¿Fue el Bautismo Solamente para la Conversión de Judíos?
Resumen | La evidencia del Nuevo Testamento confirma la verdad que el bautismo es esencial en la conversión de judíos y gentiles. |
Pregunta
“He escuchado que el bautismo—la inmersión en agua para el perdón de pecados—fue un acto requerido solamente a los judíos, y que, por ende, nunca se aplicó, y no se aplica hoy, a los gentiles. ¿Es esto bíblicamente correcto?”.
Respuesta
El bautismo ha sido una de las doctrinas bíblicas que ha sufrido más abuso durante los siglos—siendo reemplazado usualmente por rituales tradicionales de rociamiento u oraciones de manufactura humana para “aceptar a Cristo”. Tales reemplazos carecen completamente de sostenimiento bíblico,[1] y deberían ser rechazados por los que profesan el cristianismo verdadero.
Sin embargo, el bautismo (inmersión en agua, como el significado de la palabra griega baptisma clarifica) para perdón de los pecados es una enseñanza clara del Nuevo Testamento de Cristo (Hechos 2:38; 22:16). Los que estudian honesta y profundamente las Escrituras Sagradas del Nuevo Testamento y su trasfondo histórico reconocen esta verdad. En el Nuevo Testamento, se efectuó el bautismo en el proceso de conversión como un requerimiento para el perdón o la salvación (Marcos 16:16; 1 Pedro 3:21).
Debido a este hecho innegable, los que no están dispuestos a abandonar las tradiciones humanas para dar la bienvenida completa a la instrucción bíblica, han sugerido que solamente se requirió el bautismo en la conversión de los judíos. De hecho, algunos sostienen que las “Escrituras muestran que no existe bautismo que lava los pecados con relación a los gentiles [la conversión de los gentiles—MP]. Todos nosotros que fuimos [sic] gentiles hemos sido perdonados, no por el agua, sino por la fe en el Señor Jesucristo”.[2]
La naturaleza del error es que un error guía a otro error adicional, y este parece ser el caso con aquellos que sostienen que el bautismo no se aplica a la conversión de los gentiles. La cita anterior muestra que incluso existe error terrible en el entendimiento de la palabra “gentil”. El autor del texto entre comillas usa la palabra “gentiles” como la condición pasada de algunas personas (“nosotros que fuimos gentiles”). Pero en su uso bíblico literal, la palabra “gentil” hace referencia a las personas que no son judías (Hechos 20:21; 21:21; Romanos 3:9,29; 1 Corintios 1:23; 10:32; Gálatas 2:15; etc.). Esto quiere decir que, cuando un gentil llegaba al cristianismo, no dejaba de ser gentil, así como un judío no dejaba de ser judío y así como hoy un latinoamericano no deja de ser latinoamericano cuando obedece al Evangelio. Los gentiles sí debían abandonar su paganismo (la religión mundana e idólatra que Dios nunca autorizó) al llegar al cristianismo, así como los judíos debían abandonar su judaísmo (una religión revelada antiguamente que había caducado en la cruz de Cristo), pero ellos no dejaban de ser gentiles o judíos ya que esto era parte de su identidad natal. Por ende, en el Nuevo Testamento Pablo hizo referencia a “las iglesias de los gentiles” (Romanos 16:4)—congregaciones que gozaban de la aprobación de Dios y que a la vez estaban constituidas principalmente de personas que no eran judías.
Otro error fundamental es implicar que aquellos que sostenemos la necesidad del bautismo en la conversión de judíos y gentiles de alguna manera creemos que el poder de perdonar pecados reside en el agua. El Nuevo Testamento enseña claramente que somos salvos por la gracia de Dios—el favor inmerecido de Dios para con el hombre (Efesios 2:8). Dios puede extender esta gracia al pecador penitente debido al sacrificio de Jesucristo a favor nuestro—el derramamiento de Su sangre preciosa para la remisión (perdón) de pecados (Mateo 26:28; Apocalipsis 1:5). Los que estudiamos la Biblia con cuidado sabemos que el Salvador es Jesús (Mateo 1:21), no el agua, nuestra fe personal o algún otro acto que realicemos. Pero esto no quiere decir que el Salvador no requiera ciertos actos antes de conceder la salvación a alguien. Este principio es presentado claramente y repetido constantemente en las Escrituras sagradas del Antiguo Testamento.
Dios (el Salvador) prometió salvar a Noé del gran diluvio que enviaría; pero Él requirió que Noé construyera un arca para brindarle tal salvación (Génesis 6). ¿Podía Noé ser salvo del diluvio sin construir el arca? Obviamente, no. Aunque el poder de salvación no residía en la madera y la brea que la unía, la construcción de tal embarcación era completamente necesaria para la recepción de la salvación.
