Mateo 6: ¡No Se Afane; Sea Feliz!
Se acredita a Meher Baba, un maestro místico indio, la cita conocida: “No se afane; sea feliz”. En 1988, el músico Bobby McFerrin popularizó la cita al convertirla en el título de la primera canción a cappella que llegó a ser número uno en la lista de los 100 Grandes Éxitos de Billboard (Bronson, 2003, p. 708). Sin embargo, el Gran Maestro ya había propuesto este concepto hace algo de dos milenios atrás. Jesús dijo:
No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir… Y por el vestido, ¿por qué os afanáis?... No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?... Así que, no os afanéis por el día de mañana” (Mateo 6:25,28,31,34).
¡El afán materialista! Este no es un problema exclusivo de los Estados Unidos; existe materialismo en los países desarrollados, y también existe en los países del tercer mundo. No es un problema moderno; existe materialismo hoy, y también existía 2,000 años atrás. Por ende, la enseñanza que Jesús presentó 2,000 años atrás todavía se aplica al aspecto moderno de este problema. ¿Qué podemos aprender en cuanto al afán materialista?
El afán materialista es idolatría. Simplemente, no podemos servir a Dios y al mismo tiempo al materialismo (vs. 24; cf. Colosenses 3:5). El materialismo es un dios falso que nos quita nuestro enfoque real de la vida. Cuando la gente (y los cristianos) con vidas agradables consideran las cosas a través de los lentes del materialismo, repentinamente la cantidad de comida en sus platos llega a ser “insuficiente”, la marca de sus ropas llega a ser “ordinaria”, el contenido de sus billeteras llega a ser “escaso”, los muebles en sus casas llegan a ser “incómodos”, los autos en sus garajes llegan a ser “viejos”, y el reflejo en sus espejos llega a ser “inaceptable”. El materialismo es el dios de los débiles (aquellos cuya fe en Dios no ha llegado a un desarrollo maduro, vs. 30) y los paganos (aquellos que no conocen o no tienen a Dios como su Proveedor, vs. 32).
El afán materialista es inútil y destructivo. El materialismo no solamente nos quita nuestro enfoque real de la vida, sino también nos sumerge en un abismo cada vez más profundo de insatisfacción y preocupación inútil. Se puede clasificar los retos materiales en dos categorías: (1) Los que tienen solución y (2) los que no tienen solución. Un proverbio árabe sugiere que si algo tiene solución, entonces no hay razón para preocuparse, y si algo no tiene solución, entonces es inútil preocuparse; “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (vs. 27).
El afán materialista puede ser vencido. El secreto para evitar el afán materialista y encontrar la felicidad espiritual es expandir nuestras mentes, no nuestros bolsillos. Considere la lógica penetrante de nuestro Señor que revela la insensatez del afán: (a) Si Dios puede proveer lo mayor (la vida y el cuerpo), entonces también puede proveer lo menor (la comida y el vestido) [vs. 25]. (b) Si está dispuesto a proveer para Sus criaturas inferiores (las aves y lasplantas), entonces también está dispuesto a proveer para Sus criaturas superiores (el hombre) [vss. 26,28-30]. (c) Y si tiene el poder y el querer (lo cual tiene), entonces Sus hijos no tienen razón de afanarse (cf. 7:9-11; Filipenses 4:6). Para vencer el afán materialista, debemos enfocarnos en la naturaleza de Dios, el amor de Dios y la confianza en Dios.
La búsqueda primordial y constante del cristiano debe ser las cosas de arriba, no las de la Tierra (Colosenses 3:1-2). Todo lo demás (comida, ropa, etc.) vendrá por añadidura. Desde luego, este es un principio general, no absoluto (cf. Lucas 16:19-25). Debemos recordar que el cuidado y amor de Dios está presente incluso en nuestras necesidades (Romanos 8:35-39). Sabiendo esto, entonces debemos abordar la vida con satisfacción, confianza y esperanza (vs. 34). Recuerde, ¡no se afane; sea feliz!
Referencia
Bronson, Fred (2003), El Libro de Éxitos Números 1 de Billboard [The Billboard Book of Number 1 Hits] (Nueva York: Billboard Books).
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