El Bautismo del Espíritu Santo

Si se lo considera bíblicamente, se puede concluir que el bautismo del Espíritu Santo es un tema de importancia histórica más que contemporánea. Por ejemplo, la hermandad acepta que no ha habido un caso de bautismo del Espíritu Santo por casi 2,000 años. Hay facetas de este tema en las cuales algunos  pueden no estar de acuerdo, pero ellos están de acuerdo en que el bautismo del Espíritu Santo es un ministerio pasado del Espíritu, el cual las Escrituras indican que no ocurrirá otra vez. Solamente los grupos religiosos que optan por lo espectacular, abogan hoy por el bautismo del Espíritu Santo.

Las preguntas del bautismo del Espíritu Santo incluyen:

  1. ¿A quiénes se prometió este bautismo?
  2. ¿Cuál fue el propósito de este bautismo?
  3. ¿Quiénes recibieron este bautismo?
  4. ¿Cómo se debe definir “bautismo” en la frase “el bautismo del Espíritu Santo”?

Las cuatro preguntas anteriores generales también implican preguntas secundarias:

  • ¿Fue el bautismo del Espíritu Santo una promesa para cada generación, incluyendo la nuestra?
  • ¿Se concedió el bautismo del Espíritu Santo para la salvación de los pecados?
  • ¿Se requiere hoy el bautismo del Espíritu Santo para que el hombre pueda entender la Biblia?
  • ¿Recibieron los 120 discípulos (Hechos 1:15) el bautismo del Espíritu Santo así como los doce apóstoles?
  • ¿Recibieron Cornelio y su familia el bautismo del Espíritu Santo?
  • ¿Cuándo y dónde se recibió el bautismo del Espíritu Santo?
  • ¿Significa el bautismo del Espíritu Santo que literalmente el Espíritu entraba de manera personal en los receptores de tal bautismo?
  • ¿Significa el bautismo del Espíritu Santo que los receptores solamente recibieron una cierta medida del poder del Espíritu?
  • ¿Hay alguna diferencia entre ser “lleno” del Espíritu y ser “bautizado” en el Espíritu?
  • ¿Cómo se podía saber si alguien había sido bautizado en el Espíritu Santo? ¿Se expresaba el bautismo del Espíritu Santo siempre por medio de una manifestación milagrosa?

LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO

La primera mención bíblica del bautismo del Espíritu Santo viene de los labios de Juan el Bautista: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11).

En esa ocasión, hubo gente presente de Jerusalén, Judea y alrededor del Jordán (Mateo 3:5). Muchos de los fariseos y saduceos también estuvieron presentes (Mateo 3:7). Aunque se puede entender por el versículo 11 que al menos algunos de los presentes eran personas piadosas, los versículos 7 al 10 también indican que algunos no eran aceptables delante de Dios, es decir, los fariseos y saduceos. Por ende, la promesa del bautismo del Espíritu Santo no fue para cada persona presente ese día. Entonces, ¿a quiénes en particular se hizo la promesa? Se debe analizar cuidadosamente otros pasajes para responder adecuadamente esta pregunta.

Pero antes de terminar con Mateo 3:11, note que se atribuyen dos bautismos a Jesús: (1) en “Espíritu Santo” y (2) en “fuego”. El “fuego” no se relaciona al bautismo del Espíritu, sino a los árboles estériles que son quemados en el versículo 10 y a la frase en el versículo 12 que dice: “[Él] quemará la paja en fuego que nunca se apagará”.

Algunos de los presentes eran piadosos, pero otros no. Juan prometió que algunos de ellos recibirían el bautismo del Espíritu, y que otros recibirían un bautismo en fuego, y que Jesús administraría ambos bautismos. En Juan 1, Juan el Bautista identificó otra vez a Jesús como el administrador del bautismo del Espíritu: “[El] que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo” (vss. 32-33). Jesús mismo reclamó ser el administrador de este bautismo: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5).

