“¿Quién Es Usted para Juzgar?”

Juzgar es un tema delicado, tanto dentro y fuera de la iglesia. Es uno de los temas de la Biblia que, como una moneda, tiene dos lados. Una clase de juicio es pecaminoso, pero otra clase es mandatorio.

JESÚS ESTÁ EN CONTRA DE LA INSPECCIÓN RÍGIDA DE LA PAJA

Es erróneo juzgar a otros injustamente.

El Maestro simplemente dijo:

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido (Mateo 7:1-2).

Su medio hermano añadió:

Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez (Santiago 4:11).

Es equivocado juzgar a otros si somos culpables de lo mismo (Romanos 2:1-2). A veces excusamos algunas cosas en nosotros, pero juzgamos inflexiblemente a otros por la misma acción. Longfellow dijo: “Nosotros nos juzgamos por lo que sentimos que somos capaces de hacer; otros nos juzgan por lo que ya hemos hecho”. Bertrand Russell señaló esta hipocresía cuando dijo: “Yo soy firme. Usted es obstinado; tiene una cabeza dura. Yo he reconsiderado. Usted ha cambiado su forma de pensar; no tiene palabra” (citado en Thiselton, 2006, p. 210).

Es equivocado juzgar a otros prematuramente (1 Corintios 4:5).

Es un pecado juzgar a otros en asuntos de opinión. Pablo clarificó esto:

¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno?... Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo… Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros (Romanos 14:4-13).

Los fariseos eran buenos en esta clase de juicio. Por ejemplo, Simón observó una escena en su casa que involucraba a Jesús y a una prostituta que lavaba los pies de Jesús con sus lágrimas y los secaba con su cabello. Él concluyó: “Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (Lucas 7:39). Ese fue un juicio injusto que se basaba en evidencia insuficiente.

Es equivocado juzgar “según las apariencias” (Juan 7:24).

Podemos cometer el error de llegar a conclusiones sin haber investigado los hechos. Alan Smith cuenta la historia del reportero de un periódico que buscaba una historia acerca de la ociosidad que existía en el sur de los Estados Unidos. Condujo su auto hasta que vio a un hombre en su campo, sentado en una silla y jalando con una herramienta las malas hierbas de su campo. Él pensó que eso era el colmo de la ociosidad. Se dio prisa a su auto, y luego regresó para ver algunos detalles más. Lo que vio cambió su perspectiva. Vio que la parte inferior de los pantalones del hombre colgaba—el hombre no tenía piernas. Lo que había parecido al comienzo una historia de ociosidad, se había convertido en una historia de gran coraje (“Smith”, 2000).

JESÚS ESTÁ A FAVOR DE LA INSPECCIÓN DE FRUTOS

No siempre es equivocado juzgar a otros. De hecho, es imposible ser un cristiano fiel y no juzgar a otros. Jesús enseñó a “inspeccionar los frutos” de otros (Mateo 7:16,20). “[E]l espiritual juzga todas las cosas” (1 Corintios 2:15). Jesús dijo: “¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?” (Lucas 12:57). También mandó a juzgar “con justo juicio” (Juan 7:24). Jesús elogió a la iglesia en Éfeso por probar “a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” (Apocalipsis 2:2).

Los cristianos deben juzgar la doctrina.

No se puede obedecer algunos mandamientos sin hacer algunos juicios cuidadosos. Por ejemplo, Pablo escribió: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17; cf. 1 Timoteo 5:20; 2 Timoteo 4:4; Tito 1:13).

Juan añadió: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Juan 9-11).

Se elogió a los discípulos en Berea por juzgar si las cosas que Pablo predicaba “eran así” (Hechos 17:11). Se mandó a aquellos que estaban en Tesalónica: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). Pablo dijo a los efesios: “…comprobando lo que es agradable al Señor” (5:10). Una traducción alternativa de Filipenses 1:10 dice: “Poned a prueba las cosas que difieren”. Debemos probar “los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1).

Los cristianos deben juzgar la moralidad.

Algunos años atrás, una congregación del Señor en Oklahoma apartó su comunión de una mujer debido a su inmoralidad. La historia llegó a los medios nacionales de comunicación cuando la mujer demandó a la iglesia. Garland Elkins apareció en el Show de Phil Donahue, el cual era popular en ese tiempo. Se pudiera resumir la actitud de Donahue y de la mayor parte de la audiencia con estas palabras: “¡No juzguen, para que no sean juzgados!”.

Si se habla contra el aborto, la homosexualidad, el adulterio, la borrachera, la inmodestia o cualquier otro desorden moral, algunos pueden decir: “Usted no puede hacer eso; está juzgando”. La sugerencia es que el que juzga en tal caso debería estar avergonzando y debería dejar la discusión.

Es cierto que una de las personas está realizando un juicio, pero si está realizando un juicio correcto, con la actitud correcta, entonces está haciendo lo que Dios quiere. Pablo emitió un juicio en el caso de un hermano que estaba fornicando en Corinto (1 Corintios 5:3; cf. Hechos 13:10). Él escribió a la misma iglesia:

¿[S]ois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?... ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos…? (1 Corintios 6:2-5).

Los cristianos fuertes “por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:14).

Sí, podemos (y debemos) juzgar a otros, pero debemos usar la Palabra de Dios como el estándar en el juicio. En asuntos que la Palabra no da un precepto o principio, debemos dejar el juicio a Dios.

Referencias

Smith, Alan (2000) “No Juzguéis, para que No Seáis Juzgados”, Sermon Central, http://www.sermoncentral.com/.

Thiselton, Anthony (2006), Thiselton sobre la Hermenéutica [Thiselton on Hermeneutics] (Burlington, VT: Ashgate).