La Biblia y la Cremación de Cuerpos
Pregunta:
“Debido al costo implicado en el entierro de un cuerpo, más personas están optando por una última voluntad que incluye la cremación de sus cuerpos después de la muerte. Además, otras personas desean tener acceso a las cenizas de los cuerpos de sus seres queridos como elementos que promuevan la fortuna o protección. ¿Qué dice la Biblia en cuanto a la cremación, y cuál debería ser la respuesta cristiana?”.
Respuesta:
Esta es una pregunta compuesta, y por ende la respuesta debe cubrir los varios aspectos de la pregunta.
Primero, se debe entender el concepto. “Cremación” viene del latín cremare, que significa “quemar”. Hace referencia al “proceso por el cual se reduce algo a cenizas”, en este caso, el cuerpo de una persona muerta. La práctica estándar entre los israelitas del Antiguo Testamento (e.g. Génesis 23:3-4) y del Nuevo Testamento (e.g., Mateo 26:12) era la sepultura de los cuerpos. Sin embargo, se puede encontrar algunas excepciones. Por ejemplo, los hombres valientes de Jabes de Galaad cremaron parcialmente los cuerpos de Saúl y sus hijos (a quienes los filisteos habían desmembrado), y luego sepultaron los huesos (1 Samuel 31). En este caso parece que la cremación tuvo una connotación honrosa, ya que los cuerpos muertos de estos príncipes no estaban intactos. La “cremación”, como método estrictamente funerario, tiene una naturaleza neutral, y no hay nada en la Biblia que la condene. De hecho, las Escrituras no prescriben nada en cuanto al método esperado o requerido como costumbre funeraria.
Segundo, se debe entender que desde un punto de vista físico y real, no hay mucha diferencia entre la cremación y la sepultura. En ambos casos, se comienza con un cuerpo inerte y se termina con polvo. Alguien puede decidir enterrar el cuerpo de un ser querido, pero no puede evitar que tal cuerpo se descomponga y finalmente regrese al polvo (Eclesiastés 12:7). Otra persona puede decidir cremar el cuerpo de un ser querido, y el proceso producirá polvo de ceniza. La diferencia simplemente está en el tiempo que demora el proceso.
Tercero, desde un punto de vista espiritual y eterno, no hay diferencia en absoluto entre ningún método funerario. Algunos se oponen a la cremación debido a un entendimiento erróneo concerniente a la resurrección final de los muertos a la venida del Señor (1 Corintios 15:35-55). Lo cierto es que la preservación del cuerpo físico no tiene relevancia en este tema; “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15:50). La cremación de ninguna manera propone un desafío al poder de Dios para resucitar a los muertos en el día postrero (1 Tesalonicenses 4:16). Cuando la “trompeta” suene, Dios podrá resucitar con un cuerpo transformado a todos aquellos que han sido aserrados, muertos a filo de espada, quemados, etc. (cf. Hebreos 11:35-37).
Cuarto, en cuanto al uso de las cenizas con propósitos de fortuna y protección, la Biblia claramente condena las prácticas de brujería, superstición e invocación de muertos (Deuteronomio 18:9-14; Isaías 8:19). Por ende, se condena el uso de las cenizas de un muerto como un “amuleto”, no por la naturaleza misma de la cremación, sino por la confianza que se desvía de Dios para ponerla en una persona muerta. Una vez que una persona ha cruzado el umbral de la muerte, no hay nada que pueda hacer a favor de los que han quedado atrás (Lucas 16:19-31).
Finalmente, aunque también es oportuno considerar otros aspectos (por ejemplo, ¿cuál es el concepto social general en cuanto a la cremación? ¿Tiene alguna connotación oscura? ¿Está vinculada a ritos y ceremonias espiritistas?, etc.) para tomar una decisión más informada al respeto, se debe concluir que el método funerario es un asunto de decisión y preferencia personal. Los que están lidiando emocionalmente con la muerte de un ser querido no deberían ser abrumados adicionalmente si optan por la cremación debido a la importunidad económica u otras razones prácticas.
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