Las Inconsistencias del Deísmo

Durante los siglos, el hombre se ha aferrado a diferentes cosmogonías para explicar algunos fenómenos que yacen más allá de la evidencia científica empírica. Por ejemplo, la teoría de la evolución es un esfuerzo ateo por explicar el origen del Universo y el hombre sin recurrir a un ser sobrenatural. Sin embargo, la evolución fracasa lamentablemente ya que requiere en primer lugar un evento sobrenatural para ponerla en marcha (vea Jackson, s.d.). Por otra parte, dentro de las cosmogonías teístas hay una filosofía que tuvo gran apogeo en el siglo XVIII—el deísmo—y cuyas tendencias todavía pueden afectar la mente moderna. Pero ¿qué es el deísmo? ¿Y existe fundamento lógico para sostener este punto de vista?

EL DEÍSMO

El “deísmo” es la “creencia, basada solamente en la razón, en un Dios que creó el universo y luego lo abandonó, sin asumir ningún control sobre la vida, sin ejercer influencia sobre el fenómeno natural y sin dar revelación sobrenatural” (Diccionario…, 2000, p. 479). En otras palabras, el deísmo comienza con lo sobrenatural y rápidamente lo abandona para aferrarse al naturalismo. Esta es la definición moderna del deísmo (el deísmo radical), a diferencia del deísmo clásico del siglo XVIII en Norteamérica, en el que se vinculaba de alguna manera el deísmo con la tradición religiosa y moral judeocristiana (Schultz, 1991, p. 10).

También existen diferentes enfoques deístas en cuanto al suceso sobrenatural primordial: (1) el deísmo que sugiere que un creador dio origen a átomos y moléculas, y les permitió evolucionar de acuerdo a una ley natural (este enfoque comienza con un pseudo-creacionismo y termina con pseudo-evolucionismo); y (2) el deísmo común del siglo XVIII que sugiere que todos los géneros principales fueron creados completamente en un principio, y que desde entonces han continuado desarrollándose (vea Corey, 1994, p. 6).

Independientemente de los diferentes matices del pensamiento deísta, esta filosofía llegó a ser el puente del teísmo al naturalismo. Y en este sentido, el deísmo tiene muchas similitudes con el ateísmo. Alguien ha dicho que el deísta es una persona que simplemente no ha tenido tiempo de llegar a ser un ateo. De hecho, aunque el deísta cree en un “Dios” que puso en funcionamiento todas las cosas, en cuanto a cualquier aspecto práctico presente, su “Dios” no existe, i.e., no puede o no quiere intervenir en los asuntos humanos absolutamente.

LAS TENDENCIAS ATRACTIVAS DEL DEÍSMO

Aunque el deísmo tuvo apogeo en la mente del siglo XVIII, se extinguió generalmente en el siglo XIX (Geisler, 1976, p. 152). Hoy es raro encontrar a un deísta genuino. Pero esto no quiere decir que no se pueda encontrar algunas tendencias deístas entre teístas o incluso entre aquellos que profesan el cristianismo. Algunas de las tendencias “atractivas” del deísmo incluyen las siguientes:

  1. La apelación al teísmo. No muchos están dispuestos a sumergirse completamente en el océano del ateísmo; este océano desprovisto de Dios es profundo, y el que se atreve a nadar en sus aguas a menudo no puede encontrar tierra firme y finalmente termina ahogándose debido a las olas de confusión lógica. En la ausencia de un ser sobrenatural, el ateísmo no puede explicar el origen del Universo, la complejidad de los organismos naturales e incluso la evolución de su mente atea. El deísmo “soluciona” este dilema al sostener una causa inicial sobrenatural.
  2. La apelación al naturalismo. La comunidad incrédula hace mucho tiempo ha dirigido ataques cáusticos contra la religión, especialmente contra la religión cristiana. Ellos han catalogado a sus adherentes como fanáticos supersticiosos desprovistos de racionamiento lógico o charlatanes ignorantes (e.g., Hager, 1957, p. 12). Sin duda, una razón de este criticismo se debe a los eventos sobrenaturales que los cristianos consideran verdaderos, e.g., el Diluvio de Noé, la concepción virginal, la resurrección de Cristo. El deísmo se “evita” muchos de estos criticismos al descartar cualquier intervención sobrenatural (aparte de la creación primordial) en su sistema religioso.
  3. La apelación a la “razón”. Existe un “aura” supuestamente racional que adorna la filosofía deísta. El deísmo comenzó como un énfasis a “razonar” en asuntos de religión (Geisler, 1976, p. 168). Desde luego, este énfasis es necesario; la Biblia misma instruye que el cristianismo debe ser una religión racional (1 Tesalonicenses 5:21; 1 Pedro 3:15; 1 Juan 4:1; cf. Hechos 17:11). No obstante, en su búsqueda “racional”, el deísmo ha escogido la sabiduría del mundo en vez de la sabiduría de Dios (1 Corintios 1:18-29). Lamentablemente, esta sabiduría mundana es la que el mundo frecuentemente aplaude, y el aplauso de este mundo incluso atrae a muchos creyentes (2 Timoteo 2:17-18; 4:10).
  4. El libertinaje moral. Se puede decir que uno de los problemas básicos del hombre no es que no tenga la capacidad de creer en Dios, o que incluso no desee creer en Dios, sino que no desea someterse a las implicaciones de su creencia en Dios. Hablando generalmente, el hombre estaría dispuesto a creer en cualquier dios si tal dios le diera la libertad de ejercer su propia moralidad (vea Huxley, 1966, 3:19). El deísmo satisface este deseo licencioso al proveer al hombre con un dios primordial que no está interesado en los asuntos morales humanos, o que en el mejor de los casos creó un sistema natural deficiente que no puede proveer al hombre con un código moral objetivo. En la ausencia de tal código, el hombre “religioso” tiene la libertad de actuar según la moralidad de su conciencia.

