Los Agujeros en la Cerca
Un joven le dijo a su padre que quería ser un líder, y le preguntó cómo podía lograrlo. El padre le respondió que lo primero que debía hacer era estar consciente de su conducta. Le dijo que, cada vez que sintiera que había hecho daño a una persona, martillara un clavo en la cerca de su casa. El joven aceptó el reto y empezó a tomar mayor conciencia de sus actos. Siguiendo el consejo de su padre, comenzó a poner clavos con el martillo cada vez que hacía daño, maltrataba a una persona o no la respetaba. Con el tiempo, el joven dejó de poner clavos en la cerca porque ya era consciente de sus actos y trataba bien a las personas. Entonces preguntó a su padre: “¿y ahora qué hago?”. El padre le dijo que, por cada acto de bien y servicio que realizara, sacara un clavo de la cerca. El joven nuevamente aceptó el reto y empezó, poco a poco, a sacar los clavos. Ya era consciente de sus actos, y además se dedicaba a ayudar a las personas. En poco tiempo logró sacar todos los clavos. Contento se acercó a su padre, y le dijo: “¡He terminado! ¡Logré sacar todos los clavos! ¡Finamente he aprendido a ser una mejor persona, un líder!”. Pero repentinamente pensó en algo: “¿Ahora qué haremos con todos los agujeros que dejaron los clavos en la cerca?”. El padre respondió: “No los toques. Están allí para recordarte siempre que en tu camino de aprendizaje dejaste una huella de dolor en la gente, y que gracias a su entrega, comprensión y colaboración, ahora puedes ser la persona que eres”.
—Adaptado; en David Fischman (2000), El Camino del Líder (Lima, Perú: El Comercio), pp. 19-20.