Mateo 3:11 no registra específicamente el cuándodónde y cómo del bautismo en el Espíritu o el bautismo en fuego. Algunos de los apóstoles pudieron haber estado presentes en tal ocasión, quienes después recibieron el bautismo del Espíritu Santo. Esto es más que probable si se considera otras referencias bíblicas en cuanto a la promesa o recepción del bautismo del Espíritu.

La gente que hoy ora por el bautismo en fuego, ora para su mal. Tristemente, tal vez un día ellos recibirán el objeto de su oración ferviente. El bautismo en fuego es equivalente al “infierno” o el “lago de fuego” (Apocalipsis 21:8). Probablemente aquellos que han sido instruidos erróneamente asocian el “fuego” de Mateo 3:11 con las “lenguas repartidas, como de fuego”, que acompañaron al bautismo del Espíritu sobre los apóstoles (Hechos 2:3).

Los capítulos 14, 15 y 16 de Juan prometen el bautismo del Espíritu exclusivamente a los apóstoles de Cristo. Los primeros versículos de Juan 13 relatan que los doce apóstoles y el Señor se habían retirado de la escena pública para observar la Pascua. Solamente los apóstoles estuvieron presentes para recibir la promesa del bautismo del Espíritu durante los siguientes tres capítulos. Jesús prometió el Espíritu Santo (también llamado el Consolador) dos veces en el capítulo 14 (vss. 16-17,26), una vez en el capítulo 15 (vs. 26) y una vez en el capítulo 16 (vss. 7-15). Solamente a los apóstoles Jesús reiteró esa promesa inmediatamente antes de Su ascensión al cielo.

…hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días (Hechos 1:2-5).

Nadie más aparte de los apóstoles estuvo presente en los contextos de Juan 14-16 o Hechos 1:2-5 para recibir la promesa del bautismo del Espíritu. Por tanto, debido a la ausencia de pasajes adicionales que (1) también prometan el bautismo del Espíritu a otros, (2) muestren que otros también recibieron lo que Jesús prometió solamente a los apóstoles o (3) enseñen que el propósito del bautismo del Espíritu Santo se aplica a otros, el estudiante de la Biblia debe concluir que la promesa del bautismo del Espíritu fue solamente para los apóstoles. A nadie más se le mandó a ser bautizado en el Espíritu Santo.

Los capítulos 14-16 de Juan también contienen material que se aplica en el presente, pero la promesa del Espíritu Santo no se aplica hoy a nosotros. Algunos enunciados de Jesús en esos capítulos fueron enseñanzas generales que no se aplicaban precisamente a los once apóstoles (Judas ya había salido). Por ejemplo, “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:23-24). Todos los que estaban presentes eran fieles a Jesús y por ende Le amaban.

Nuestro Señor prometió moradas celestiales (Juan 14:1-3); esto también se aplica a los discípulos en la actualidad. Otros versículos en el Nuevo Testamento también prometen el cielo a los siervos fieles (e.g., 2 Corintios 5:1; 1 Tesalonicenses 4:13-18). La diferencia entre la promesa del bautismo del Espíritu que fue hecha solamente a los apóstoles y las promesas adicionales generales (i.e., el cielo) en el mismo contexto es doble: (1) En ninguna otra parte del Nuevo Testamento se promete el bautismo del Espíritu a otros o se muestra que otros recibieron tal promesa. (2) Se puede encontrar las promesas generales (como el cielo) en otras escrituras, las cuales se aplican a todos los cristianos fieles.

EL PROPÓSITO DEL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO

Se identifica el propósito del bautismo del Espíritu Santo en los versículos citados anteriormente en Juan 14-16. En ninguna parte la Biblia manda a alguien a ser bautizado en el Espíritu Santo, ni tampoco indica que ese bautismo salva al receptor.

