La Destrucción Justa del Pueblo Cananeo
En la década de 1930 y 1940, el régimen nazi cometió genocidio gubernamental de lo que llamó “razas inferiores”. De los aproximadamente nueve millones de judíos que vivían en Europa a comienzos de la década de 1930, algo de seis millones fueron exterminados. Los nazis mataron aproximadamente a un millón de niños judíos, dos millones de mujeres judías y tres millones de hombres judíos. Se hizo morir de hambre a los judíos, se les llevó a cámaras de gas, y se hizo experimentos en ellos como a animales. Además, el régimen nazi de Adolfo Hitler mató a otros tres millones de polacos, soviéticos, gitanos y personas discapacitadas (vea “Holocausto”, 2011). La mayoría de personas racionales, incluyendo a los cristianos y muchos ateos (e.g., Antony Flew, Wallace Matson), ha interpretado las acciones nazis como lo que fueron: crueles, insensibles y nefandas.
Algo de 3,400 años antes del Holocausto, el Dios de la Biblia mandó a los israelitas a “destruir a todos los moradores de la tierra” de Canaán (Josué 9:24). Ellos debían conquistar, matar y arrojar a los heteos, gergeseos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos (Éxodo 23:23; Deuteronomio 7:1-2; Josué 3:10). Se nos informa que, después de cruzar el Río Jordán, los israelitas “destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad [de Jericó] había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los asnos… Y consumieron con fuego la ciudad, y todo lo que en ella había” (Josué 6:21,24). Ellos también destruyeron “por completo a todos los moradores de Hai” (Josué 8:26), matando a 12,000 hombres y mujeres, y colgando a su rey (8:25,29). En Maceda y Libna, no dejaron nada (Josué 10:28,30). En Laquis hirieron a todos “a filo de espada” (10:32). Luego los israelitas conquistaron Gezer, Eglón, Hebrón, Debir y Hazor (10:33-39; 11:1-15). “Asimismo tomó Josué todas las ciudades de aquellos reyes, y a todos los reyes de ellas, y los hirió a filo de espada, y los destruyó, como Moisés siervo de Jehová lo había mandado” (Josué 11:12).
Dios mandó a los israelitas a matar miles, tal vez millones, de personas por toda la tierra de Canaán. Fue un genocidio en el sentido de que fue una exterminación planeada y sistemática limitada a una cantidad de naciones en un área relativamente pequeña en el Medio Oriente (cf. “Genocidio”, 2000; cf. también “Genocidio”, 2012). Pero no fue una guerra contra una raza particular o grupo étnico. Ni tampoco se mandó que los israelitas mataran a las naciones cananeas si es que ellas huían de la Tierra Prometida. Los israelitas debían desalojar a las naciones de esa tierra (matando a todos los que ponían resistencia al desalojo), pero no se les instruyó aniquilar a una raza o grupo étnico particular de la faz de la Tierra.
Pero muchos consideran como un problema los mandamientos divinos de conquistar y destruir a las naciones cananeas. ¿Cómo pudo un Dios amoroso instruir a un grupo de personas a matar y conquistar a otro grupo? El crítico del cristianismo más conocido en los Estados Unidos a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, Thomas Paine (uno de los pocos padres fundadores de Norteamérica que no reclamó ser cristiano), llamó al Dios del Antiguo Testamento “el Marte de los judíos, el Dios guerrero de Israel”, Quien fue “escandaloso, despreciable y vulgar” (Paine, 1807). Dos siglos después, Richard Dawkins (que se pudiera decir que hoy es el ateo más famoso en el mundo), publicó su libro, El Espejismo de Dios, que pronto llegó a ser un récord de ventas. Una de las frases más citadas de este escrito es de la página 31, donde Dawkins llamó a Dios un “matón racista, infanticida, genocida…, caprichosamente malvado” (2006). Según un buscador en línea, se encuentra esta cita (en parte o en totalidad) aproximadamente un millón de veces en la red. Lo cierto es que los que critican al Dios de la Biblia tienden a repetir la acusación que, debido a Su instrucción a los israelitas para matar a millones de personas en su conquista de Canaán, el Dios de la Biblia (supuestamente) ha mostrado ser un “monstruo malvado”, descontrolado, vergonzoso, ofensivo y genocida (Dawkins, p. 248; cf. Hitchens, 2007, p. 107).