LAS INCONSISTENCIAS DEL DEÍSMO

Hace un año atrás recibimos en las oficinas de Apologetics Press una carta electrónica de un lector indignado que nos criticó por nuestra creencia en las Escrituras y el cristianismo, y por nuestra propagación de tales creencias. Esta persona enfatizó sus logros académicos en su carta, y se identificó al final como alguien que “cree en Dios pero en ninguna religión”. Algún tiempo después respondí brevemente su carta, proveyéndole los enlaces de algunos artículos en los cuales ya habíamos lidiado con críticas similares.

Al día siguiente recibí su segunda carta en mi buzón electrónico—una carta exasperada, demandando, para usar sus palabras, “una respuesta personal”. El lector no dudó en reiterarme sus logros académicos, como tampoco el hecho que había investigado el tema “exhaustivamente” y que por ende, tenía el derecho de “regañarnos”. En su carta también descartó la necesidad de cualquier revelación divina, y finalmente enfatizó su creencia en un dios amoroso que no interviene en la historia humana.

Aunque el lector nunca se identificó como un deísta, era obvio que lo era, o que había aceptado las tendencias deístas sin saberlo. Así que tomé algo de tiempo para escribirle una carta “personal”, indicándole las inconsistencias de sus creencias, y haciéndole algunas preguntas básicas que sin duda alguien que había investigado el tema “exhaustivamente” podía responder sin problemas. Yo ya había previsto la probabilidad de recibir una carta aún más crítica, carente de respuestas sólidas pero llena de ataques mordaces. Pero esa fue la última vez que escuché de ese lector. Esta sección aborda algunos de los argumentos presentados en dicho intercambio electrónico.

El Unitarismo de Dios

Aunque no todos los deístas están de acuerdo en cuanto al interés divino por el mundo, “[t]odos los deístas están de acuerdo que existe un Dios… Este Dios es eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente, omnibenévolo, verdadero, justo, invisible, infinito—en resumen, completamente perfecto, carente de nada” (Geisler, 1999, p. 190).

Los deístas rechazan el concepto de la Trinidad; en cambio, sostienen un enfoque unitarista. Pero el punto es este: ellos creen en un solo Dios. Esta creencia enfrenta un gran dilema lógico si se considera que según el deísmo, la naturaleza es la única revelación de Dios. ¿Sobre qué fundamento racional y/o natural puede el deísta llegar a la conclusión que Dios es “uno”? ¿Puede el deísta alzar sus ojos al cielo, mirar la cantidad innumerable de estrellas y concluir que existe un solo Dios? ¿Puede contar los montes de la Tierra y concluir que tuvieron un Creador singular? ¿Por qué no dos, 10 o 1,000 dioses? En el fondo, la pluralidad de dioses ha sido una característica distintiva común de las religiones externas al judaísmo y el cristianismo (e.g., la religión griega y la religión romana).

Entonces, ¿dónde aprendió el deísta que Dios es “uno”? Indiscutiblemente, su creencia unitaria es producto del entendimiento incorrecto del concepto bíblico sobre la singularidad de Dios. La Biblia enseña repetidamente que “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4; cf. 4:35,39; 1 Reyes 8:60; Isaías 45:14,18; 46:9; Joel 2:27; Marcos 12:29,32; et.al.). Pero el concepto bíblico de la unidad de Dios permite la pluralidad en la Deidad. Jesús dijo, “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30).

