Homosexualidad: Aquí Nos Separamos

La llamada telefónica fue como cualquier otra que hemos recibido en nuestras oficinas. Alguien había leído un artículo en nuestro sitio Web y quería hablar con alguien en cuanto a eso. En el curso de la conversación, el joven habló apasionadamente sobre sus creencias, defendiendo lo que creía que era correcto. Algo de 15 minutos después, hizo el siguiente comentario: “Sí, yo siento que debo hablar y ser escuchado, igualmente como los homosexuales que desean iguales derechos”. Hasta ese momento estuvimos teniendo una conversación saludable y pudimos transmitir varios enfoques e ideas. Pero con esas palabras, nuestra conversación tomó un curso diferente. Le dije a ese joven que en ese punto él y yo “definitivamente íbamos por caminos diferentes”. (Obviamente él no estaba familiarizado con nuestra posición sobre este tema en Apologetics Press).

El joven me preguntó si es que estaba bromeando. Con asombro, comentó que no podía creer que yo no quería que toda la gente “tuviera iguales derechos”. Yo le aseguré que todas las personas fueron creadas a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27), pero que eso no ha impedido que la gente cometa actos que Dios no aprueba (e.g., la violación, el homicidio y el hurto). Luego el cuestionó mi amor por otros, y preguntó: “¿Cómo puede alguien que profesa el cristianismo tratar a otros con tal desprecio?”. Tristemente, el mundo ha hecho un trabajo excelente en enseñar a este joven que cualquiera que no acepta la homosexualidad es culpable del peor tipo de pecado—el pecado de la intolerancia. Le aseguré que me esfuerzo por tratar a todos los seres humanos de una manera amorosa, pero eso no significa que yo (o más importante, Dios) apruebe sus acciones. Nuestra conversación continuó por otros 15 minutos más, mientras yo continuaba recordándole que, sin importar dónde lea en la Biblia, la Palabra de Dios considera las prácticas homosexuales como pecaminosas (vea Levítico 18:22; Romanos 1:26-32; 1 Corintios 6:9-11). Continué reiterando el punto que el pecado nos separa de Dios (Isaías 59:1-2), y como tal, los que continúan practicando tales actos sin arrepentirse pasarán la eternidad en tormento.

Una y otra vez, este joven continuó cuestionando por qué no estaba de acuerdo que algunos tuvieran igual derecho de casarse con el mismo sexo. Y una y otra vez, yo declaré que lo que yo quería o pensaba realmente no importaba. En cambio, Dios había establecido un plan, y nosotros, como cristianos obedientes, debemos seguir ese plan. El joven señaló que las leyes probablemente reconocerán pronto los matrimonios entre el mismo sexo como uniones legítimas. Le respondí que, desafortunadamente, tal vez eso era cierto, pero señalé que las leyes no cambiarían esta abominación ante los ojos de Dios (por ejemplo, considere el aborto legalizado). Al cambiar su táctica, él trató de desacreditar la Biblia, pero pronto se dio cuenta que eso no funcionaría. Al buscar alguna forma de apoyar su posición, señaló que la “mayoría” de los norteamericanos ahora acepta a las parejas homosexuales. Señaló los ejemplos que se presentan en los medios de comunicación. Le dije que estaba informado de que los programas se sentían obligados a tener un tono “homosexual” para agradar a la “corrección” política. Pero también le señalé que yo tenía la obligación de mantener tales materiales y programas fuera del alcance de mi familia. El hecho que Hollywood apruebe algo, no quiere decir que tal actividad tenga algún crédito. Pacientemente le hice recordar que el hecho que la mayoría acepte algo (e.g., el aborto, el divorcio), no significa que eso sea correcto. Cité Mateo 7:13-14 y mencioné que los cristianos nunca estarán en la mayoría. Debemos ser transformados, no conformados (Romanos 12:2). Él rió, y preguntó cómo podía creer en un Dios que enviara a la mayoría de gente al infierno. Le dije que Dios no solamente es amoroso, sino también justo. Tristemente, la sociedad ha representado erróneamente a Dios como alguien tan “amoroso” que aceptará a todos con todas sus acciones. Le aseguré que aunque la sociedad pueda continuar dando las espaldas a Dios y Sus edictos divinos, eso no cambia el hecho que un día cada rodilla se doblará ante Su presencia (Filipenses 2:10).

Él joven señaló que los norteamericanos están llegando a ser más tolerantes; yo repetí que eso no cambiaba nada. Considere la manera en que la sociedad ve el matrimonio y el divorcio. Los matrimonios múltiples son comunes. De hecho, hace algún tiempo atrás, cuando estuve en el aeropuerto, un hombre en frente de mí rió fuertemente y dijo a sus compañeros: “¿Quién no tiene una ex esposa en este tiempo?”. ¡Qué comentario tan trágico en cuanto a nuestra sociedad! Le dije al joven que los homosexuales tenían la capacidad de permanecer célibes—así como los que se han divorciado por alguna razón no-escritural. Este joven no podía creer lo que estaba oyendo; el dijo: “No puedes estar hablando en serio”. Le dije que la recompensa en la eternidad excedía completamente cualquier placer terrenal.

Luego este joven señaló que pensaba que era irónico que Dios hubiera permitido que los homosexuales “nacieran de esa manera”. Desde luego, él no estaba informado que mi campo de estudio era la anatomía y neurobiología. Rápidamente le informé que los científicos han completado el genoma humano, y que no se había encontrado ningún gen “homosexual”—lo cual es muy interesante, si se tiene en cuenta el dinero y tiempo empleado con el fin de encontrar tal gen. La sociedad quiere que la gran mayoría crea que estas personas “no pueden cambiar”, pero según la ciencia, no hay sostenimiento para apoyar la idea que tales personas “nacieron así”. Terminamos con su pregunta en cuanto a que si yo creía que Dios enviara a la gente al infierno simplemente porque ellos actúan basados en los “sentimientos” que tienen por el mismo sexo. Él no anticipó mi respuesta. Le dije: “Sí, ¡ya que la Biblia dice que eso es exactamente lo que Él hará!” (cf. Apocalipsis 21:8).

Amigos, ya se ha escuchado por mucho tiempo a la minoría homosexual; ¡el tiempo de ellos ya ha terminado! Es tiempo que los cristianos hagan recordar al mundo la definición del pecado. ¿Cuánto tiempo nos quedaremos sentados y permitiremos que se legislen leyes que destruyan el plan original de Dios para la familia? ¿Cuánto tiempo continuaremos apoyando programas o canales que promueven abiertamente las relaciones homosexuales? ¿Hemos sido tan intimidados que hemos olvidado completamente lo que la Palabra de Dios dice sobre el tema? ¿Han tenido éxito los homosexuales en representar a todos los que no aceptan su movimiento como gente culpable de “crímenes de odio”? Desaprobamos la idea de que las dominaciones instituyan “obispos” homosexuales, pero ¿qué pasa si un homosexual quiere trabajar con los jóvenes en la congregación local? ¿Seremos pasivos? Si los matrimonios homosexuales son aceptables, entonces, ¿por qué no legalizar el bestialismo, la pedofilia y la poligamia? Después de todo, estos son simplemente individuos que quieren “iguales derechos”. ¿Cuánto esperaremos para hablar e informar al mundo que los actos homosexuales son pecados que producen muerte espiritual (Romanos 6:23; Santiago 1:13-15)? Este joven me calificó como fundamentalista. Si ser “fundamentalista” significa esforzarse diligentemente por seguir las directrices que la Biblia establece, entonces le agradezco por ese cumplido.