Un hombre real
Resumen | En una sociedad de hombres «machos» que gritan, demandan y abusan, ¿cuál es el concepto verdadero de un hombre real? |
Crecí en una sociedad de «hombres reales»—mejor dicho, de «hombres machos». En tal sociedad, era vergonzoso que una mujer tuviera intimidad sexual antes del matrimonio o con varios hombres (en realidad, lo es, y la Biblia claramente condena tal actividad—1 Corintios 6:9-10). Sin embargo, cuando un hombre se involucraba en la misma clase de actividad, la gente (hombres e incluso mujeres) lo excusaba con la siguiente declaración: «Los hombres son hombres». Claramente, la idea era que esta es la manera en que los «hombres reales» son.
Pero ¿qué es un «hombre real» verdadero? He conocido a un hombre que gritaba a su esposa e hijos y que demandaba cumplimiento porque era un «hombre real»; otro golpeaba a su esposa sin vergüenza porque era un «hombre real»; y otro nunca permitía que su esposa condujera su propio auto cuando él estaba dentro ya que ¡los «hombres reales» no dejan que una mujer los transporte!
Como cristianos, es importante que no cedamos a conceptos mundanos, sino que busquemos en la Palabra de Dios el concepto ideal en cuanto al hombre. Es mi posición que un «hombre real» no es nada de las cosas anteriores, sino es un hombre de Dios. En 1 Timoteo 6:11, Pablo se dirigió a Timoteo con la descripción «hombre de Dios», y lo exhortó a dar honor a tal descripción con las siguientes palabras:
Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
Cuando dividimos este versículo en dos partes, podemos ver que
1. Un hombre real (un hombre de Dios):
Huye de «estas cosas». ¿Cuáles? Las obras de la carne que Pablo había listado en los versículos previos: Orgullo, envidia, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas, corrupción y avaricia (vss. 3-10; cf. Gálatas 5:19-21). Siguiendo el ejemplo de Cristo, el hombre de Dios no es machista, arrogante o hedonista (1 Pedro 2:21-23). Él se esfuerza por vencer los defectos en su carácter, y huye de cualquier actitud y acción impura que evitará que vea el rostro de su Dios santo (Hebreos 12:14).
2. Un hombre real (un hombre de Dios) sigue:
la justicia. No solamente se esfuerza en hacer lo que es justo (¡siempre!), sino también en ser justo y amar la justicia (Tito 2:11-12; cf. Salmos 11:7). No tiene un estándar moral para otros y uno diferente (más flexible) para él.
la piedad. Está dedicado verdaderamente a Dios, Su Palabra y Su iglesia. Su religión es pura y sin mancha (Santiago 1:27), y es reflejada en la manera en que guía y trata a su familia.
la fe. Es el líder de su hogar en lo que respecta a la fe en Dios, Sus promesas y Su protección. Guía a su familia en el estudio bíblico y la oración diaria (Efesios 6:4; 1 Timoteo 2:8), e insta a la familia a buscar primeramente el reino de Dios (Mateo 6:33).
el amor. Ama a su esposa profundamente, como Jesús ama a la iglesia (Efesios 5:25). Siguiendo el ejemplo de Jesús, está comprometido a nunca tratarla mal, descuidarla o ser infiel a ella (2 Timoteo 2:13). Su familia es bendecida por su amor.
la paciencia. Nunca excusa la falta de paciencia como algo «trivial». Siguiendo el ejemplo de su Padre, es paciente, «lento para la ira, y grande en misericordia» (Salmos 103:8).
la mansedumbre. Es amable en sus acciones y palabras. Sabe cómo vivir con su esposa sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coheredera de la gracia de la vida (1 Pedro 3:7).
¿Es usted un hombre real, un hombre de Dios? Si no es así, ¿por qué no se compromete hoy a llegar a serlo?
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