El Aguijón de la Abeja

Una familia salía de vacaciones en su auto. Las ventanas del auto estaban abiertas y se podía disfrutar la cálida brisa veraniega de un día soleado. De repente una gran abeja entró disparada al auto y comenzó a zumbar dentro. Una pequeña niña muy alérgica a las picaduras de abejas se agachaba en el asiento trasero. Si la abeja la picaba, ella podía morir en una hora. Ella gritaba de miedo: “Oh, papá, ¡es una abeja! ¡Me va a picar!”. El padre rápidamente se hizo a un lado de la carretera y detuvo el auto. Extendió su mano para atrapar a la abeja. Zumbando hacia él, la abeja chocó con la ventana donde el padre la atrapó en su mano. Cerrando su mano, esperó la picadura inevitable. Luego, con dolor, dejó ir a la abeja. La abeja estaba suelta en el carro otra vez. La pequeña niña se alarmó nuevamente: “Papá, ¡me va a picar!”. El padre dijo amablemente: “No, cariño. Ahora ya no te picará. Mira mi mano”. El aguijón de la abeja estaba en su mano.

—En “El Aguijón de la Abeja” (2006), De Casa a Casa, 11[4]:8.