¿Quién Nos Dio la Biblia?

Hace algún tiempo atrás se me remitió una carta de un joven cristiano. Este joven se consideraba un “cristiano devoto”. Había asistido a los servicios de la iglesia del Señor desde su niñez, e incluso había obtenido una licenciatura en texto bíblico. Pero según sus mismas declaraciones, últimamente se había estado “sintiendo vulnerable”. ¿Qué había causado que este cristiano se sintiera vulnerable? Él había asistido a un foro de debate donde algunos partidarios del catolicismo habían hecho algunas declaraciones fuertes. Uno de ellos mencionó que

[e]l Papa no obtiene su autoridad de la Biblia ya que fue un Papa quien realmente canonizó la Biblia (Dámaso I en el Concilio de Roma en 382 d.C.). Hoy tenemos la Biblia porque, y solamente porque, la Iglesia Católica la escribió, protegió, compiló y autorizó. Este es un hecho histórico (citado en correo electrónico enviado a las oficinas de Apologetics Press el 5 de julio de 2009).

En el mismo foro, otro dijo que

ya que los católicos la escribieron, y la escribieron para los católicos, y la Iglesia Católica la autorizó, el hecho que nuestra iglesia la produjera completamente, juntamente con el sentido común, debería guiar a una persona a entender por qué la Iglesia es la autoridad sobre la Biblia. Si en primer lugar supiera mucho en cuanto a la Biblia, sería un católico.

Después de considerar tales declaraciones, la pregunta de este joven es inevitable: “¿Cómo puedo responder a tales enunciados?”. ¿Es la iglesia Católica realmente la autora, protectora, compiladora y autorizadora de la Biblia? ¿Tiene la Iglesia Católica autoridad superior a la Biblia?

Lo cierto es que cuando algunos partidarios del catolicismo hacen tales declaraciones (y otras similares), pareciera que la Iglesia Católica fuera la propietaria absoluta de “todos los derechos de autoría” de la Biblia. Al impactar las mentes de sus oyentes con tales declaraciones, los partidarios del catolicismo intimidan a los que creen en la Biblia hasta hacerles pensar que la Iglesia Católica realmente es la autora del cristianismo auténtico. Sin embargo, para el beneficio de este joven cristiano, y muchos otros cristianos, no se necesita ir muy lejos, investigar muy profundamente o leer prolongadamente para darse cuenta que tales enunciados no se ajustan a los hechos reales.

Primero, según el primer conferencista católico citado por este joven, el Papa Dámaso I canonizó la Biblia en el Concilio de Roma en 382 d.C. Sin embargo, identificar a Dámaso I como un “papa” sería un calificativo católico arbitrario. Según el catolicismo, incluso el apóstol Pedro fue un “papa” (Catecismo…, 2003, 881-882; cf. Pinedo, 2010, pp. 38-43). Pero aunque el catolicismo reclama que el papa es el sucesor de Pedro, es interesante notar que Siricio (sucesor de Dámaso) “hizo referencia a sí mismo como sucesor de Pedro, una declaración que sus predecesores [incluyendo Dámaso I—MP] nunca hicieron” (Merdinger, 1997, p. 26, énfasis añadido). Por ende, al calificar arbitrariamente a algunos personajes como “papas”, los partidarios católicos alegan que el catolicismo ya estaba en existencia formalmente para el tiempo de tales personajes. Pero cuando analizamos la Biblia y la historia, tales perspectivas desparecen.

El cristianismo auténtico comenzó con Cristo como su única Cabeza (Colosenses 1:18), Fundación (1 Corintios 3:11), Piedra Angular y Roca de la iglesia (1 Pedro 2:4-8). No había “cabeza terrenal” ni “obispo universal” humano sobre Su iglesia. Jesús era el único “Príncipe de los pastores [u obispos—Hechos 20:17,28; Tito 1:5,7]” (1 Pedro 5:4). Cada congregación local tenía una pluralidad de obispos (Tito 1:5-9; cf. Filipenses 1:1). Pero como el apóstol Pablo amonestó a los obispos de la iglesia en Éfeso, “de vosotros mismos [los obispos] se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:30).

Un aspecto de la perversión en el obispado fue la exaltación de un obispo sobre los demás (Latourette, 1965, p. 65). Y con la influencia del Emperador Constantino sobre el cristianismo a comienzos del siglo cuarto, esta perversión se desarrolló adicionalmente. Pero aunque para el tiempo de Constantino ya existían algunas tendencias que el Catolicismo promovería, no fue sino hasta comienzos del siglo VII, con la ascensión de Bonifacio III, que se “reconoció formalmente a la iglesia de Roma [la Iglesia Católica Romana—MP] como la cabeza de todas las iglesias” (Walsh, 2001, p. 200). Así que declarar que Dámaso I fue un “papa”, en el sentido que la Iglesia Católica usa el término actualmente, es un enunciado inexacto.

Segundo, incluso si se aceptara la reclamación católica que Dámaso I fue un papa, todavía no se pudiera declarar que Dámaso I (o el Concilio de Roma en 382 d.C.) canonizó la Biblia. La palabra “canon” (griego kanon) significa “caña”. De aquí vino la idea de una regla de medir, como en Gálatas 6:16 y 2 Corintios 10:13,15. Finalmente, llegó a hacer referencia a un catálogo o lista de escritos inspirados (vea Robinson, 1979, 1:591-592). Sin embargo, mucho antes de la era cristiana ya existía un grupo reconocido de escritos inspirados del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento hace referencia a estos escritos con el término “las escrituras” (Mateo 21:42; Juan 5:39; Hechos 18:24; 2 Timoteo 3:16-17). [Para el primer siglo, ya se había comenzado a reconocer los escritos del Nuevo Testamento con el mismo término (2 Pedro 3:15-16)]. Jesús incluso hizo referencia al cuerpo completo del Antiguo Testamento como “la ley y los profetas” (Mateo 7:12; Lucas 16:16,29,31), o en su división expandida, como “la ley de Moisés,…los profetas y…los salmos” (Lucas 24:44).

