gracia que había recibido le guió a esforzarse bajo la gracia. Él trabajó más que muchos, pero tal trabajo fue la obra de la gracia a través de él (1 Corintios 15:10).

Aquí está el punto: ¿Genera la gracia de Dios reflexión y cambio independientemente de la responsabilidad y esfuerzo humano? Desde luego que no. ¿Pero puede la responsabilidad y esfuerzo humano renovar la mente y el corazón independientemente de la gracia de Dios? ¡Absolutamente no! Si el hombre pudiera llegar a ser un cristiano verdadero por medio de su propio esfuerzo, entonces la muerte de Cristo hubiera sido en vano (Gálatas 2:21). El cristianismo se trata de dependencia, sumisión y confianza en Dios (Filipenses 4:13). Obedecemos los mandamientos de Dios porque es parte de nuestra sumisión a la gracia, no porque nuestra obediencia sea el fundamento de la gracia. Nuestra fe es en Dios, no en nuestra propia fe.

¿Qué puede lograr el hombre con su propio poder a favor de Dios? Lo mejor que Caín pudo ofrecer a Dios por sus propios recursos fue una ofrenda vana (Génesis 4:5). Lo mejor que Abraham pudo ofrecer a Dios por sus propios recursos fue el hijo de una esclava (Génesis 16). Lo mejor que Moisés pudo ofrecer a Dios por sus propios recursos fue sangre en manos de un homicida (Éxodo 2:11-12). Lo mejor que Saúl pudo ofrecer a Dios por sus propios recursos fue holocaustos y víctimas producto de la rebelión humana (1 Samuel 15:22-23). Lo mejor que Pedro pudo ofrecer a Dios por sus propios recursos fue una noche de negación (Mateo 26:31-35,69-75). Y lo mejor que Saulo pudo ofrecer a Dios por sus propios recursos fue una ola de persecución y violencia contra la iglesia del Señor (Hechos 26:9-11).

¿Pero qué puede lograr Dios a través del corazón sumiso y obediente del hombre (cf. Hechos 14:27; 15:4)? Dios puede presentar ofrenda agradable (Génesis 4:4); puede dar fuerza al vientre estéril para dar a luz al hijo de la promesa (Hebreos 11:11); puede transformar a un homicida en el hombre más manso de la tierra (Números 12:3); puede generar obediencia y atención solemne (1 Samuel 15:22,33); puede producir denuedo y valor asombroso (Hechos 4:13); y puede convertir al más vil perseguidor de la iglesia en su más grande promotor (1 Corintios 15:10).

  • Fortaleza y esperanza. Al diablo no le asusta el poder del hombre en la mano del hombre (cf. Hechos 19:13-16), pero él huye del poder de Dios en la mano del hombre (Santiago 4:7). A Dios no Le impresiona lo que el hombre puede hacer con su propia fuerza, pero anhela ver lo que el hombre puede hacer con el poder del Cielo. Los 32,000 soldados israelitas bajo el mando de Gedeón eran demasiados como para depender del poder de Dios; Dios prefirió usar a un grupo de solamente 300 soldados para destruir a un ejército tan numeroso como la arena de la ribera del mar (Jueces 7). Saúl era demasiado alto y fuerte como para confiar en Dios (1 Samuel 9:2); Dios prefirió usar a un joven sin experiencia en guerra para matar a un gigante de algo de 10 pies de altura (1 Samuel 17). Los líderes religiosos judíos eran demasiado venerables como para aceptar los designios de Dios (Lucas 7:30); Dios prefirió usar a pescadores humildes para evangelizar al mundo entero (Mateo 4:18).

Pablo no llegó a ser un gran evangelista porque era un gran hombre, sino porque tenía un gran Dios. Dios le enseñó que Su poder “se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Cuando el hombre reconoce que es débil e impotente por sí mismo y se somete a la voluntad de Dios, el poder de Dios puede operar a través de tal hombre. Pablo aprendió esta verdad: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Por sus propios recursos y fuerzas, el hombre no está capacitado para salvarse, asistir en la salvación de otros, liderar a la iglesia y su familia, crecer espiritualmente y fortalecer a otros, pasar las pruebas y tentaciones, y encontrar su camino al cielo y permanecer en él. Pero las Buenas Nuevas es que Dios no ha requerido que el hombre haga eso por sí mismo; el cristianismo no es un asunto de logro personal, sino de sumisión a Dios; no es un asunto de perfección infalible, sino de fidelidad.

Ya que la gracia de Dios acompaña al hombre en su camino de obediencia antes y durante el cristianismo, entonces podemos tener esperanza (cf. 1 Juan 1:7-9). Si nuestra salvación presente y futura se basara fundamentalmente en nuestra ejecución, entonces nadie pudiera alcanzar el cielo; siempre hay algo que el hombre no conoce o no ha hecho. Solamente Jesús puede guiarnos al cielo ya que Él descendió del cielo (Juan 6:51), conoce el camino al cielo y es el camino al cielo (Juan 14:6). Pablo aprendió esto y declaró: “[Y]o sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12). La gracia de Dios nos permite entrar en comunión espiritual con Dios en esta tierra, y nos permite entrar en comunión eterna con Dios en el más allá. Como Peter Forsyth declaró, “[e]l cristianismo no es el sacrificio que hacemos, sino el sacrificio que confiamos; no es la victoria que ganamos, sino la victoria que heredamos” (en Bloesch, 1988, p. 8).

CONCLUSIÓN

La gracia de Dios; ¡qué concepto tan asombroso, sublime y hermoso! Después de estudiar la gracia por medio de las Escrituras, el hombre solamente puede conmoverse ante su profundidad. La gracia de Dios fuera un concepto increíble si no se lo pudiera leer en el Libro de Aquel que la concede. Pero la gracia no es un concepto demasiado bueno para ser cierto; realmente es un concepto demasiado bueno para no ser cierto. La gracia es lo que nadie puede ganar, merecer o comprar, pero es lo que todos necesitan y pueden acceder por los méritos de Cristo.

El hombre que se somete a la gracia llega a tener acceso a un regalo que nunca deja de recibir—ya que tal regalo se basa en la naturaleza eterna del Dios de amor (1 Juan 4:8). La fe llegará a su fin cuando veamos el rostro de Dios; la esperanza será satisfecha cuando recibamos la herencia; pero incluso en el cielo todavía seremos beneficiaros de la gracia eterna de Dios. Desde la primera gota de rocío que cayó sobre la tierra en el principio hasta el gozo que disfrutaremos en la morada eterna, todo es un regalo “del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).

Un regalo tan valioso como la gracia también demanda responsabilidades nobles. Se debe oír a la gracia, aprender de la gracia, obedecer a la gracia, amar a la gracia, predicar a la gracia y vivir según la gracia. Por otra parte, es una desgracia de proporciones eternas no recibir la gracia. ¿Qué hará usted con la gracia asombrosa de Dios?

Referencias

Allen, Diogenes (2006), Rastros de Dios [Traces of God] (Cambridge, MA: Cowley).

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