La paz que Jesús ofrece

Resumen

Dios ofrece paz, prosperidad y seguridad como nadie más puede ofrecer, pero estas son ofrecidas en Su cuerpo: la iglesia.

Indira Gandhi, ex primera ministra de la India, dijo: «El deseo de la paz es universal».[1] Tal vez el deseo sea intenso porque la condición es rara.

Una vez un cínico dijo: «La paz es el momento glorioso breve en la historia cuando todos están tranquilos recargando sus armas». En los últimos 3000 años, el mundo ha tenido paz por un total de 286 años (el 8% del tiempo). En 14 531 guerras, se ha matado a algo de 3 640 000 000 de personas. Se han quebrantado más de 8000 acuerdos de paz.[2]

Lo que se aplica al estado del mundo también se aplica a los corazones de la gente. De hecho, las guerras en el corazón producen guerras en las familias, naciones e iglesias. Si podemos enmendar suficientes corazones, entonces podemos enmendar el mundo.

El cristianismo es la religión de paz (Isaías 2:4; Mateo 5:9). Algunos han manchado el nombre del cristianismo con violencia, pero ellos no han sido representantes del Príncipe de Paz, así como los «indios» del Motín del Té de Boston no representaron a la gente nativa de Norteamérica.

¿Cómo presenta la Biblia la paz que Jesús concede?

Los cristianos son ovejas en las manos del Pastor

Jesús dijo: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre» (Juan 10:27-29; cf. Isaías 49:2).

En cada generación, la gente mala maltrata, abusa y persigue a la gente buena (2 Timoteo 3:8, 13). Dios protege a los cristianos en respuesta a sus oraciones (Mateo 6:13; cf. Hechos 26:17-18; 2 Timoteo 4:17), aunque a veces permite que la fe de ellos sea puesta a prueba (1 Corintios 3:12-15). Pero, al final, los malos no pueden destruir al hijo de Dios. Jesús dijo: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno» (Mateo 10:28).

Un reto para los pastores es la tendencia que las ovejas tienen a vagar. Pocos pastores pudieran decir que nunca han perdido una oveja, debido a las bestias salvajes, el clima severo o los ladrones. Pero Jesús nunca nos perderá en el terreno peligroso de la vida, sea debido a las bestias de la persecución, el clima severo de los corazones malos o las manos de hurto del diablo. Nosotros podemos abandonarlo (1 Timoteo 5:12; Gálatas 5:4) y vagar (2 Pedro 2:20-22), pero Él nunca nos abandonará si nosotros permanecemos bajo Su cuidado (Juan 10:1-10; 17:11-12).

Esta promesa brinda gran paz a los cristianos en medio de esta generación perversa (Hechos 2:40). Pablo preguntó: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?» (Romanos 8:35). La respuesta es: «¡Nadie!». La familia no puede hacerlo; los amigos no pueden hacerlo; los extraños no pueden hacerlo; los enemigos no pueden hacerlo; y Satanás no puede hacerlo.

Jesús fue un carpintero (Mateo 13:55; Marcos 6:3), y los carpinteros tienen manos fuertes. Usar un martillo, cargar madera, cortar tablas y construir muebles desarrollan la fuerza. Aunque las manos de Jesús ya no hacen trabajo físico, las garras del diablo no pueden igualar Su fortaleza espiritual.

Los cristianos pueden decir con confianza: «Estamos en el camino al cielo» (cf. 2 Timoteo 1:12; 1 Juan 2:3, 5; 4:13; 5:4, 14). Aunque Juan 10:28 no es una promesa para todos (es para las ovejas de Jesús) o incluso para todos los que dicen ser cristianos (es para aquellos que Lo oyen y siguen), es para todos los cristianos fieles.

Pablo dijo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Timoteo 4:7-8). Por la gracia de Dios (cf. Isaías 40:31) y a través de Su fortaleza (Filipenses 4:13), podemos llegar al cielo (Mateo 25:23). Saber esto produce paz que el dinero no puede adquirir.