El propósito del bautismo del Espíritu corresponde directamente a la función de los apóstoles a quienes se les hizo la promesa. Su propósito fue: (1) enseñar a los apóstoles (en la carencia del Nuevo Testamento, Juan 14:26), (2) causar que los apóstoles recordaran las enseñanzas que Jesús les había enseñado personalmente (Juan 14:26), (3) capacitar a los apóstoles a testificar (ser verdaderos testigos) de Jesús (Juan 15:26-27), (4) guiar a los apóstoles a toda la verdad (Juan 16:13) y (5) revelar a los apóstoles las cosas venideras (Juan 16:13). En resumen, el bautismo del Espíritu tuvo el propósito de enseñar la Palabra de Dios infaliblemente y por inspiración en la carencia de revelación escrita—el Nuevo Testamento que todavía no había sido producido. El bautismo del Espíritu no tenía el propósito principal de capacitar a los receptores a entender la Escritura, sino a escribir la Escritura.

También se debe señalar que hubo algunos efectos paralelos del bautismo del Espíritu que son de interés especial y que el pentecostalismo ha tergiversado. Los milagros que los apóstoles realizaron después de ser bautizados con el Espíritu no fueron el fin en sí mismos; simplemente confirmaban que las enseñanzas de los apóstoles eran la Palabra de Dios (Marcos 16:20; Hebreos 2:3-4). En su comentario sobre el libro de Hechos, McGarvey señaló la eficiencia de los milagros para confirmar la Palabra de Dios.

Ellos entonces recibieron este poder, y sobre su ejecución depende la autoridad completa de la enseñanza apostólica. Pero el poder para establecer el reino y convertir al mundo implicaba no solamente la posesión del poder mental milagroso mencionado anteriormente, sino también la capacidad de probar que ellos sí lo poseían. Esto se podía lograr por medio de la ejecución de tal poder. Sin embargo, ejercer tal poder al simplemente hablar la verdad con infalibilidad no era suficiente para lograr el propósito, ya que los hombres preguntarían: ¿Cómo pueden garantizarme que lo que dicen es la verdad?... Por ende, había un método concebible por el cual ellos podían exhibir ese poder para el convencimiento inmediato de una multitud, y ese fue el método que se adoptó en esta ocasión: hablar en lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen (s.d., p. 26).

Otro efecto del bautismo del Espíritu en los apóstoles fue la capacidad de transferir poder milagroso (un don del Espíritu Santo) a otros (Hechos 8:14-19). Este efecto del bautismo del Espíritu contribuía al propósito de enseñanza por el cual se había concedido tal bautismo a los apóstoles.

¿QUIÉNES RECIBIERON EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO?

De manera interesante, pocos en la hermandad difieren en cuanto a quiénes se hizo la promesa del Espíritu Santo, pero algunos difieren en cuanto a quiénes lo recibieron. [Desde luego, en el mundo denominacional hay muchos que quitan de su contexto histórico al bautismo del Espíritu y lo aplican al tiempo moderno]. Pero aunque hoy puede haber algo de desacuerdo en la hermandad, todos aceptan que el bautismo del Espíritu no se ha transmitido más allá del primer siglo.

Teniendo esto en cuenta, cualquier desacuerdo en la hermandad en cuanto a los receptores del bautismo del Espíritu es académico y relativamente intrascendente. Tales diferencias tienen que ver con la definición de “bautismo” en relación al “bautismo del Espíritu Santo”. Aquí se señalarán los enfoques divergentes, y luego se presentará una recomendación. Otra vez, este no es un área que debe llegar a ser una prueba de comunión siempre y cuando se reconozca que el bautismo del Espíritu Santo es un ministerio pasado del Espíritu, no un suceso actual.

Frecuentemente la comunidad religiosa declara que los 120 discípulos mencionados en Hechos 1:15 recibieron el bautismo del Espíritu que Hechos 2 registra. Se hace esta declaración para sostener la idea de que todos los discípulos de todas las generaciones pueden recibir el bautismo del Espíritu con el fin de (1) hacer Su obra en sus corazones, permitiéndoles responder al Evangelio, (2) iluminar la Escritura para que pueda ser entendida, y (3) ayudar al cristiano a vivir piadosamente. Se cree que cada una de estas cosas sucede independientemente de la influencia de la Palabra de Dios.