Por ende, si los libros del Antiguo Testamento ya habían sido reconocidos antes de la era cristiana, y si la iglesia ya reconocía los escritos del Nuevo Testamento para el primer siglo d.C., ¿cómo puede alguien sugerir que la Iglesia Católica los “canonizó” algo de tres siglos después? Como Josh McDowell ha señalado,

[u]na cosa que debe recordarse es que la iglesia no creó el canon o los libros incluidos en lo que llamamos Escrituras. Más bien, la iglesia reconoció los libros que fueron inspirados desde su comienzo. Estos fueron inspirados por Dios al ser escritos (1996, p. 33).

Realmente, la iglesia cristiana no canonizó las Escrituras (mucho menos la Iglesia Católica), sino solamente reconoció que las Escrituras eran inspiradas por Dios.

Tercero, la declaración que la Iglesia Católica “escribió” la Biblia, o que “los católicos la escribieron, y la escribieron para los católicos”, es una burla flagrante a la historia secular y religiosa. No había incluso iglesia en absoluto para el tiempo en que la mayor parte de la Biblia había sido escrita, y desde luego, no había Iglesia Católica para el tiempo en que la Biblia fue completada. El Antiguo Testamento se completó algo de cuatro siglos antes del nacimiento de Jesús. La Septuaginta (traducción griega del Antiguo Testamento hebreo) ya se había completado algo de dos siglos antes del establecimiento de la iglesia del Señor en ca. 33 d.C. (vea Nelson, et.al., 1977, p. 655). Y los libros del Nuevo Testamento se completaron algo de tres siglos antes del Concilio de Roma de 382. ¿Cómo pudo la Iglesia Católica (o los católicos) haber escrito los libros del Pentateuco, los cuales se escribieron alrededor de 1,500 años a.C.? ¿Cómo pudieron “escribirlos” siglos después de su traducción? Tales reclamaciones católicas simplemente representan anacronismos históricos deliberados o desinformados.

Cuarto, la declaración que la Iglesia Católica “protegió” (o preservó) la Biblia es la cúspide de la arrogancia. ¿Cómo pudo la Iglesia Católica lograr tal “hazaña” si todavía no existía para el tiempo que la Biblia estaba siendo escrita, traducida y distribuida? ¡Lo cierto es que Dios protegió las Escrituras! (Isaías 40:8; Mateo 24:35; 1 Pedro 1:25).

Quinto, ¿quién “compiló” la Biblia? ¿Fue la Iglesia Católica? Incluso en el primer siglo la iglesia del Señor ya usaba y reconocía el cuerpo completo del Antiguo Testamento, y estaba comenzando a usar los Escritos de los profetas y apóstoles del Nuevo Testamento. Incluso si siglos después un grupo religioso hubiera decidido reunir todos los escritos inspirados (y reconocidos de antemano) y aceptarlos en un concilio público, ¿significaría eso que tal grupo religioso nos dio la Biblia, o que de alguna manera la “produjo”?

Finalmente, la Biblia es autoritativa porque viene de Dios (2 Timoteo 3:16-17), no porque algunos partidarios del catolicismo declaren que la Iglesia Católica la autorizó en uno de sus concilios. Jesús enseñó con autoridad porque fue enviado por Dios y es Dios (Marcos 1:22; Lucas 4:32; Juan 1:1), no porque la Iglesia Católica dio autoridad a Sus enseñanzas que la Biblia registra. La Iglesia del Señor reconoció que la Biblia vino de Dios, pero nunca dio o añadió autoridada la Biblia—la Biblia ya tenía autoridad (Mateo 28:18-20; Juan 12:48; Hechos 1:8; 1 Pedro 4:11). 

CONCLUSIÓN

La Biblia es propiedad exclusiva de Dios. Él tiene y se reserva todos los derechos. Él es su Autor, Protector y Autorizador. Las Escrituras no comenzaron en la mente del hombre, ni fueron el resultado de un concilio eclesiástico; en cambio, fueron el resultado de la mente omnisciente de Dios. No permita que su fe en el cristianismo auténtico y la inspiración de la Biblia sea socavada. Pedro dijo,

Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:19-21).

Referencias

Catecismo de la Iglesia Católica (2003), Libreria Editrice Vaticana, http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_INDEX.HTM.

Latourette, Kenneth (1965), El Cristianismo a través del Tiempo [Christianity through the Ages]
(Nueva York: Harper & Row).

McDowell, Josh (1996), Evidencia que Exige un Veredicto (Deerfield, FL: Editorial Vida).

Merdinger, J.E. (1997), Roma y la Iglesia Africana en el Tiempo de Agustín [Rome & the African Church in the Time of Augustine] (Londres: Yale University Press).

Nelson, Wilton, et.al., ed. (1977), Diccionario Ilustrado de la Biblia (Miami, FL: Editorial Caribe), decimocuarta edición de 1985.

Pinedo, Moisés (2010), Lo que la Biblia Dice Acerca de la Iglesia Católica (Montgomery, AL: Apologetics Press).

Robinson, G.L. (1979), La Enciclopedia Bíblica Estándar Internacional  [The International Standard Bible Encyclopedia], Geoffrey Bromiley, et.al., eds. (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Walsh, Michael, ed. (2001), Diccionario de Biografía Cristiana [Dictionary of Christian Biography], (Collegeville, MN: The Liturgical Press).