Los cristianos son manzanos en un bosque

Si se aplica la ilustración del Cantares de Salomón a la esposa de Cristo, se puede decir que esta presenta una descripción consoladora. Esta escritura dice: «Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar» (Cantares 2:3). Un manzano es ensombrecido por los árboles más grandes que absorben humedad y luz solar. Pero ya que es un manzano, su dueño lo cuida especialmente y lo valora más que los otros árboles. No lo descuidará ni dejará que se seque.

Los cristianos en la sociedad son como manzanos en lugares forestales. Ellos pueden parecer corrientes entre los ricos en la comunidad, los talentosos en el trabajo, los poderosos en el gobierno, los inteligentes en el colegio y los populares en las reuniones, pero Dios conoce sus nombres (Lucas 10:20; 2 Timoteo 2:19), escucha sus oraciones (1 Pedro 3:12), protege sus vidas (Mateo 28:20; Hebreos 13:5) y les brinda gozo en sus días (Juan 10:10; Filipenses 4:19; Santiago 1:17). Ellos son fructíferos, produciendo lo que Él desea (Juan 15:1-8). Pronto su Dios los exaltará (1 Corintios 4:5).

Los cristianos son polluelos debajo de las alas de Cristo

Jesús quería juntar a la gente de Jerusalén «como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas» (Mateo 23:37). Aunque ellos no quisieron, los cristianos se han juntado debajo de tales alas. El Salmo 91:4 dice: «Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad».

Los cristianos son «guardados en Jesucristo» (Judas 1) «para su reino celestial» (2 Timoteo 4:18). La madera que es guardada o preservada dura, pero la madera que no es tratada se pudre; los frutos que son preservados duran mucho tiempo después de que la fruta fresca se ha podrido.

Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, salva «perpetuamente a los que por él se acercan a Dios» (Hebreos 7:25). Jesús, nuestro Abogado, presentará a los cristianos sin culpa en el juicio «con gran alegría» (Judas 24). Jesús, nuestro Rey, dirá a los de Su diestra: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo» (Mateo 25:34). Saber esto permite que la paz de Dios gobierne en nuestros corazones (Colosenses 3:15).

Los cristianos son residentes de la ciudad de refugio de Dios

En el antiguo Israel, Dios designó seis ciudades de refugio, tres en cada lado del río Jordán.

Los que mataban a alguien sin intención, debían apresurarse a una de esas ciudades para encontrar protección de los vengadores de la sangre (los familiares que tenían autoridad de tomar la vida del «homicida»; cf. Génesis 9:6; Éxodo 21:23; Levítico 24:17). Si tal persona se quedaba en la ciudad, era protegida. Si dejaba la ciudad, podía ser muerta (Números 35:26-28; Josué 20:1-9).

El vengador espiritual de la humanidad es Satanás (Juan 8:44; Apocalipsis 12:9). Él asecha, buscando devorar (1 Pedro 5:8). Todo el mundo es culpable de homicidio ya que los pecados del hombre mataron a Jesús (Hebreos 6:6). Aunque nosotros no participamos directamente, también hemos pecado, así que somos culpables (Romanos 3:23; 6:23). Si continuamos practicando el pecado, finalmente la muerte nos llegará y caeremos en manos del vengador (2 Tesalonicenses 2:9-12).

La iglesia es la ciudad de refugio de Dios; es un santuario donde no hay condenación (Romanos 8:1). Los que han acudido a Jesús para encontrar protección, también han encontrado consuelo firme (Hebreos 6:17-19). Él «es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmos 46:1, cf. 7, 11; 62:7-8; Proverbios 14:26; 18:10; Juan 15:4-5).

Satanás no puede hacer daño a los que están seguros en la ciudad, así que él trata de atraerlos (Santiago 1:13-15). Las epístolas del Nuevo Testamento fueron escritas inicialmente para exhortar a los cristianos a permanecer en la ciudad, siendo fieles a Cristo en la iglesia (1 Corintios 9:27; 15:58; Hebreos 3:14; 2 Pedro 1:5-11; Apocalipsis 2:10; 22:14). Si lo somos, Satanás no podrá condenarnos (Romanos 5:1-2).