Bajo las condiciones del Antiguo Pacto, los israelitas recibían perdón de pecados al ofrecer sacrificios de animales (Levítico 4:20,26; 5:10,13,16; 19:22; etc.). Pero cuando leemos el Nuevo Testamento, aprendemos que “la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:4). Otra vez, solamente hay perdón en la sangre de Cristo (Apocalipsis 1:5). ¿Podían los israelitas recibir perdón sin ofrecer sacrificios de animales? Obviamente, no. Aunque el perdón no residía en la sangre de animales, “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).
En el periodo de la conquista de Canaán, se dio a la penitente Rahab la oportunidad de ser salva de la destrucción de Jericó. Los espías del pueblo de Dios instruyeron a esta mujer a atar un cordón de grana a la ventana de su casa, reunir a toda su familia en tal casa, y permanecer en tal casa para la preservación de sus vidas (Josué 2:17-19). ¿Podían Rahab y su familia ser salvos sin atar tal cordón, reunirse en la casa y permanecer en ella? Obviamente, no. Aunque el poder de salvación no residía en el cordón de grana o las cuatro paredes de la casa, se debía seguir las instrucciones para no morir en la destrucción de la ciudad (Josué 6:22-25).
En una historia que incluso brinda más claridad, el profeta de Dios dijo a Naamán que se sumergiera siete veces en el Río Jordán para ser sanado de su lepra (2 Reyes 5). ¿Podía Naamán recibir sanidad sin sumergirse siete veces en tal río? Obviamente, no. Aunque el poder de sanidad no residía en el agua del Jordán o en el número de inmersiones, la obediencia estricta a las instrucciones proféticas era un requisito absolutamente necesario para recibir la sanidad.
De igual manera, el poder de salvación reside en la gracia de Dios expresada en el sacrificio de sangre de Su Hijo, pero tal gracia requiere que el hombre obedezca con fe a las instrucciones divinas para la recepción del perdón. Jesús dijo que el bautismo es necesario para la salvación (Marcos 16:16); sus siervos inspirados confirmaron este entendimiento (Hechos 2:38; 22:16; 1 Pedro 3:21); por tanto, el bautismo es completamente necesario para obtener la salvación en la era cristiana. Noé, los israelitas, Rahab y Naamán no podían escoger la manera en que deseaban ser salvos. No podían decir que, ya que Dios es todopoderoso, entonces “mejor” serían salvos con una oración de fe. No podían decir que hacer lo que Dios les pedía era una “obra humana” que anulaba la gracia de Dios y que por ende solamente “creerían”. No podían decir que no debían hacer nada para recibir la salvación ya que “Dios lo había hecho todo por ellos”. No, ellos simplemente debían hacer lo que Dios dijo que hicieran. Ellos lo hicieron, y fueron elogiados por su fe (Hebreos 11). Hoy Jesús pudiera decir a muchos lo mismo que dijo a los judíos en Su ministerio terrenal: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).
Teniendo en mente este entendimiento en cuanto al bautismo, considere algunas razones que prueban, fuera de toda duda, que el bautismo fue, y todavía es, tanto para judíos y gentiles:
Primeramente, la Gran Comisión dada por nuestro Señor Jesucristo incluye el bautismo para salvación, y tal comisión está proyectada para toda la gente. En Mateo 28:18-20, Jesús señaló que se hacen discípulos por medio del bautismo, y añadió que tal discipulado era para “todas las naciones”. Desde luego, “todas las naciones” incluye a los gentiles. En Marcos 16:15-16, Jesús dijo que el que creyere y fuere bautizado, será salvo. Este Evangelio o instrucción divina debía ser predicado a “toda criatura”. Otra vez, “toda criatura” incluye a los gentiles. En Lucas 24:46-47, nuestro Señor dijo que se debía predicar el arrepentimiento y el perdón de pecados (concedido después del acto del bautismo—Hechos 2:38) en “todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Una vez más, “todas las naciones” incluye a los gentiles. Por tanto, los discípulos comisionados divinamente llevaron el mismo Evangelio como testimonio de Cristo “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Se predicó el Evangelio (que incluye el bautismo) en Jerusalén (entre los judíos) y hasta lo último de la tierra (entre los gentiles).
Aunque la Gran Comisión es suficiente para descartar la noción equivocada de que el bautismo solamente fue para los judíos, la narración de la conversión de los primeros gentiles brinda luz adicional. En Hechos 10, Pedro mandó el bautismo en agua para los primeros gentiles que serían añadidos al cuerpo de Cristo (vs. 48). Es equivocado pensar que Cornelio y los otros gentiles con él fueron salvos o perdonados antes del bautismo. El texto no sostiene tal punto de vista. Es cierto que el Espíritu Santo dotó de dones milagrosos a los gentiles antes del bautismo (vss. 45-46), pero el Nuevo Testamento nunca indica que esta habilidad concedía a alguien el perdón de pecados. Lo cierto es que este fue un evento singular en que Dios brindó una señal milagrosa para demostrar a los judíos que estaban con Pedro (y a Pedro mismo) que Él aprobaba la predicación a los gentiles y que ellos también podían ser receptores de la salvación a través del mismo Evangelio (vs. 45; cf. 11:15-18). Ya que Dios confirmó que ellos podían ser salvos, Pedro dispuso no “estorbar a Dios” (cf. Hechos 11:17), sino que requirió el bautismo subsiguiente de los gentiles según la autoridad de Cristo dada en la Gran Comisión para todas las naciones (vs. 48).
