La pequeña toalla no estaba allí
Yo estoy encargado de hacer dormir a mi hija menor de dos años. Nuestra rutina, sea en la tarde o en la noche, es la misma. Primero, me aseguro de que su «bebé» (muñeca) esté en su cama. Luego pongo a mi hija su bata de dormir y la llevo a escoger un libro para leerlo a ella. Después de leer el libro, la pongo en su cama, junto a su bebé, y la cubro con su sábana y apago la luz. Ella entonces me dice: «¡Sentar, papá!». Yo me siento por algunos minutos, y luego regreso a su cama y acomodo una vez mas su sábana, le doy palmaditas en su espalda y le digo suavemente: «Buenas noches, bebé; te quiero, bebé»; y ella siempre responde: «Noches, papá; quiero, papá».
Hoy fue algo diferente. Ella tenía una bolsa de papel en su mano, así que yo le dije que no podía dormir con eso. Ella comenzó a decir: «¡Sí, sí!». Yo no sabía lo que había en la bolsa, aunque pude ver una toalla pequeña. Le dije otra vez: «¡No puedes dormir con la bolsa!». Ella comenzó a llorar, y yo comencé a sentir frustración, pero le dije que dejaríamos la bolsa cerca de su cama, y le repetí que ella no podía dormir con la bolsa. Ella todavía estaba afligida, pero se calmó cuando comenzamos la rutina y yo le leí un libro. Luego la puse en su cama, apagué la luz del cuarto y encendí su luz de noche, y me senté como de costumbre.
Después de algunos minutos, escuché la bolsa. Ella estaba alargando su mano, tratando de alcanzar el contenido. Ya que parecía que no podía hacerlo, finalmente decidí ayudarla. Cuando revisé la bolsa, vi un juguete de goma, y se lo acerqué: «¿Es esto lo que buscas?». Ella tomó el juguete y dijo: «¡Dos, dos!». Revisé la bolsa nuevamente y encontré otro juguete, y se lo di. Entonces recordé la toalla que había visto antes y que ya no estaba en la bolsa, pero no le di importancia, así que comencé a acomodar la sábana de mi hija. Cuando ya terminaba, me di cuenta de que ella estaba tratando de acomodar la sábana (¡la toalla!) de su bebé, mientras decía: «Noches, bebé; quiero, bebé».
En ese momento deseé haberme esforzado más por entenderla mejor. Terminé de acomodar su sábana y también procedí a acomodar la «sábana» de su bebé. Luego di palmaditas a ambos y les dije: «Buenas noches, bebés; los quiero, bebés». Mi hija entonces respondió: «Noches, papá; te quiero, papá».
—Moisés Pinedo