«¿Realmente existo?»
Un maestro de filosofía había estado enseñando a su clase a cuestionar la existencia de todo—especialmente la existencia de Dios. Cuando uno de sus estudiantes, quien también negaba la existencia de Dios, regresó a casa, decidió pasar toda la noche cuestionando su propia existencia. Al final, llegó a la conclusión de que esto también era «imposible de probar».
A la mañana siguiente, pensó que compartiría su nuevo descubrimiento con toda persona que encontrara en su camino a la universidad. Al salir de su casa, vio a su vecino anciano que recogía el periódico. Ellos comenzaron a conversar, y entonces el joven le dijo: «En mi clase de filosofía he aprendido a cuestionar la existencia de todo, y he llegado a la conclusión elevada de que incluso mi existencia es improbable. ¿Qué opina usted? ¿Cree usted que yo existo?». El anciano puso final a su agenda agnóstica al preguntarle simplemente: «¿Y hay alguien que exista que quiera saberlo?».
—Adaptado por Moisés Pinedo de una historia escuchada en una conferencia en el este de Tennessee.