¿FUE INMORAL LA CAMPAÑA DE DIOS CONTRA CANAÁN?
¿Cómo pudo un Dios supremamente bueno (Marcos 10:18), amoroso (1 Juan 4:8) y perfectamente santo (Levítico 11:44-45) ordenar que los israelitas mataran con espadas a muchos seres humanos, sin dejar a ninguno en Canaán? ¿No es esto una exterminación planeada y sistemática de naciones que es equivalente a las acciones homicidas de los nazis en las décadas de 1930 y 1940, como los ateos y otros críticos del cristianismo quieren que creamos? En realidad, las acciones de Dios en la conquista de Canaán estuvieron en armonía perfecta con Su amor, misericordia, justicia y santidad suprema.
El Castigo de los Malvados No Es Despiadado
Así como los padres, directores, oficiales y jueces misericordiosos pueden administrar justamente castigos para los que quebrantan las leyes, el Creador omnisciente y amoroso puede hacerlo. Los padres y maestros amorosos han administrados castigos adecuados a los niños por muchos años (cf. Proverbios 13:24). Los oficiales misericordiosos, quienes constantemente están salvando las vidas de personas inocentes, tienen la autoridad (de Dios y del gobierno—Romanos 13:1-4) de matar al malvado que mata a otros. Los jueces justos tienen la autoridad de sentenciar a muerte a un violador de niños. El amor y el castigo corporal o el castigo capital no son opuestos. Antes de conquistar Canaán, Dios mandó a los israelitas, diciendo:
No aborrecerás a tu hermano en tu corazón… No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo… Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo (Levítico 19:17-18,33-34; cf. Romanos 13:9).
Se esperaba que el judío fiel, como también en el caso del cristiano, no resistiera “al que es malo” (Mateo 5:39), sino llevara carga por una milla más (Mateo 5:41) y volviera la otra mejilla (Mateo 5:39). Después de todo, “el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10; cf. Mateo 22:36-40). De manera interesante, se mandó que los israelitas castigaran (incluso mataran) a los que quebrantaban la ley. Solamente cinco capítulos después de mandar que los israelitas no se vengaran, sino que amaran a sus prójimos como a sí mismos (Levítico 19:18), Dios dijo dos veces que los homicidas debían recibir la pena de muerte (Levítico 24:17,21).
La Maldad de los Habitantes de Canaán
Las naciones cananeas fueron castigadas debido a su maldad extrema. Dios no arrojó a los cananeos por ser de un grupo étnico particular. Dios no envió a los israelitas a la tierra de Canaán para destruir a naciones justas. Al contrario, las naciones cananeas eran terriblemente depravadas. Tenían “costumbres abominables” (Levítico 18:30) y hacían “abominaciones” (Deuteronomio 18:9). Practicaban la idolatría, la brujería y la adivinanza. Intentaban hechizar a la gente e invocar a los muertos (Deuteronomio 18:10-11).
Sus “prácticas idolátricas eran brutales y completamente licenciosas” (Unger, 1954, p. 175). Sus “deidades…no tenían carácter moral en absoluto”, lo cual “hubiera producido los peores rasgos en sus devotos y les hubiera dado licencia para realizar las prácticas más inmorales del tiempo”, incluyendo la desnudez sensual, la adoración de naturaleza orgiástica, la adoración a serpientes e incluso el sacrificio de niños (Unger, 1954, p. 175; cf. Albright, 1940, p. 214). Como Moisés escribió, los habitantes de Canaán “aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses” (Deuteronomio 12:30). Las naciones cananeas no eran inocentes. En cambio, “[l]os cultos cananeos eran completamente inmorales, decadentes y corruptos, peligrosamente contaminadores, y justificaban completamente el mandamiento divino a destruir a tales devotos” (Unger, 1988). Los cananeos eran tan nefarios que Dios dijo que habían contaminado la tierra, y que la tierra no podía contenerles más—“la tierra vomitó sus moradores” (Levítico 18:25). [NOTA: Israel era una nación imperfecta (como todas las naciones lo son), pero Dios todavía le usó para castigar a los cananeos. Sin embargo, Dios advirtió a los israelitas antes de entrar a Canaán que si ellos dejaban Su ley, también serían castigados severamente (Deuteronomio 28:15et.seq.). De hecho, así como Dios usó a los israelitas para juzgar a los habitantes de Canaán en el tiempo de Josué, usó a las naciones paganas de Babilonia y Asiria para juzgar y conquistar a Israel cientos de años después].
