¿Cómo Pueden los Jóvenes Asegurar Su Camino?

Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres. Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas (Deuteronomio 6:1-9).

Los pasajes anteriores enfatizan la necesidad de enseñar a nuestros hijos las leyes de Dios. Moisés instruyó a los israelitas a aprender las leyes de Dios antes de conquistar la Tierra Prometida y enseñar esas mismas leyes a sus hijos y nietos. También les amonestó a enseñar a sus hijos mientras caminaban, se sentaban a descansar, se acostaban y cuando se levantaban en la mañana, por ende, usando toda oportunidad para enseñar a sus hijos.

Este principio todavía se aplica hoy. Así como Moisés instruyó a los israelitas a afirmar a sus hijos en el conocimiento de las leyes de Dios, nosotras debemos inculcar firmemente en nuestros hijos el conocimiento de las leyes de Dios que se aplican a la humanidad moderna. Efesios 6:4 declara, “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Los padres tienen el trabajo que Dios les ha encomendado de no solamente enseñar los mandamientos de Dios a sus hijos, sino también tienen la responsabilidad de instruirles en cuanto a la manera de usar ese conocimiento. Instruir a nuestros hijos debe ser más que solamente enseñarles a recitar versículos bíblicos o relatar eventos bíblicos. Debemos inculcar en ellos la habilidad de estudiar las Escrituras por sí mismos y no simplemente repetir lo que se les ha dicho, para que puedan discernir lo correcto de lo incorrecto, y más importante, para hacer que la Palabra de Dios sea una parte activa de sus vidas personales. Si logramos esto, ¡nuestros hijos estarán en el buen camino para asegurar sus corazones ante Dios! Muchos sabemos esto, pero la parte difícil es poner esto en práctica.

Cada padre necesita recordar el relato bíblico de Ana en 1 Samuel 1-2. Ella oró fervientemente a Dios por un hijo y prometió que si Dios cumplía su requerimiento, ella dedicaría a su hijo al Señor. Dios respondió la oración de Ana, y ella cumplió su promesa. Tan pronto como destetó a Samuel, le dejó en las manos de Elí, el sumo sacerdote, para que él pudiera servir a Dios en el templo. Muchos futuros padres oran a Dios para que sus hijos sean sanos, pero también deberían orar para que ellos les críen y enseñen a vivir según los mandamientos de Dios. Dios no quiere que dejemos a nuestros hijos en el templo para servirle, como Ana lo hizo con el niño Samuel, pero necesitamos comenzar a instruirles en la Palabra de Dios desde el nacimiento, para que vivan por ella y siempre pongan a Dios en primer lugar en sus vidas. Debemos continuar orando durante las vidas de nuestros hijos para que Dios nos ayude a instruirles y protegerles. Nuestros hijos necesitan saber que les recordamos diariamente en nuestras oraciones.

Mientras nuestros hijos maduran, debemos enseñarles que Dios es primero, y que todos los otros aspectos de la vida deben tomar el segundo lugar (Mateo 10:37; 22:37-38; Lucas 14:26-27; Filipenses 3:7-9). Esto significa que las lecciones bíblicas tienen el primer lugar antes de la tarea del colegio; la adoración y la clase bíblica preceden a las actividades escolares (la banda de música, los deportes, los viajes, etc.); y las actividades de la iglesia son más importantes que las fiestas o reuniones con los amigos. Debemos enseñar a nuestros hijos a escoger a sus amigos cuidadosamente, enfatizando que deben pasar la mayor parte de su tiempo con los que les ayudan a ir al cielo, no con aquellos que les tientan a alejarse de Dios. Para que esto suceda, como padres debemos proveer diversión y actividades entretenidas para nuestros hijos y sus amigos que se enfocan en Dios. Todo esto debe comenzar a una edad muy temprana y debe continuar durante los años de adolescencia.

Debemos instruir a nuestros hijos a servir a Dios desde la guardería hasta la adultez. Todos los niños quieren agradarnos y que les reconozcamos por sus logros. Anime a sus pequeños a ayudarle a hornear galletas y llevarlas a las personas enfermas o solitarias. Si sus hijos tienen más edad, pueden ayudar a los ancianos en la limpieza y mantenimiento de sus casas (especialmente después de una tormenta).

No debemos olvidar de animar a nuestros hijos a alcanzar a los perdidos con el Evangelio de Cristo. Los padres deben estar dispuestos a llenar sus autos con los amigos de sus hijos para llevarlos a la iglesia, proveyendo a estos jovencitos la oportunidad de oír los mensajes de la Palabra de Dios en las clases bíblicas, escuelas vacacionales, campañas evangelísticas, campamentos y actividades juveniles que las congregaciones locales realizan. Los niños están dispuestos y pueden tocar las puertas, invitar a las familias a los servicios de adoración y dejar folletos con información en cuanto a la iglesia o eventos próximos; ellos solamente necesitan la ayuda y el ánimo de los adultos.

A través de la vida de un niño, los padres deben aprovechar cada oportunidad para enseñar la Palabra de Dios. Las actividades diarias proveen ejemplos amplios de enseñanza en cuanto al gran Creador y la actitud cristiana. Viajar de un punto A a un punto B puede ser un tiempo para aprender versículos de memoria y hechos bíblicos. Debemos tomar tiempo cada día para la lectura bíblica y los devocionales con nuestros hijos. ¡No debemos engañarnos al pensar que dos o tres horas por semana de instrucción bíblica y servicio de adoración afirmarán a nuestros hijos en la Palabra de Dios!

Estas instrucciones no tienen ningún valor si fallamos en enseñar con nuestro ejemplo. No podemos vivir según el dicho antiguo, “Haz como digo, pero no hagas lo que hago”. Nuestros hijos deben ver que pongamos a Dios primero en nuestras vidas. Se debe considerar la vida y el servicio cristiano como la prioridad principal, antes de nuestros trabajos, familias y actividades placenteras. Nuestros hijos deben ver que tengamos una actitud como la de Cristo cuando interactuemos con otros; deben ver que tratemos de alcanzar a las almas perdidas de este mundo; deben oírnos orar por ellos y por otros; y deben vernos estudiar nuestras Biblias en preparación para la clase bíblica y para obtener conocimiento personal.

Como madre de tres hijos adultos, puedo mirar el pasado y descubrir áreas en las que pudiera mejorar si tuviera la oportunidad de comenzar otra vez a criar a mis hijos. Estoy segura que muchas de ustedes pudieran decir lo mismo. Si nuestros hijos abandonan la iglesia o no son tan fieles como deberían ser, frecuentemente nos podemos consolar al saber que hicimos lo mejor que sabíamos hacer en ese tiempo, y que cada persona tiene la responsabilidad de salvarse a sí misma. Mis hijos no pueden culparme por sus pecados y debilidades, ni yo puedo culpar a mis padres por mis fallas.

¿Cómo podemos asegurar los corazones de nuestros hijos para el Señor? Al vivir un vida piadosa según la voluntad de Dios y enseñarles a amar y obedecer a Dios.