El Camino

El Alcalde de Nueva York, Rudy Guiliani, habló ante las Naciones Unidas después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Dijo que en un fin de semana típico, él visita una mezquita islámica el viernes y una iglesia cristiana el domingo. Su perspectiva religiosa es que ambos grupos adoran al mismo Dios, pero en maneras diferentes. ¿Es cierto eso? ¿Son ambos caminos religiosos aceptables, y guían al mismo lugar?

Jesús está en desacuerdo con este alcalde honorable. Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Analicemos Su enunciado.

“YO”

“Yo” es personal. Quite a Buda del budismo o a Mahoma del islamismo, y poco cambiará en tales religiones, pero quite a Jesús del cristianismo, y nada quedará. El cristianismo no es simplemente una filosofía o una ética, sino una conexión personal con un Salvador vivo.

Una vez un misionero necesitaba visitar una villa remota. No había aeropuerto cerca o carretera que condujera a la villa. La única manera de llegar allá era un camino largo a través del bosque. Se escogió a un joven para que le guiara allá. El viaje comenzó siendo fácil—el camino era fácil de seguir. Pero pronto el camino desapareció y el joven comenzó a hacer un camino con un machete a través de la hierba crecida. Después de un tiempo, el misionero comenzó a temer que el joven estuviera perdido. Él preguntó: “¿Dónde está el camino?”.

El guía volteó y miró al misionero. Luego sonrió y dijo simplemente: “Yo soy el camino”.

Jesús dijo simplemente: “Yo soy el camino”. Cuando el hombre necesitaba conocer el camino al cielo, Jesús no envió a un ángel para indicar la dirección; no usó a un dignatario para guiar un movimiento para encontrar su fuente; no convocó a un concilio para estudiar la situación. Él vino personalmente (Juan 1:14). Cuando llegó, no dijo que conocía un camino, que tenía un mapa del camino o que había leído un libro que tenía información valiosa sobre el camino. Reclamó personalmente ser el camino: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32).

“SOY”

“Soy” está en el tiempo presente. Jesús no ha estado en la Tierra por algo de 2,000 años, pero no nos referimos a Él en el tiempo pasado—como lo hacemos con los Césares, Pilato y Josefo. ¿Por qué? Porque estos personajes históricos ya no están presentes, pero Jesús lo está. Todavía está con nosotros (Mateo 28:20). Cristo es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Los cristianos no adoran a estatuas de un Cristo muerto; ellos adoran a su Señor resucitado. Llegará el día en que ante Él “se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios” (Romanos 14:11). Así que la elección no es entre adorar a Jesús o rechazar adorarle. La única elección es cuándo comenzaremos a adorarle y cómo lo haremos.

“EL”

“El” es exclusivo. Jesús reclamó que el único camino a Dios es por medio de Él. A nuestra cultura no le agrada este dogmatismo. Jesús pudo haber dicho que es “un” camino, y nadie se molestaría, pero ya que dijo ser “el” camino, causó hostilidad.

Se reta a nuestros jóvenes en este punto. Por ejemplo, cuando se les enseña Religión Comparativa en sus primeros años en la universidad; se les informa que el cristianismo es simplemente una expresión de la religión. Jesucristo es solo un líder entre otros líderes, un fundador entre otros fundadores. Pero ceder en la verdad de la deidad de Cristo es rechazar la Biblia y perder toda esperanza de salvación. El cristianismo es exclusivo o es nada en absoluto. Jesús dijo claramente: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). Moisés, el fundador del judaísmo, explicó que su religión sería superada por otro Profeta a quien claramente se le identifica en el Nuevo Testamento como Jesús (Deuteronomio 18:15-19; Hechos 3:22). Moisés mandó que se diera preeminencia a este Profeta: “[T]oda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hechos 3:23).

No hay religión occidental y religión oriental. Solamente hay una religión verdadera y muchas religiones falsas. Solamente hay una religión aprobada divinamente y muchas religiones de origen humano. El cristianismo es la religión para todo el mundo y toda criatura (Marcos 16:15-16). No hay ningún otro lugar o persona a quién acudir. Pedro reconoció la condición humana cuando dijo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Pedro además declaró de Cristo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). El Espíritu hizo la pregunta retórica: “¿[C]ómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3).

Hay un Mediador entre Dios y el hombre, y Su nombre es Jesús (1 Timoteo 2:5-6). Todas las bendiciones espirituales se encuentran en Él—y ninguna fuera de Él (Efesios 1:3). No debemos rechazarle: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos” (Hebreos 12:25).

“CAMINO”

“Camino” es práctico. Cuando Jesús vino, el mundo no necesitaba un asesor. El mundo se había asesorado hasta llegar a la confusión en masa. El mundo no necesitaba un filósofo. Los tres grandes filósofos—Aristóteles, Platón y Sócrates—ya habían muerto y el mundo todavía estaba en tinieblas. El mundo no necesitaba un reformador, un hombre que hiciera ajustes a la religión que ya existía para hacerla funcionar. No necesitaba un ingeniero para reajustar las fuerzas mecánicas de la sociedad. ¡El mundo necesitaba un Salvador! Entonces, la Tierra se regocijó cuando el ángel dijo: “[O]s ha nacido hoy…un Salvador” (Lucas 2:11).

Jesús es el camino a la casa del Padre (Juan 14:1-3). La palabra traducida “moradas” viene del verbo que significa “morar” o “permanecer”. El lugar de morada de Dios—y de nosotros—no es un refugio temporal; es un hogar eterno.

Jesús es el camino a la salvación.

La salvación se fundamenta en un nombre: ¡Jesús! El nombre “Jesús” significa “salvación de Jehová”. En la Escritura se encuentra las palabras “salvar” y “salvador” 386 veces (en sus varias formas). Se encuentra el nombre “Jesús” 983 veces. Se hace referencia directamente a Él como “Salvador” 16 veces en el Nuevo Testamento (Lucas 2:11; Juan 4:42; Hechos 5:31; 13:23; Efesios 5:23; Filipenses 3:20; 2 Timoteo 1:10; Tito 1:4; 2:13; 3:6; 2 Pedro 1:1,11; 2:20; 3:2,18; 1 Juan 4:14). Él dijo a Sus discípulos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15-16). ¿Ha permitido que Él le salve al llegar al arrepentimiento (Lucas 13:3) y ser bautizado basado en su fe?

Jesús es el camino a la iglesia.

Jesús es el camino para entrar a la iglesia. Entramos a la iglesia al ser bautizados en agua: “[P]ues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:26-27). ¿Ha sido añadido a la iglesia que Jesús edificó (Mateo 16:16-18), que compró con Su sangre (Efesios 5:25) y que lleva Su nombre (Romanos 16:16)?

Jesús es el camino al gozo y el propósito.

Él dijo: “[Y]o he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). ¿Ha encontrado propósito en la vida (1 Pedro 2:5,9)?

¿Por qué no nos acompaña a seguir a Jesús en el camino al cielo?