La Paciencia de Dios
A diferencia de las reacciones insensatas, impulsivas y precipitadas de los hombres (Proverbios 14:29), el Señor es “lento para la ira, y grande en misericordia” (Salmos 145:8). Es “paciente…, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Después de recordar a los cristianos en Roma que el Antiguo Testamento era “para nuestra enseñanza…, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”, el apóstol Pablo hizo referencia a Dios como “el Dios de la paciencia” (Romanos 15:4-5). A través del Antiguo Testamento, la Biblia describe a Dios como paciente.
Aunque en el tiempo de Noé “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y…todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5), “esperaba la paciencia de Dios” (1 Pedro 3:20). (Es como si Dios hubiera dilatado el Diluvio por 120 años mientras el mensaje de Su Espíritu de justicia predicaba al mundo malvado—Génesis 6:3; 2 Pedro 2:5). En el tiempo de Abraham, Dios determinó perdonar a la ciudad impía de Sodoma si solamente se encontraran 10 justos allí.
¿Pero qué acerca del tiempo previo a la destrucción de las naciones cananeas? ¿Decidió Dios rápidamente desalojarlas de la tierra? ¿Respondió a la maldad de la gente como un hombre loco, impulsivo y sin control? ¿O fue paciente, como la Biblia declara y ejemplifica repetidamente? De hecho, Dios esperó. Esperó más de cuatro siglos para juzgar a los habitantes de Canaán. Aunque los amorreos ya eran personas malvadas para el tiempo de Abraham, Dios esperó para dar a los descendientes del patriarca la Tierra Prometida. Esperó hasta que los israelitas hubieran estado en Egipto por cientos de años, ya que para el tiempo que Dios habló con Abraham, no había “llegado a su colmo la maldad del amorreo” (Génesis 15:16). [NOTA: “Los amorres eran una tribu tan numerosa y poderosa en Canaán que algunas veces se les nombraba como la totalidad de sus habitantes antiguos, como es el caso aquí” (Jamieson, et.seq., 1997)]. En el tiempo de Abraham, los habitantes de Canaán no habían llegado al punto de degeneración como para que Dios les juzgara. Sin embargo, para el tiempo de Josué (más de 400 años después), la iniquidad cananea había llegado a su colmo, y Dios usó al ejército de Israel para destruirles.
Sí, Dios es paciente, pero Su paciencia no espera “eternamente”. Su paciencia con los pecadores impenitentes finalmente llegará a su fin. Llegó a su fin para el mundo malvado del tiempo de Noé. Llegó a su fin para Sodoma y Gomorra en el tiempo de Abraham. Y finalmente llegó a su fin para los habitantes de Canaán, a quienes Dios destruyó justamente.
¿Qué Acerca de los Niños Inocentes?