Por otra parte, los que en la hermandad sostienen que los 120 discípulos recibieron el bautismo del Espíritu, no hacen tales declaraciones en cuanto al ministerio del Espíritu que estuvo limitado a la era milagrosa del primer siglo. David Lipscomp escribió que los 120 discípulos recibieron lo que los apóstoles también recibieron en Hechos 2:1-4, e indicó que esa era una creencia popular en su tiempo. Sin embargo, Lipscomb creía que Hechos 2:1-4 no era una referencia al bautismo del Espíritu, sino al don del Espíritu Santo que los 120 discípulos recibieron, incluyendo los apóstoles. Él colocó el bautismo del Espíritu en los apóstoles en otro tiempo, tal vez un tiempo no registrado:

No se discrepa que todos los 120 discípulos estuvieron presentes en tal ocasión. Si los 120 estuvieron presentes en los días previos al Pentecostés, cuando Matías fue escogido en lugar de Judas, ciertamente hay razones adicionales para creer que estuvieron presentes el Día de Pentecostés. Siempre habrá opiniones diferentes en cuanto a sí más personas, aparte de los apóstoles, recibieron el don del Espíritu ese día. Nosotros pensamos que es probable que las lenguas como de fuego se asentaran en cada uno de los apóstoles, pero que todos en la casa recibieran la emanación del Espíritu, en diferentes grados… Los apóstoles recibieron la medida más grande… Creemos que ninguno de ellos recibió ese día la medida del Espíritu que los apóstoles recibieron, ya que de otra manera todos hubieran sido apóstoles (Lipscomb y Sewell, 1969, pp. 56-57).

Lipscomb creía que la profecía de Joel que señalaba que ambos géneros recibirían poder milagroso fue cumplida en el Día de Pentecostés después de la ascensión del Señor. La cita anterior muestra sus razones de tal convicción. T.W. Brents también creía que los 120 discípulos fueron llenos del Espíritu en Hechos 2 (1973, pp. 582-583). Adicionalmente, él estuvo de acuerdo con Lipscomb en que ninguno que estuvo ausente en el Pentecostés recibió el bautismo del Espíritu Santo.

Probablemente la mayoría en la hermandad sostiene que los apóstoles recibieron el bautismo del Espíritu en Hechos 2. Ellos entienden que los 120 discípulos no estuvieron presentes en tal ocasión y que no recibieron el bautismo del Espíritu. Yo coincido con esta última interpretación.

Si se analiza a quiénes se hizo la promesa del bautismo del Espíritu Santo (Juan 14-16; Hechos 1:2-5), se reducirá la dificultad en determinar quiénes recibieron ese bautismo. Solamente a los apóstoles se prometió el bautismo del Espíritu. Por tanto, solamente los apóstoles fueron los receptores del bautismo del Espíritu. El examen del cumplimiento de esta profecía confirma el evento según la promesa, no en conflicto de ella.

Hechos 1 comienza con el discurso de Jesús a Sus apóstoles (Hechos 1:2-8). Él les recordó de Su promesa anterior de que ellos serían bautizados con el Espíritu (vs. 4), aludió a la promesa anterior de Juan de que algunos serían bautizados con el Espíritu (vs. 5), y dijo a los apóstoles que esperaran en Jerusalén para ser bautizados con el Espíritu (vss. 4,8). [Note que Jesús interpretó la referencia de Juan el Bautista al bautismo del Espíritu, y lo aplicó solamente a los apóstoles. Nadie más estuvo presente cuando Jesús hizo tal aplicación].

Luego, en el primer capítulo de Hechos, los apóstoles y otros hermanos (un total de 120) se reunieron. En tal ocasión se escogió a Matías en el apostolado como reemplazo de Judas (Hechos 1:13-26). El primer versículo de Hechos 2 sugiere un periodo de tiempo, tal vez días, entre la selección de Matías y la llegada del Pentecostés. El Día de Pentecostés llegó en las horas de la mañana (vs. 1), pero según la manera judía de calcular el tiempo, ese día había comenzado a las 6:00 p.m. de la tarde previa.