El Amor de Dios

El deísta “está listo a admitir que ‘Dios es amor’” (“Salvación…”, 1870, p. 30). Pero otra vez, ya que según el deísmo el orden creado es la única expresión del amor de Dios, el deísta enfrenta otro dilema serio al sostener la creencia del amor divino.

Aunque se puede formular una idea rudimentaria de una clase de amor que un “creador” expresa al diseñar un ambiente habitable para sus criaturas, esta revelación natural no es suficiente para establecer el amor divino según la filosofía deísta. En realidad, la misma naturaleza que envía lluvias para el agricultor, sopla brisas refrescantes para el cansado y produce fuentes de aguas dulces para el sediento, también produce huracanes, terremotos, sequías, erupciones y enfermedades que destruyen a las criaturas que viven bajo su dominio.

Entonces, ¿de dónde concibió el deísta la idea que “Dios es amor”? ¿Dedujo esta verdad al considerar los estragos del huracán Katrina, los terremotos en Haití y Chile o la epidemia de la fiebre porcina? ¿Dedujo esta verdad al considerar la neutralidad del “creador” ante las guerras mundiales, la violencia en las grandes ciudades y las injusticias sociales? ¿O llegó a esta conclusión en un paseo privado al cementerio más cercano donde yacen cientos (o miles) de cuerpos descompuestos de hombres, mujeres, niños o incluso bebés inocentes? Aunque el deísta no quiera admitirlo, las páginas de la Biblia le enseñaron que “Dios es amor” (1 Juan 4:8,16). Sin una revelación escrita, el hombre pudiera concluir que la naturaleza (o su creador) le odia. Pero el deísta ha llegado a la conclusión correcta; ¿pura casualidad?

La Adoración a Dios

A Don Herbert de Cherbury (1583-1648) se le considera generalmente como “El Padre del Deísmo Inglés”. Él estableció cinco principios que consideró universales; dos de esos principios tienen que ver con la adoración a Dios: “Él debe ser adorado”, y “la Virtud y la Piedad son las partes principales de la Adoración Divina” (Orr, 1934, p. 61).

Desde una perspectiva deísta, ya que Dios es el Creador Todopoderoso de todas las cosas, entonces pareciera que debería ser adorado por Su majestad. Pero el deísta debe considerar dos inconsistencias relacionadas a este punto.

Primero, ya que una clase de deísmo sostiene que Dios no está interesado en los asuntos humanos (Geisler, 1999, p. 190), entonces, ¿cuál sería el propósito de brindar adoración a este “Dios” indiferente? Y ¿constituyera la adoración humana alguna diferencia en la actitud de este “Dios” ante sus criaturas?

Segundo, el asunto de la adoración enfrenta su dilema real cuando el deísmo sostiene que la “virtud y la piedad” son las partes principales de tal adoración. ¿Sobre qué fundamento se puede declarar que tal “Dios”, quien no ha revelado su voluntad al hombre (excepto por medio de la naturaleza), demanda la virtud y la piedad como expresiones en la adoración? Adicionalmente, si de alguna manera el deísta pudiera llegar a esta conclusión acertada al “escuchar” a la naturaleza, ¿cómo pudiera buscar la virtud y la piedad en la ausencia de una revelación objetiva que defina estos conceptos? Otra vez, solo la revelación escrita garantiza la demanda divina de adoración y la inclusión de la virtud y la piedad como componentes de tal adoración (Salmos 18:3; 2 Pedro 1:3-8).

El Rechazo de los Milagros

El deísmo rechaza la realidad de los milagros bíblicos o de cualquier milagro en absoluto en el mundo natural. La idea no es que Dios no pueda realizar milagros, sino que no realizará milagros ya que “según el deísmo, realizar milagros es contrario a la naturaleza de Dios… En el deísmo, Dios y lo sobrenatural son incompatibles” (Corduan, 1993, p. 91). “Para los deístas, todos los relatos de milagros son el resultado de la invención o superstición humana” (Geisler, 1990, p. 190). Ciertamente, los supuestos milagros modernos no llenan la descripción bíblica de lo milagroso, y además, la evidencia no los confirma (vea Miller, 2009). Pero nadie que crea en la Biblia tiene la opción de rechazar la realidad de los milagros que cubren la inspiración bíblica de principio a fin.