Los niños de Canaán no eran culpables de los pecados de sus padres (cf. Ezequiel 18:20); eran seres humanos inocentes y preciosos (cf. Mateo 18:3-5; vea Butt, 2003). Así que, ¿cómo pudo Dios quitar justamente las vidas de niños que no saben “lo bueno ni lo malo” (Deuteronomio 1:39)? Lo cierto es, como Dave Miller ha señalado adecuadamente, “[i]ncluir a los niños en la destrucción de tales poblaciones realmente evitó que ellos experimentaran una condición peor—la de ser criados para convertirse en tan malvados como sus padres y por ende enfrentar el castigo eterno. Según la Biblia, todas las personas que mueren en la infancia son bienvenidas al paraíso, y finalmente residirán en el cielo. Los niños que tienen padres malvados naturalmente sufren inocentemente mientras están en la Tierra (e.g., Números 14:33)” (Miller, 2009). Dios, el que da vida (Hechos 17:25; Eclesiastés 12:7), es el Único que tiene el derecho de quitar la vida de Su creación (según Sus propósitos justos). En algunos puntos de la historia, Dios quitó la vida de hombres basado en Su juicio justo. En otros casos (como en el caso de los niños), tomó la vida de personas según razones misericordiosas. [NOTA: Para una discusión extensa sobre la relación entre (1) la bondad de Dios, (2) la atrocidad contradictoria del ateísmo y (3) la muerte de niños por mandato/conducto divino a través de la historia, vea Butt, 2009].
CONCLUSIÓN
Aunque frecuentemente se escucha las críticas de los enemigos de Dios en cuanto a la conquista israelita de Canaán, tal conquista estuvo en armonía con la naturaleza perfectamente amorosa, santa y justa de Dios. Después de esperar pacientemente por cientos de años, Dios finalmente usó a los israelitas para juzgar a los cananeos malvados. Simultáneamente, evitó que los niños enfrentaran mucho más que la muerte física—el horror de crecer en una cultura reprensible y llegar a ser como sus padres hedonistas—y les dio la bienvenida en el lugar maravillo libre de dolor llamado el paraíso (Lucas 16:19-31; 23:43).
Referencias
Albright, William (1940), Desde la Edad de Piedra Hasta el Cristianismo [From the Stone Age to Christianity] (Baltimore, MD: Johns Hopkins).
Butt, Kyle (2003), “¿Van los Bebés al Infierno Cuando Mueren?” [“Do Babies Go to Hell When They Die?”], Apologetics Press, http://www.apologeticspress.org/apcontent.aspx?category=13&article=1201.
Butt, Kyle (2009), “¿Es Dios Inmoral por Matar a Niños Inocentes?” [“Is God Immoral for Killing Innocent Children?”], Apologetics Press, http://www.apologeticspress.org/article/260.
Dawkins, Richard (2006), El Espejismo de Dios [The God Delusion] (Nueva York: Houghton Mifflin).
“Genocidio” [“Genocide”] (2000), El Dicccionario de la Herencia Americana del Idioma Inglés [The American Heritage Dictionary of the English Language] (Boston, MA: Houghton Mifflin), cuarta edición.
“Genocidio” [“Genocide”] (2012), Diccionario En-Línea Merriam-Webster [Merriam-Webster Online Dictionary], http://www.merriam-webster.com/dictionary/genocide.
Hitchens, Christopher (2007), Dios No Es Grande [God Is Not Great] (Nueva York: Twelve).
“Holocausto” [“Holocaust”] (2011), Encyclopedia.com, http://www.encyclopedia.com/topic/Holocaust.aspx#1.
Jamieson, Robert, et.al. (1997), Comentario de Jamieson, Fausset y Brown [Jamieson, Fausset, Brown Bible Commentary] (Base Electrónica: Biblesoft).
Miller, Dave (2009), “¿Ordenó Dios que Se Matara a Bebés?” [“Did God Order the Killing of Babies?”], Apologetics Press, http://www.apologeticspress.org/apcontent.aspx?category=13&article=2810.
Paine, Thomas (1807), “Ensayo sobre el Sueño” [“Essay on Dream”], http://www.sacred-texts.com/aor/paine/dream.htm.
Unger, Merrill (1954), Arqueología y el Antiguo Testamento [Archaeology and the Old Testament] (Grand Rapids, MI: Zondervan).
Unger, Merrill (1988), “Canaán” [“Canaan”], El Nuevo Diccionario Bíblico de Unger [The New Unger’s Bible Dictionary] (Base Electrónica: Biblesoft).
Derechos en español © 2013 por www.ebglobal.org. Traducción por Moisés Pinedo. Título original en inglés, “God's Just Destruction of the Canaanites”, en Reason & Revelation, 33[5]:57-59.