La casa de David

Resumen

Dios prometió a David que su Hijo le edificaría una casa eterna. Tal Hijo es Jesús, y tal casa es Su iglesia que Él edificó.

— Lectura bíblica recomendada: 2 Samuel 7:1-5

Introducción

I. Cuando Dios dijo a David que él no Le edificaría una casa, le hizo una de las promesas más remarcables que jamás hiciera a un hombre mortal (2 Samuel 7:11).

II. La promesa de Dios significaba que el recuerdo de David permanecería para siempre, y que su casa no enfrentaría el mismo destino que la de Saúl.

Exposición

I. David no podía haber edificado una mejor casa que la que Dios edificó para él.

A. Dios fortaleció a la casa de David (2 Samuel 3:1).

B. Dios derribó a cada enemigo que se levantó contra la casa de David (2 Samuel 21:1-9; 1 Reyes 12:26-33; 14:7-11; 21:21-24).

C. La casa que Dios edificó para David permanecería incluso después que la casa que David edificó para sí mismo fuera destruida (2 Samuel 5:11).

II. A pesar de la debilidad humana, Dios dio gloria a la casa de David.

A. Comenzando con David mismo, se atentó contra la casa de David (2 Samuel 11:2-4; 12:10-11; 1 Reyes 11:11).

B. A pesar de las tragedias que la casa de David experimentó, Dios la conservó (1 Reyes 11:13; 15:1-5; 2 Reyes 8:16-19; 19:34).

C. Dios incluso exaltó a la casa de David por medio de hombres como Salomón (1 Reyes 10:1-10), Ezequías, Josías, Zorobabel (Esdras 3:8; 4:1-3; 5:2; Hageo 1:1) y finalmente, Jesús.

III. El Hijo de David edificó una casa en la que el Señor habitaría para siempre.

A. Jesús es el Hijo de David (Mateo 1:1; Lucas 1:32; Romanos 1:3).

B. Como Salomón, este Hijo de David edificó una casa para Dios (Mateo 16:18; 1 Timoteo 3:15).

C. La edificación de esta casa cumplió las profecías del Antiguo Testamento (Amós 9:11; Hechos 15:16-18; Efesios 2:11-22).

D. Esta casa nunca sería destruida (Mateo 16:18; cf. Daniel 2:44).

IV. ¿Cómo podemos identificar a la casa que el Hijo de David edificó?

A. Esta casa fue edificada en Jerusalén, en el día de Pentecostés después de la resurrección de Jesús (Isaías 2:1-4; Daniel 2:44; Lucas 24:49).

B. Jesús es la Cabeza de esta casa (Efesios 1:22-23; 5:23).

C. Entramos a esta casa a través de la puerta (Juan 10:9; 14:6), por medio del nuevo nacimiento (Juan 3:5; Romanos 6:3-4).

Conclusión

I. Si entendemos que el hombre no puede edificar una casa mejor que la que Dios puede edificar, ¿por qué pensaríamos que el hombre puede edificar una iglesia mejor que la que el Hijo de Dios edificó y por la cual murió?

II. No permita que cuando el Señor regrese lo encuentre en una casa que carece de Su presencia (2 Corintios 6:16). La casa que Él edificó todavía existe y tiene un lugar para usted.