Los milagros son una razón principal por la cual los deístas rechazan la revelación bíblica. Pero al hacerlo, los deístas han caído presos de su inconsistencia al rechazar lo sobrenatural. Lo cierto es que

[s]i Dios puede realizar el milagro de la creación, no existe razón buena por la cual Él no pudiera hacer otros milagros. Así que el deísmo abriga una inconsistencia principal. Estas dos afirmaciones son centrales para el deísmo: (1) Dios realizó el milagro de la creación; y (2) Dios no realiza milagros. Si usted es un deísta, debe creer ambas afirmaciones, pero ambas afirmaciones no pueden ser verdaderas. Por ende, el deísmo no es un enfoque creíble. Se basa en el criterio de la inconsistencia (Corduan, 1993, pp. 91-92).

Así que el deísta se reserva el “derecho” de decidir qué milagros Dios puede o no puede hacer. Según esta filosofía, Dios no puede hacer flotar un hacha (2 Reyes 6:5-6), convertir agua en vino (Juan 2:1-11), caminar sobre las aguas (Mateo 14:25), restaurar una oreja amputada (Lucas 22:50-51) o resucitar a una persona (Juan 11) porque esto quebrantaría el orden natural y reflejaría la superstición humana. Por otra parte, ¡Dios sí puede crear el Universo completo, juntamente con todas las criaturas dentro, de la nada! El deísta puede acusar al que cree en la revelación bíblica de tener una mente supersticiosa, pero en su caso, él no solamente ha aceptado el evento sobrenatural principal al que también debería calificar como “superstición”, sino también ha abrazado una filosofía contradictoria e irracional.

La Definición de lo Correcto e Incorrecto

Uno de los problemas eternos de los naturalistas es determinar el fundamento de la moralidad y la ética humana. Ya que el deísmo es una forma de naturalismo, entonces enfrenta el mismo problema. Como Geisler ha señalado,

[l]os deístas difieren en cuanto a la universalidad de las leyes morales. Están de acuerdo en que el fundamento de todos los valores es universal, ya que se establece en la naturaleza. Pero no están de acuerdo en qué leyes morales son absolutas y cuáles son relativas. El hecho que existe lo correcto e incorrecto no está en disputa. El problema es determinar exactamente lo que es correcto o incorrecto en cada caso o circunstancia (1999, p. 191, énfasis añadido).

Es interesante notar que el deísta cree que existe algo como lo correcto e incorrecto, pero no puede definirlo o aplicarlo consistentemente. Esto se debe a que la naturaleza es insuficiente para proveer un código moral objetivo (y eso es lo único que el deísta tiene). En este sentido, el deísta se encuentra en la misma posición lamentable del ateo (vea “La Existencia…”, 2009).

¿A dónde pudiera recurrir el deísta para establecer un estándar moral consistente? ¿Dónde encontraría la definición de lo correcto e incorrecto? La misma naturaleza que nos “enseña” que muchos animales adultos cuidan de sus pequeñas crías, también nos “enseña” que algunos animales comen a sus crías, algunas arañas comen a sus “parejas” después del acto sexual, y otros animales torturan a sus “prójimos”. ¿Es correcta la violencia? El reino animal se caracteriza por la violencia. ¿Es correcto el hurto? Después de todo, los animales se roban sus presas entre sí. ¿Es correcta la violación, el adulterio o el incesto? El reino animal está lleno de perversiones en esta orientación. ¿Nos dirá un árbol que la mentira es incorrecta? ¿Nos dirá el relámpago que el homicidio no es “ético”? Lo cierto es que tratar de establecer un código moral basado en la “revelación natural” es una de las más grandes inconsistencias de la filosofía deísta.

La Vida Después de la Muerte

En un mundo deísta, donde “Dios” crea a la humanidad y después la abandona, se esperaría que todos los deístas rechazaran cualquier noción del más allá. Sin embargo, parte de la comunidad deísta también cree que “Dios regula el mundo, espera obediencia a la ley moral basada en la naturaleza, y ha hecho preparativos para la vida después de la muerte, con recompensas para el bueno y castigos para el malo. Este enfoque fue común entre los deístas ingleses y norteamericanos” (Geilser, 1999, p. 190).

Dos inconsistencias más surgen de este enfoque. Primero, si Dios nunca se ha involucrado en los asuntos humanos, sea en el pasado, el presente o el futuro humano en la Tierra, ¿qué garantía tiene el deísta que Él se involucrará en los asuntos futuros humanos después de esta vida? Segundo, si la naturaleza es el único “credo” del deísta, ¿qué parte de la naturaleza proclama la existencia después de esta vida? ¿Y qué parte de la naturaleza garantiza un estado futuro de recompensa o condenación? Después de todo, el deísta no estuviera dispuesto a sugerir que existe una vida futura para el árbol que muere, o que los animales “buenos” recibirán una recompensa final, mientras que los animales “malos” serán castigados eternamente. La naturaleza simplemente puede revelar el estado pasado, presente y futuro en esta Tierra, pero no tiene conciencia o información sobre el más allá. Otra vez, la Biblia presenta a la mente humana la realidad de los estados futuros de recompensa y castigo (Mateo 25:31-46).

