La Madre del Predicador
Una mujer entró al local de la iglesia de un pueblo pequeño. Un hombre amigable le saludó y le ayudó a subir las gradas. Él le preguntó: “¿Dónde le gustaría sentarse?”. La mujer respondió: “En la primera banca, por favor”. Él dijo: “Realmente no creo que quiera hacer eso; el predicador es muy aburrido”. La mujer preguntó: “¿Sabe quién soy?”. Él respondió: “No”. Ella dijo con indignación: “Soy la madre del predicador”. El hombre preguntó: “¿Sabe quién soy yo?”. Ella respondió: “No”. El hombre dijo, “¡Qué bueno!”, mientras desaparecía rápidamente.
—En “La Madre del Predicador” (2013), De Casa a Casa, 18[6]:4.