«¿Todavía me amas cuando no puedo verte?»
Un hombre perdió a su joven esposa solamente algunas horas después que ella contrajera una enfermedad terrible. Él quedó solo, con su pequeña hija de cinco años. Se llevó el cuerpo de la mujer al cementerio, y se rindió un servicio simple. El corazón del pueblo estaba quebrantado por la noticia, y todos los vecinos se acercaron a él y le dijeron: «Tú y tu hija deben quedarse con alguno de nosotros por algunos días». Pero el hombre respondió: «Debo regresar al mismo lugar donde ella estaba, al cuarto de donde se marchó, y debo enfrentar el dolor con esta niña al lado mío». Entonces se marchó.
Esa noche la niña no pudo dormir. El hombre se preguntaba si había algo peor que escuchar a su pequeña niña llorar por una madre que nunca iba a regresar. Por mucho tiempo la niña sollozaba en su cama, así que el hombre extendió su mano hasta la cama de ella y trató de calmarla tanto como podía. Después de algún tiempo, la niña dejó de sollozar, y el hombre, pensando que ella había quedado dormida, dijo: «Dios mío. Confío en Ti, ¡pero es muy oscuro aquí!».
Entonces la niña comenzó a sollozar nuevamente, y dijo: «Papá, ¿por qué es tan oscuro aquí? No puedo verte». Luego trató de calmarse, y dijo: «Papá, ¿todavía me amas cuando es oscuro? ¿Todavía me amas cuando no puedo verte?». Él se levantó, la tomó en sus brazos, la acurrucó cerca de su pecho, y ella finalmente comenzó a dormir.
Luego él la puso de nuevo en su cama, y mientras ella dormía, Él oró: «Padre, ¿por qué es tan oscuro aquí? No puedo verte. Padre, ¿todavía me amas cuando es oscuro? ¿Todavía me amas cuando no puedo verte?». Y diciendo esto, el hombre finalmente comenzó a dormir.
—En DeHoff, George (1975), Sermones que he predicado [Sermons I have preached] (Murfreesboro, TN: DeHoff Publications), pp. 22-23; traducción adaptada por Moisés Pinedo.