Solamente cinco domingos
Un predicador estaba hablando con un hombre, y le dijo: «Creo que usted sería de gran bendición para nuestra iglesia. Me gustaría que fuera parte de nuestra familia cristiana. ¿Me permitiría estudiar la Biblia con usted?». El hombre respondió: «Predicador, realmente no quiero estudiar la Biblia ahora. Pero esto haré: ya que aprecio lo que ha dicho, visitaré su congregación durante cinco domingos; y si usted me puede convencer en cinco domingos de llegar al cristianismo, entonces lo haré».
El hombre cumplió su palabra; fue el primer domingo, luego el segundo, el tercero y el cuarto. En el quinto domingo, cuando se cantó el himno de invitación, el hombre pasó adelante y requirió ser bautizado. El predicador se alegró por su decisión y lo bautizó.
Algunos días después, cuando el predicador se encontró con el hombre, tuvo curiosidad al respecto, y le dijo: «No es que quiera jactarme, pero me gustaría saber cuál de mis sermones lo convenció». El hombre respondió: «No quiero desilusionarlo, pero no fue ninguno de ellos». Luego explicó: «Yo estaba saliendo del lugar de reunión el cuarto domingo, y vi a una mujer de edad que estaba cerca de la puerta, lista para bajar las gradas y regresar a casa. Ella tenía su Biblia debajo de su brazo, y su bastón en su mano derecha. Le pregunté: “¿Puedo ayudarla?”. Ella respondió: “Sí, por favor”. Luego tomó mi brazo, y yo la ayudé a bajar las gradas. Cuando llegamos abajo, ella me miró a los ojos y me preguntó: “¿Eres cristiano? ¡Oh, espero que lo seas! ¡Es lo más maravilloso en el mundo!”. Entonces ella continuó su camino.
»Yo me quedé allí, sin saber qué decir, viendo que la mujer desaparecía lentamente de mi vista. Pero pensé en esas palabras toda la semana. Así que decidí que debía ser bautizado, ya que quería tener lo que pude ver en los ojos de ella, lo que pude oír en sus palabras, y lo que pude contemplar en su rostro».
—Historia real contada por Nathan Adams en un sermón para la iglesia de Cristo en Elizabethton, TN, en 2020.