El Rechazo de la Revelación Especial

Para el deísta, “Dios no se revela a Sí mismo en ninguna otra manera excepto a través de la creación. El universo es la Biblia del deísta. Solamente el universo revela a Dios. Todas las otras supuestas revelaciones, sean verbales o escritas, son invenciones humanas” (Geisler, 1999, 190).

La inconsistencia del deísmo alcanza su cúspide en el rechazo de la revelación escrita de Dios. A la única conclusión garantizada que el deísta puede llegar en la ausencia de la revelación escrita es que el Universo y el hombre fueron productos de un fenómeno (o fenómenos) superior que se puede calificar con los pronombres algo, alguien o algunos. Por otra parte, los conceptos como el amor de tal ser, su demanda de adoración, la ética moral o el destino final del hombre son imposibles de concluir por medio de la revelación escasa de la naturaleza.

Adicionalmente, se ha visto que algunas de estas doctrinas principales del deísmo tienen una semejanza indiscutible con las doctrinas que se encuentran en las páginas de la Biblia. Parece que el deísta ha estado leyendo secretamente el mismo libro que rechaza como revelación escrita.

CONCLUSIÓN

Sea deliberadamente o involuntariamente, el deísta ya ha aceptado algunas verdades bíblicas, o ha partido de tales verdades para formular su propia versión religiosa. Sin alguna revelación adicional escrita u oral, el deísmo nunca hubiera visto su comienzo. Sin duda, las inconsistencias en la filosofía deísta han contribuido grandemente a su rechazo general. Tristemente, hay algunos que todavía aceptan parcialmente o totalmente las tendencias filosóficas de esta ideología confusa.

Este es reto final que todo deísta debe considerar: Ya que es obvio que él ha aceptado una parte de la Escritura Sagrada para promover un deísmo inconsistente, ¿aceptará, ahora, la totalidad de tal revelación especial para optar por el teísmo consistente? Es mi oración que el lector sincero tomará la decisión razonable que le garantizará el conocimiento adecuado de Dios y Su Evangelio (1 Timoteo 2:3-4; 2 Tesalonicenses 1:6-10).

Referencias

Corduan, Winfried (1993), Fe Razonable [Reasonable Faith] (Nashville, TN: Broadman and Holman).

Corey, M.A. (1994), De Regreso a Darwin: El Caso Científico para la Evolución Deísta [Back to Darwin: The Scientific Case for Deistic Evolution] (Lanham, MD: University Press of America).

Diccionario de la Herencia Americana del Lenguaje Inglés [American Heritage Dictionary of the English Language] (2000), (Boston, MA: Houghton Mifflin), cuarta edición.

“La Existencia de Dios—La Moralidad” (2009), Curso Introductorio de Evidencias Cristianas de Apologetics Press: Lección 4, http://www.apologeticspress.org/pdfs/cursos_pdf/ca0104.pdf.

Geisler, Norman (1976), Apologética Cristiana [Christian Apologetics] (Grand Rapids, MI: Baker).

Geisler, Norman (1999), Enciclopedia Baker de Apologética Cristiana [Baker Encyclopedia of Christian Apologetics] (Grand Rapids, MI: Baker).

Hager, Dorsey (1957), “Cincuenta Años de Progreso en Geología” [“Fifty Years of Progress in Geology”], Geotimes, agosto.

Huxley, Aldous (1966), “Confesiones de un Ateo Profeso” [“Confessions of a Professed Atheist”], Report: Perspective on the News.

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Miller, Dave (2009), “Los Milagros Modernos, el Don de Lenguas y el Bautismo del Espíritu Santo: Una Refutación”, Apologetics Press, http://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/240088.

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“Salvación Hasta los Confines de la Tierra” [“Salvation to the Uttermost”] (1870), El Tesoro Cristiano [The Christian Treasury] (Londres: Groombridge and Sons).

Schultz, Roger (1991), “Una Celebración de Incrédulos: La Iluminación Norteamericana en la Era Revolucionaria” [“A Celebration of Infidels: The American Enlightenment in the Revolutionary Era”], Contra Mundum, http://www.contra-mundum.org/cm/features/01_infidels.pdf.