Los cristianos son viajeros en la hendidura de la peña

El que ha sido atrapado en el desierto por una tormenta repentina busca una hendidura o cueva en la peña para ser protegido del viento y el polvo.

Toda persona enfrenta tormentas: problemas de salud, problemas familiares, crisis financieras, pérdida, tragedia, muerte, depresión o aflicción. Tales tormentas son usuales en este mundo lleno de gente pecadora.

Cuando Moisés enfrentó una de estas «tormentas», Dios le dijo: «te pondré en una hendidura de la peña» (Éxodo 33:22). Hoy Él también hace esto por Sus hijos. Nuestros himnos cristianos celebran esta verdad. Augustus Toplady (1776) escribió: «Roca de la eternidad, fuiste abierta para mí». Cleland McAfee (1903) escribió: «Hay un lugar de descanso seguro, cerca del corazón de Dios; un lugar donde el pecado no asecha, cerca del corazón de Dios».

David dijo: «Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio» (Salmos 18:2). «El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará» (Deuteronomio 33:12).

Los cristianos son miembros del cuerpo de Cristo

En Jesús, Sus discípulos tienen paz y ánimo (Juan 16:33).

Frecuentemente las bendiciones de Dios han estado limitadas a ciertos lugares:

  • El árbol de la vida estaba en el huerto del Edén. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Edén, dejaron de tener acceso a las bendiciones del árbol (Génesis 3:24).

  • La salvación del Diluvio estaba en el arca. Todos los que se quedaron afuera perecieron (Génesis 6-9).

  • Cuando los primogénitos de Egipto enfrentaron la plaga de la muerte, hubo protección en las casas donde se aplicó la sangre del cordero pascual (Éxodo 12).

  • Rahab fue salva en la casa que tenía el cordón de grana (Josué 2; 6:25).

  • Pablo dijo en una tormenta: «Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros» (Hechos 27:31).

La paz, la prosperidad y la seguridad están donde Dios las colocó: en la iglesia (Efesios 1:3; 3:21; cf. Salmos 122:7). «Estar en Cristo» es sinónimo de «ser miembro de Su iglesia» (Gálatas 3:26-27; Efesios 1:22-23; 4:4). Algunas de las bendiciones encontradas en Cristo (una frase que Pablo usó algo de 170 veces) incluyen las siguientes:

  • La redención (Romanos 3:24; Colosenses 1:14).

  • La paz (Romanos 5:1).

  • El gozo (Romanos 5:11).

  • La gracia (Romanos 5:17).

  • La vida abundante (Romanos 6:11; Juan 10:10).

  • La vida eterna (Romanos 6:22; Efesios 1:3-13; 1 Juan 5:11).

  • La vida nueva (Romanos 6:4).

  • El perdón (Efesios 1:7).

  • La salvación (2 Timoteo 2:10; Hechos 4:12; Juan 14:6).

Ya que todas las bendiciones espirituales están en Cristo (Efesios 1:3), y ninguna está fuera de Él, entonces debemos estar en la iglesia para tenerlas.

¿Cómo llega alguien a estar en Cristo? Solamente tres escrituras responden esta pregunta, y las tres dicen lo mismo: al ser bautizado en Cristo (Gálatas 3:27; Romanos 6:3; 1 Corintios 12:13).

Una persona llega a acercarse a Cristo al oír el Evangelio (Romanos 10:13-14), creer en el Evangelio (Hebreos 11:6), arrepentirse de sus pecados (Hechos 17:30; Lucas 13:3) y confesar a Cristo. Tal persona llega a estar en Cristo por medio del bautismo.

¿Hay alguna tormenta en su corazón que Jesús deba calmar?

[1] Dhawan, S. K. e Indira Gandhi, Pensamientos selectos de Indira Gandhi [Selected thoughts of

Indira Gandhi] (India: Mittal, 1985), 239.

[2] Guy McGraw; citado en Transforme su preocupación [Turn your worry around] (Carter, Joe, 2018).