Ella Hizo lo que Pudo

Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura (Marcos 14:3-8).

Durante la semana previa a la crucifixión, Jesús pasó mucho tiempo preparando a Sus discípulos para Su muerte. A la luz de esta revelación, ¿qué podía hacer alguien? Cuando Jesús habló de esto en Cesarea, Pedro Le reprendió. ¿Pero de qué sirvió esta reprensión (Mateo 16:21-23) si incluso las oraciones más vehementes mezcladas con sangre no podían apartar la copa de sufrimiento (26:39-44), y si el rescate angelical—aunque disponible (26:53), solamente frustraría la misión de Jesús? Al considerar todo lo que no se podía hacer, solamente quedó un sentimiento de desesperación (cf. Juan 14:1). Pero una mujer encontró algo que podía hacer: ya que no podía prevenir la muerte de Jesús, ¡al menos podía ungir Su cuerpo para la sepultura! Cuando los grandes hombres no pudieron hacer nada, esta mujer hizo lo que pudo, y su labor permanece para siempre en el Escrito sagrado, como también permanecen las de otras mujeres.

Rahab hizo lo que pudo. Cuando Israel marchó alrededor de Jericó, y los hombres poderosos de la ciudad temían incluso salir de los grandes muros de la ciudad (Josué 2:9-11), ¿qué podía hacer una mujer de mala fama? Ya que ella llegó a temer a Dios y recibió a los espías de Israel, se le recompensó con su vida, las vidas de los miembros de su familia, un hogar permanente en Israel, y un tributo perpetuo en el pasillo de la fama de la fe (Hebreos 11:30-31).

Rut hizo lo que pudo. Al rechazar permitir que su amada suegra regresara sola a su tierra, ella fue con Noemí. ¿Pero qué podía hacer una viuda pobre? Rut espigó en los campos de Booz hasta el final de la siega de la cebada, y de esta manera proveyó para su suegra (Rut 2:23). ¿Pero qué podía hacer después? Por medio de la providencia de Dios, pronto Rut se casó con el hombre en cuyos campos había trabajado y le dio un hijo llamado Obed (Rut 4:17), abuelo del Rey David (vs. 22). Booz era un hombre rico a pesar del hecho que anteriormente su madre había sido una ramera en la ciudad cananea de Jericó (cf. Mateo 1:5), y Dios trajo a su lado a una viuda extranjera que había estado viviendo en desesperación. ¡De estas dos personas, Dios traería al Mesías, la esperanza del mundo!

Si todavía piensa que Dios no puede hacer algo con usted, considere un ejemplo más. Cuando Jesús fue invitado a la casa de un fariseo, una mujer conocida por sus pecados Le siguió (Lucas 7:36-37), causando consternación al anfitrión orgulloso. Cuando esta mujer se postró a los pies de Jesús, notó que Sus pies estaban sucios; ¿pero qué podía hacer? No tenía agua, vasija o toalla—ninguna de las cosas que necesitaba para hacer lo que se podía hacer. El fariseo no ofreció agua aunque podía haberlo hecho (vs. 44), pero esta mujer improvisó, usando sus lágrimas penitentes como agua y su propio cabello como toalla.

Nadie puede hacerlo todo, ¿pero ha hecho lo que puede?