¡Dios También Cree en Usted!

Dios quiere que creamos en Él (Juan 8:24). De hecho, si no tenemos fe en Su existencia, no podemos ser salvos (Hebreos 11:6). Nosotros tenemos fe en Él, pero Él también tiene fe en nosotros. Algunas veces Él cree más en nosotros de lo que nosotros lo hacemos.

Dios creyó en Abraham

Dios dijo de este “padre de la fe”:

Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio (Génesis 18:19).

El Dios Todopoderoso creyó lo suficiente en Abraham como para aventurarse a decir que sus hijos y nietos serían criados en el camino de la verdad. Desde luego, Él estuvo en lo cierto. Isaac (hijo de Abraham) y Jacob (su nieto) creyeron en Dios y siguieron los pasos de Abraham. De hecho, la nación de Israel—aunque con fallos ocasionales—trató de continuar en la fe de Abraham.

Dios creyó en Job

Satanás suspendió su persecución de la humanidad el tiempo suficiente como para reportarse ante Jehová (Job 1:6).

Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? (1:8).

Dios presentó un reto a la serpiente antigua al insistir que no tendría éxito con Job. Dios creyó en Job. Sabía que Job no le desilusionaría. Y Job soportó el peor ataque de tortura diabólica registrado en los anales de la raza humana. Él no “maldijo a Dios y se murió”, como su esposa le sugirió que lo hiciera (Job 2:9). Dios creyó en Job, y Job creyó en Dios.

Dios creyó en Rahab

Rahab no era realmente un buen modelo para los niños (Josué 2:1-6). Ella era la clase de persona de la cual la gente hablaba, a quien la gente señalaba y de quien la gente se avergonzaba. La gente no hubiera confiado en ella debido a su reputación, mucho menos le hubiera confiado a sus hijos o sus billeteras.

  • Rahab era una mujer de moralidad libertina y carácter poco positivo. En palabras claras, era una ramera—prostituta (Hebreos 11:31; Santiago 2:25). Ella había vendido su cuerpo a hombres que pasaban por la ciudad y se quedaban con ella. Durante esos tiempos paganos, la prostitución era frecuentemente parte de la adoración idolátrica.
  • Rahab era una traidora. Traicionó a su país al refugiar a sus enemigos.
  • Rahab era una mentirosa. Dijo que los espías habían salido, pero ellos estaban escondidos en su terrado. Algunos usan esto como prueba de ética situacional (cf. Romanos 3:8), pero Dios nunca aprueba la mentira (Proverbios 6:17; Efesios 4:25). Dios pudo haber protegido a los espías de una manera que no hubiera requerido el pecado.

Se aceptó a Rahab a pesar de su mentira, no debido a su mentira. Se elogia a otros personajes bíblicos, aunque ellos también fueron culpables de pecados serios (e.g., David cometió adulterio [2 Samuel 11]). Muchos de los que son elogiados en Hebreos 11 no lo son por todo lo que hicieron (Abraham mintió; Noé se embriagó; Sansón cometió fornicación). Se les elogia simplemente por algún acto heroico de fe. Nosotros podemos elogiar a un orador por su elocuencia, aunque a la misma vez oponernos a algunas de sus ideas o lenguaje. Ya que era una cananea, a Rahab no se le debe haber enseñado que la mentira es un pecado.

A pesar de todo esto, Dios creyó en Rahab. Perdonó su iniquidad. Estuvo dispuesto a perdonarle de su vida previa y olvidar su mentira en cuanto a los espías. Vio algo bueno en ella. Lo que a Dios le gustó en cuanto a ella fue su fe y obras. En Hebreos se le elogia por su fe; en Santiago se le menciona por sus obras.

De manera remarcable, finalmente se lista a Rahab en la genealogía del Hijo de Dios (Mateo 1:5). Dios permitió que esta ex mujer de mala vida fuera parte de la nación israelita—su pueblo escogido y santo—y llegara a ser esposa de un israelita y luego madre de uno. Algunos escritores especulan que Salmón (su esposo) pudo haber sido uno de los espías a quien ayudó. ¡Si eso fuera cierto, esta sería una hermosa historia de amor!

Rahab llegó a ser una princesa en Israel, y más importante, llegó a ser parte del linaje que venía de Abraham a través del Rey David hasta Jesús. Al presentar la genealogía del Señor, Mateo menciona solamente a cuatro mujeres aparte de María—a Tamar, Rahab, Rut e implícitamente a Betsabé. Tres de ellas tienen nombres manchados. La mayoría de personas tendría vergüenza de tener prostitutas y adúlteras en su árbol genealógico. Si estuviera en su poder, nunca hubiera permitido que sus nombres estuvieran allí. Dios pudo haber obviado el nombre de Rahab, pero creyó en ella tanto como para ponerle en Su álbum familiar.

Dios creyó en Pedro

Pedro maldijo y juró que no conocía a Jesús de Nazaret (Mateo 26:70-74). A pesar que había sido Su amigo, a pesar que le había escogido para ser apóstol, a pesar que le había dado la bienvenida en Su círculo íntimo, y a pesar que Pedro se había jactado que moriría antes de negarle, Pedro temió ante la pregunta de una criada. Pretendió que nunca había conocido a Jesús y apoyó esa declaración con palabras profanas (lo cual desliga a una persona de Cristo).

Después de eso, Pedro lloró como un niño penitente. Lamentó su fracaso. Dios pudo haberse dado por vencido con Pedro. Pudo haber buscado a alguien más para ser un apóstol para los judíos, pero Dios todavía creía en Pedro. Y cuando fue tiempo de escoger a alguien para ser el vocero principal de Cristo en la inauguración de la iglesia, Dios permitió que Pedro diera el sermón que daría comienzo a la dispensación cristiana (Hechos 2).

Dios creyó en Saulo

El Señor describió a Saulo como “instrumento escogido…, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15). Todos los demás vieron en él al peor enemigo de la iglesia; Dios vio a su más grande promotor. Otros vieron a alguien que podía perseguir; Dios vio a alguien que podía enfrentar persecución. Ellos vieron a un blasfemo; Dios vio a un predicador. Ellos vieron a un homicida; Dios vio a un misionero.

Estos ejemplos muestran que algunas veces Dios cree en nosotros cuando otros no lo hacen, incluso nosotros mismos. Él no solamente protegerá a los que fielmente le sirven y sufren por Él, sino les preferirá y hará por ellos más de lo que ellos puedan pedir o pensar (Efesios 3:20). Dios puede usar a gente que ha cometido errores. Leemos que los publicanos y las rameras pueden entrar al reino, donde no simplemente son tolerados, sino bienvenidos (Mateo 21:31). Los de Pentecostés habían matado a Jesús, pero llegaron a ser los primeros cristianos (Hechos 2). Los corintios habían sido inmorales, pero Dios les perdonó (1 Corintios 6:9-11).

Crea en Dios. Permita que Dios crea en usted.