¿Irán Todas las Personas Buenas al Cielo?

Pregunta:

“He escuchado que todas las personas buenas van al cielo. ¿Es esto cierto?”.

Respuesta:

Se debe admitir que hay muchas personas buenas y morales en el mundo—en nuestros vecindarios, el trabajo y la escuela. Así que esta es una pregunta que muchas personas reflexivas pueden hacer.

Para responder adecuadamente esta pregunta, debemos definir qué es una persona “buena” en relación al aspecto espiritual. La definición humana de “bueno” es diferente a lo que Dios define en la Biblia como “bueno” en relación a la entrada al cielo. Ya que la determinación humana de lo que es “bueno” no tiene relevancia en la entrada de alguien al cielo, es necesario que hagamos dos cosas: (1) aprender de la Biblia—la Palabra de Dios, especialmente del Nuevo Testamento o el Evangelio (bajo el cual el hombre vive hoy)—lo que Dios considera como “bueno” en relación a la entrada al cielo; y (2) aplicar tal información bíblica a nosotros mismos antes de que sea demasiado tarde.

Si se toma como regla la definición de “bueno” de cualquier persona, se pudiera decir que Cornelio era una persona “buena”. “Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre” (Hechos 10:1-2; cf. 22). Sin embargo, este hombre “bueno” todavía necesitaba la salvación. Por ende, Dios envió al apóstol Pedro para que transmitiera el mensaje del Evangelio a Cornelio: “…nos contó cómo había visto en su casa un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa” (Hechos 11:13-14).

De esto aprendemos que simplemente ser una persona buena no capacita a nadie para entrar al cielo. La razón por la cual Jesús vino a la Tierra fue porque toda la humanidad ha cometido pecado. “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). “[P]or cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

Si Jesucristo no hubiera venido y hecho el sacrificio de Sí mismo por los pecados de la humanidad, incluso la gente “buena” estaría perdida. Pero a pesar de lo que Jesús hizo por la humanidad, la gente “buena” que no obedece al Evangelio de Cristo seguirá perdida. “[Y] a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:7-9, énfasis añadido; cf. 1 Pedro 4:17).

Jesucristo es el Autor de la salvación para todos aquellos que Le obedecen: “[Y] habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:9). La obediencia guía a la justicia (Romanos 6:16). Jesús declaró de manera resumida la obediencia de fe por la cual los pecados son removidos: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16). Después del bautismo (Hechos 2:41), Jesús añade a los salvos a la iglesia (Hechos 2:47). Estas personas son aquellas que si permanecen fieles hasta la muerte, obtendrán la corona de la vida o el cielo: “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10, énfasis añadido). La “corona de la vida” hace referencia a la recompensa celestial.

Solamente los “justos” (lo cual tiene que ver con la justificación ante Dios según Sus propios términos) pueden entrar al cielo (2 Pedro 3:13). “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).

No es suficiente ser una persona “buena” según el estándar humano para entrar al cielo (Tito 3:5). El Señor indicó que la mayoría de personas (Mateo 7:13-14) se perderá eternamente, e incluso algunos pensarán que entrarán al cielo en el Juicio Final, pero ellos serán tristemente y eternamente desilusionados (Mateo 7:21-23).

A menudo el hombre remplaza la justicia de Dios por su propia “justicia”: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Romanos 10:3).

Ser moralmente “bueno” no abrirá a nadie las puertas del cielo—aunque aquellos a quienes Dios permita la entrada al cielo deben ser moralmente buenos (1 Corintios 6:9-10; Gálatas 5:19-21). Cada persona debe obtener el perdón de pecados en la llegada al cristianismo—al oír la Palabra que produce fe bíblica (Romanos 10:17), creer que Jesús de Nazaret es el Mesías, el Cristo e Hijo de Dios (Juan 8:24), arrepentirse de los pecados pasados (Lucas 13:3), reconocer voluntariamente ante otros su confianza en Cristo (Mateo 10:32; Romanos 10:9-10) y ser bautizada (sumergida, Romanos 6:3-5; Colosenses 2:12) para la remisión de pecados (Hechos 2:38; 22:16) y el lavamiento de la conciencia (1 Pedro 3:21; Romanos 3:25). Los que son cristianos pueden recibir perdón de sus pecados a través de la oración y el arrepentimiento (Hechos 8:22; 1 Juan 1:9). La sangre de Cristo cubre las flaquezas de los cristianos mientras ellos se esfuerzan por andar en la luz (1 Juan 1:7).