Casi con uniformidad general, en la hermandad contemporánea se entiende que Hechos 2:1-4 relata el bautismo del Espíritu solamente sobre los apóstoles. Note también que originalmente no había una división entre los capítulos 1 y 2, lo cual aclara adicionalmente quiénes recibieron ese bautismo.

[E]l antecedente del pronombre “ellos” en Hechos 2:1 no es los ciento veinte de Hechos 1:15, sino “los once apóstoles” en Hechos 1:26. Por ende, solamente los apóstoles “estaban todos unánimes juntos”. Solamente los apóstoles “fueron todos llenos del Espíritu, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1,4). La proposición que sugiere que otros estuvieron en la casa donde los apóstoles estaban reunidos, y que mientras que los apóstoles recibieron el bautismo del Espíritu, los otros recibieron una medida del Espíritu en menor grado, no tiene fundamento (Woods, 1976, p. 51).

McGarvey añadió:

Es indiscutible que el antecedente para “ellos” es el término “apóstoles”; solamente la división del texto en capítulos interrumpe la conexión gramatical cercana de las palabras, lo cual ha escondido este hecho muy obvio de los comentaristas y lectores. Por tanto, se registra que solamente los apóstoles fueron llenos del Espíritu Santo. Esta conclusión no es solamente evidente por el contexto, sino también las mismas condiciones de la promesa del Espíritu Santo lo requieren. La noche de la traición, Jesús prometió solamente a los apóstoles la ayuda milagrosa del Espíritu, y solamente a ellos dijo en el día de Su ascensión: “seréis bautizados con el Espíritu Santo”. Suponer que la inmersión del Espíritu fue compartida por los ciento veinte discípulos implica tergiversación del texto y mal entendimiento del diseño del evento (s.d., pp. 24-25).

Además, los oyentes de aquellos que recibieron el bautismo del Espíritu identificaron a los que hablaban en lenguas como galileos (Hechos 2:7), pero es poco probable que todos los 120 discípulos fueran galileos. Anteriormente, los ángeles llamaron a los apóstoles “Varones galileos” poco después de la ascensión del Señor (Hechos 1:11). Esta evidencia importante señala a un grupo selecto de discípulos, los apóstoles, como aquellos a quienes la multitud identificó y sobre quienes descendió el Espíritu.

El antecedente “apóstoles”, para los pronombres en Hechos 2:1-4, está incluido en la frase “y fue contado con los once apóstoles”. En Hechos 2, Pedro, uno de los apóstoles, se puso en pie con los once y se dirigió a la multitud para explicar las manifestaciones milagrosas del Espíritu que habían confundido a la gente: “Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo…” (Hechos 2:14). La multitud se enfocó solamente en los doce apóstoles, quienes eran de Galilea y quienes estaban demostrando la manifestación milagrosa resultante del bautismo del Espíritu.

Entonces, solamente los apóstoles recibieron el bautismo del Espíritu en cumplimiento directo de las promesas previas de Jesús. No menos que todos los apóstoles, y nadie más que los apóstoles, recibieron el bautismo del Espíritu en el Día de Pentecostés.

No obstante, algunos en la hermandad sostienen que Cornelio y su familia también recibieron el bautismo del Espíritu Santo (Hechos 10 y 11). Este escritor cree sinceramente que esta proposición es errónea, aunque el problema es simplemente de perspectiva y no debe llegar a ser tema de controversia seria. Solamente se debe realizar un debate en este tema cuando alguien sugiere que “el bautismo del Espíritu Santo que Cornelio y su familia recibieron muestra que cada generación sucesiva, incluyendo la presente, debe esperar recibir el bautismo del Espíritu”.

