Un Hogar Libre de Quejas

Resumen

Si escogemos llenar nuestros hogares de comunicación positiva libre de quejas, podremos disfrutar el gozo del Señor.

Tal vez haya oído la broma antigua: Un hombre decidió ser monje. Ingresó a un monasterio dedicado al silencio. En este monasterio, se permitía a cada monje decir dos palabras cada 10 años. Después de 10 años de silencio y de vivir en condiciones ascéticas, el hombre se presentó ante el jefe de los monjes para decir sus dos palabras. Dijo, “Comida mala”, y salió del cuarto. Después de otra década de vida dura, regresó al jefe de los monjes para hacer su enunciado de dos palabras: “Cama incómoda”. Pasaron 10 años más, y el hombre nuevamente regresó al jefe de los monjes. Dijo: “Yo renuncio”. El jefe de los monjes movió la cabeza con disgusto y respondió: “No me sorprende en absoluto. ¡Tú no has hecho nada más que quejarte desde que has llegado!”. Esta es una historia graciosa pero trágicamente verdadera. Mucha gente pasa la vida usando sus palabras para quejarse continuamente.

Es irónico que algunos de los que se quejan más son aquellos a quienes la vida les trata mejor. Esto se aplica especialmente a las familias cristianas. Ya que muchos de los cristianos nos aseguramos de evitar los pecados “grandes” como la mentira, la pornografía, el hurto o la ebriedad, frecuentemente pensamos que esto nos da derecho a “quejarnos un poquito”. Muchas esposas cristianas pasan mucho tiempo quejándose en cuanto a la manera en que sus esposos les tratan. Un tema favorito de muchos esposos tiene que ver con lo que sus esposas deben o no deben hacer. Los hijos se quejan de la comida que sus padres proveen, o del lugar de vacaciones al que fueron el año pasado, o de la naturaleza anticuada de sus teléfonos, o de su conexión lenta al Internet, o de las clases que deben llevar en el colegio. Y los padres se quejan de las quejas de sus hijos, la ingratitud de sus hijos, la poca ayuda que reciben de ellos, sus jefes, sus trabajos, sus carros antiguos; y la lista continúa interminablemente. Antes de continuar, tome una pausa para preguntarse: “Si todo en cuanto a lo que me quejo se arreglara a mi gusto hoy, ¿dejaría de quejarme?”. Creo que todos sabemos la respuesta a esta pregunta. La queja no es el producto de las circunstancias externas; se origina de un espíritu interno de insatisfacción. Así que, ¿podemos tener hogares libres de quejas?

Las quejas son pecaminosas y dañinas.

La Palabra de Dios habla mucho en cuanto a las quejas. El apóstol Pablo escribió: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas” (Filipenses 2:14). Es interesante que Pablo escribiera estas palabras. Primero, recuerde que él estuvo escribiendo a los cristianos de Filipos. En Filipos, Pablo y Silas fueron golpeados y encarcelados por predicar el Evangelio. Si alguien tuviera una “excusa” para quejarse, se pensaría que sería Pablo. Él simplemente estuvo haciendo lo que Dios le pidió que hiciera, pero terminó en el cepo y el piso sucio de una prisión oscura. ¿Qué hizo bajo esas condiciones extremadamente negativas? Él y Silas estuvieron orando y cantando himnos a Dios—no quejándose. Entonces, ¿es una sorpresa que el carcelero de Filipos llegara al cristianismo? ¿A cuántas personas en su prisión había escuchado lamentarse de su miseria, demandando justicia, injuriando a sus captores y quejándose de su situación? Pablo y Silas le mostraron la manera en que los cristianos van a la cárcel.

La mayoría de gente se queja. De hecho, justo después de su enunciado en Filipenses 2:14, Pablo añadió: “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (2:15). Los que no se quejan son luminares inusuales, diferentes y especiales en un mundo de tinieblas. Pablo sabía cuán eficaz podía ser alguien libre de quejas. Recuerde que Pablo había:

  • sido azotado cinco veces (39 azotes cada vez)

  • sido golpeado tres veces con varas

  • sido apedreado casi hasta la muerte

  • sufrido naufragio

  • pasado hambre y sed

  • estado en riesgo de ladrones

  • sido encarcelado injustamente (2 Corintios 11:22-33).

Si alguien pudiera decirnos que hagamos todo sin quejarnos, tal persona sería Pablo.

Además, los cristianos deberían evitar las quejas ya que esto es muy anticristiano. Lo que quiero decir con esto es que Cristo, nuestro ejemplo, nunca Se quejó o murmuró. ¿Puede imaginar una circunstancia en que nuestro Señor Se quejara? Es absurdo sugerir tal cosa. Trate de imaginar a Jesús diciendo cosas como estas:

  • “¡Odio el calor!”.

  • “¿Es esto todo lo que recibo?”.

  • “Estas sandalias Me sacan callos”.

  • “¿Tengo que predicar a esta gente por horas en este clima?”.

  • “Odio mi trabajo; desearía estar en la playa”.

Es ridículo tratar de imaginar esto. Los cristianos son los seguidores de Cristo. Ya que esto es cierto, ellos tratan de imitarle y evitar toda clase de murmuración.

No existe tal cosa como una queja legítima. Esto no quiere decir que todos los enunciados negativos son malos. Algunas veces es necesario señalar los problemas reales y las situaciones malas. La queja es un enunciado negativo en cuanto a las circunstancias de la vida que no tiene la intención de ser constructivo y que no guía a ninguna solución posible. Consideremos algunos ejemplos de quejas juntamente con algunos enunciados negativos constructivos:

  • Queja: “Tengo demasiado calor en esta casa. Nuestra casa siempre es caliente”.

  • Enunciado constructivo: “Hace calor en la casa. Encendamos el aire acondicionado”.

  • Queja: “Tú siempre hablas mal de mis padres. Estoy cansada de esto”.

  • Enunciado constructivo: “Cuando dices esto en cuanto a mis padres, me duele. ¿Pudieras no decir estas cosas?”.

  • Queja: “No me gusta ir al colegio. Es muy aburrido”.

  • Enunciado constructivo: Aquí es mejor no decir nada.

La decisión de no quejarse no quiere decir que se niegue la realidad. No significa que debemos forzarnos a sentir alegría en toda situación. La decisión de no quejarse significa que se dirá solamente aquellas cosas que ayuden a solucionar los problemas. Se usará palabras con la intención de edificar. Se evitará decir palabras vanas y negativas para llamar la atención o iniciar una conversación.

Dios nos ha dado muchas cosas maravillosas. Muchos de nosotros hemos sido bendecidos con cónyuges cristianos, hijos saludables, trabajos significativos, congregaciones alentadoras y muchas otras bendiciones grandiosas. Además, si consideramos que estamos en Cristo, que se nos ha perdonado los pecados y que estamos en el camino al cielo con nuestro Creador, llega a ser imposible justificar las murmuraciones. Si escogemos llenar nuestras relaciones y hogares de comunicación positiva libre de quejas dañinas, podremos comenzar a disfrutar el gozo del Señor que Dios quiere que tengamos.