LA DEFINICIÓN DEL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO

Algunos clasifican el efecto del Espíritu Santo en Cornelio y su familia como el bautismo del Espíritu, mientras que otros, de quienes yo soy uno, no lo considera de esta manera. El punto fundamental para determinar la perspectiva personal es la definición de “bautismo” en la frase “el bautismo del Espíritu Santo”. L’Roy aborda el tema hábilmente:

Si se define el concepto como ser lleno del Espíritu y recibir el poder y autoridad para ser un apóstol, entonces solamente existe un bautismo del Espíritu Santo que el Nuevo Testamento registra. De necesidad, hubiera habido dos ocasiones ya que Pablo hubiera recibido un bautismo en el Espíritu que no se registra. Por otra parte, si se define el bautismo del Espíritu Santo como una emanación repentina de lo alto sin intervención o previsión humana, entonces hay dos incidentes registrados del bautismo del Espíritu, es decir, el de Pentecostés y el de Cornelio (1966, p. 36).

Específicamente, el registro bíblico no ofrece definición del bautismo del Espíritu Santo. La Escritura registra la promesa de esto y describe el suceso. McGarvey cita la falta de definición y procede a abordar el suceso. Las siguientes citas de Guy N. Woods y Foy E., Wallace Jr. complementan las observaciones de McGarvey. Según el análisis de la promulgación del bautismo del Espíritu, estos tres eruditos en la hermandad derivan una definición del bautismo del Espíritu que es justificada y consistente con el registro bíblico.

Esta es la inmersión en el Espíritu Santo que Jesús había prometido, y por la cual los apóstoles habían estado esperando desde su ascensión… En el Nuevo Testamento no hay una definición de la inmersión del Espíritu Santo, pero aquí tenemos lo que tal vez es mejor, un caso real del suceso… Por tanto, la inmersión consiste en ser lleno del Espíritu Santo a tal punto de ser asistido por un poder físico milagroso y ejercer un poder intelectual milagroso (McGarvey, p. 25).
Los apóstoles fueron “llenos” del Espíritu Santo (Hechos 2:4). Esta emanación fue figurativa, no literal; hace referencia a la concesión de poder que fue de ellos, no a la infusión literal del Espíritu. Algunos días después, posteriormente al día memorable de Pentecostés, los apóstoles fueron otra vez “llenos” del Espíritu Santo. Si esto hubiera sido literal, ¿quisiera decir que ellos habían perdido su recepción anterior? Y si esto hubiera sido literal y hubiera sido el bautismo del Espíritu Santo, entonces, ¿quisiera decir que fueron bautizados otra vez en el Espíritu Santo en la ocasión que Hechos 4:23-31 describe? Al reflexionar en estos hechos, se puede percibir que la emanación del Espíritu, la llenura del Espíritu y el bautismo del Espíritu designan la concesión de poder del Espíritu sobre los apóstoles, y que estos términos se usaron de manera metafórica, sin representar literalmente lo que ocurrió...; las medidas del Espíritu fueron medidas de cantidad de poder que el Espíritu ejerció a través de los receptores, no infusiones literales de la esencia de la deidad—el Espíritu mismo. El Espíritu Santo es una Persona, no simplemente una influencia. La influencia que el Espíritu ejerce hoy es solamente a través del medio—la Palabra de Dios que él nos dio (Woods, p. 51).
No es la manera del descenso del Espíritu lo que constituye el bautismo del Espíritu, sino ser lleno o inundado y cubierto; el resultado, no la manera del descenso, define el bautismo del Espíritu, lo cual solamente los apóstoles recibieron (Wallace, p. 99).

En un sentido general, si solamente se define el bautismo del Espíritu como la concesión de medidas del Espíritu y cantidad de poder que el Espíritu ejercía en los receptores, entonces se pudiera decir que cada manifestación milagrosa del Espíritu representaba esencialmente algún grado del bautismo del Espíritu Santo. Según tal proposición, los apóstoles recibieron una cierta cantidad de poder; supuestamente Cornelio y su familia recibieron un grado menor de poder; y aquellos a quienes los apóstoles impusieron sus manos para transferir poder milagroso también recibieron un grado de poder. Por ende, algunos afirman que aparte de los apóstoles, Cornelio y su familia recibieron el bautismo del Espíritu Santo. Pero ellos no argumentan que Cornelio y su familia poseyeron o ejercieron el mismo grado de poder milagroso que los apóstoles—por ejemplo, tener la capacidad de imponer sus manos en otros para transferirles poder milagroso.

Este escritor considera que la manera en que se recibió el poder milagroso en Hechos 2 y 10 no debe ser el único criterio legítimo para definir el bautismo del Espíritu Santo. También se debe considerar su efecto. Se debe admitir que el efecto fue mayor en los apóstoles que en Cornelio y su familia, aunque estos dos eventos tienen más parecido entre sí que los eventos en los cuales los apóstoles impusieron las manos en otros para recibir el Espíritu. Pero si el bautismo del Espíritu fuera equivalente a recibir una medida de poder milagroso, entonces los que sostienen que Cornelio y su familia recibieron el bautismo del Espíritu también deberían admitir que todos los demás que recibieron poder milagroso en el primer siglo recibieron el bautismo del Espíritu Santo (pero desde luego, en menor grado). Si alguien tomara esta posición, yo no discutiría con él siempre y cuando tal persona reconociera la cesación de los milagros. Sin embargo, yo todavía no estaría de acuerdo con tal posición.

En un sentido estricto, se debe restringir el bautismo del Espíritu solamente a los apóstoles. Primero, la promesa dispone el bautismo del Espíritu Santo solamente para los apóstoles (Juan 14-16; Hechos 1:2-8). En el Pentecostés, los apóstoles (en vez de los 120) recibieron el bautismo del Espíritu (Hechos 1:26; 2:1-14).

Segundo, el grado de poder milagroso que los apóstoles recibieron, que fue el efecto del bautismo del Espíritu, difería claramente del grado de poder milagroso de todos los demás receptores en el primer siglo (2 Corintios 12:12; cf. 1 Corintios 14:18). Esto también incluye el evento en cuanto a Cornelio y su familia.

Fundamentalmente, la aplicación del bautismo del Espíritu Santo a la familia de Cornelio interfiere con la única promesa conocida de ese bautismo. Se debe revisar la definición de “bautismo” entre Hechos 2 y 10 antes de llamar “bautismo del Espíritu Santo” a lo que sucedió en la casa de Cornelio.

Además, se debe reconocer que, aunque la manera en que el Espíritu visitó a Cornelio y su familia fue similar al evento de Pentecostés, el propósito de ambos eventos fue diferente. La definición bíblica del bautismo del Espíritu Santo se determina primeramente por la promesa anunciada antes del suceso, y segundo por el grado de su efecto sobre los apóstoles en Hechos 2. Si se analiza adicionalmente el episodio en la casa de Cornelio, se podrá notar que corresponde al don o dones del Espíritu que se recibía por medio de los apóstoles (en este caso la recepción fue directa). Así que, tanto la promesa y el suceso del bautismo del Espíritu Santo pertenecieron solamente a los apóstoles en el primer siglo.

Referencias

Brents, T.W. (1973) El Plan Evangelístico de Salvación [The Gospel Plan of Salvation] (Nashville, TN: Gospel Advocate).

Lipscomb, David y E.G. Sewell (1969) Preguntas Respondidas por Lipscomb y Sewell [Questions Answered by Lipscomb and Sewell], ed. M.C. Kurfees (Nashville, TN: Gospel Advocate).

L’Roy, Elmer (1966), El Espíritu Santo [The Holy Spirit] (Shreveport, LA: Lambert).

McGarvey, J.W. (sine data) Un Comentario sobre los Hechos de los Apóstoles [A Commentary on Acts of Apostles] (Nashville, TN: Gospel Advocate).

Wallace, Foy, Jr. (1967), La Misión y Medio del Espíritu Santo [The Mission and Medium of the Holy Spirit] (Nashville, TN: Foy E. Wallace, Jr.).

Woods, Guy (1976), Preguntas y Respuestas [Questions and Answers], foro abierto, Conferencias de la Facultad Freed-Hardeman (Henderson, TN: Freed-Hardeman College).