El análisis cuidadoso de todos los relatos de conversión—de judíos y gentiles—clarifica que el bautismo fue para ambos grupos. En Hechos 2, se mandó el bautismo a los judíos (vs. 38). En Hechos 8, el bautismo fue parte de la predicación del Evangelio para los samaritanos y el eunuco de Etiopía (vss. 12,36-38). En Hechos 9, se mandó al futuro apóstol de los gentiles a ser bautizado para el lavamiento de sus pecados (vs. 18; cf. Hechos 22:16). Como vimos en el punto anterior, en Hechos 10, se mandó que Cornelio y su familia (100% gentiles) fueran bautizados (vss. 47-48). En Hechos 16, en Filipos, se bautizó a Lidia y a su familia (vs. 15), y luego al carcelero después de la medianoche (vs. 33). En Hechos 18, se bautizó a hombres y mujeres de Corinto (vs. 8). En Hechos 19, se corrigió el bautismo caducado de Juan el Bautista y se efectuó el bautismo de la Gran Comisión (vs. 5). Si se lee el libro de las conversiones (Hechos) de principio a fin, se puede ver que el bautismo, como Jesús lo dijo, fue para todas las naciones.
En Romanos 1:16, Pablo declaró que el Evangelio es poder de salvación para judíos y griegos (o gentiles). En Gálatas 1, expresó dogmáticamente que hay un solo Evangelio (vss. 6-9). ¿Qué incluye ese único Evangelio? Jesús dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15-16). Si hay un solo Evangelio para judíos y gentiles, y Jesús comisionó a predicar el Evangelio, y ese Evangelio demanda la fe y el bautismo, entonces la conclusión es que el bautismo expresado en ese único Evangelio es tanto para judíos y gentiles.
Pablo escribió en 1 Corintios 15:1-4 que el Evangelio (el único Evangelio) incluye la enseñanza de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. En Romanos 6:3-4, conectó al único Evangelio (la muerte, sepultura y resurrección de Cristo) con el bautismo. Señaló que en el bautismo morimos con Cristo, somos sepultados con Cristo y vivimos nuevamente con Cristo. No hay acto que represente más adecuadamente el Evangelio (el único Evangelio para judíos y gentiles) que el acto del bautismo. [Como una nota adicional, considere que Pablo confirmó indirectamente que los romanos (gentiles) habían recibido el bautismo cuando habló de su audiencia y de él como “todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús” (vs. 3)].
El libro de Hechos muestra adicionalmente que, cada vez que se predicó el único Evangelio (las Buenas Nuevas de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo—1 Corintios 15:1-4), el bautismo fue parte de la enseñanza y la respuesta en la conversión de judíos y gentiles. Pedro predicó este Evangelio en Jerusalén—que Jesús murió, fue sepultado y resucitó (Hechos 2:22-23, 24-29, 30-32); la respuesta de los que creyeron incluyó su bautismo subsiguiente (vss. 38-41). En Hechos 8, los cristianos anunciaron el Evangelio por todas partes (vs. 4). Felipe predicó a Cristo (vs. 5), anunció el Evangelio (vs. 12), y los apóstoles anunciaron el Evangelio (vs. 25); la respuesta fue personas bautizadas (vss. 12,13). Luego Felipe anunció el Evangelio de Jesús al etíope (vs. 35); la respuesta fue el bautismo del etíope (vs. 38). En Hechos 10, Pedro habló de lo mismo—la muerte (vs. 39), sepultura (vs. 40) y resurrección de Cristo (vss. 40-41); el resultado fue el bautismo de los primeros creyentes gentiles (vs. 48). Ellos recibieron el único Evangelio (Hechos 15:7). En Hechos 16, Pablo y sus compañeros anunciaron el Evangelio (vs. 10); el resultado fue el bautismo de Lidia y su familia (vss. 14-15), como también el bautismo del carcelero (vs. 33). Después de su bautismo, el carcelero pudo regocijarse de haber creído a Dios (vs. 34). En Hechos 18, Pablo predicó el Evangelio a los corintios (cf. 1 Corintios 4:15; 15:1); el resultado fue el bautismo de hombres y mujeres (vs. 8). En Hechos 19, los efesios oyeron el Evangelio y lo creyeron (Efesios 1:13; cf. Hechos 19:18); el resultado fue su bautismo subsiguiente (vs. 5). En vista de la conexión innegable del bautismo con el único Evangelio de Cristo, ¿cómo se puede negar la esencialidad del bautismo en la conversión de los gentiles?
Jesús dijo que el bautismo era esencial para la salvación (Marcos 16:15-16); los predicadores inspirados confirmaron esto al enseñar el bautismo y bautizar a los creyentes durante sus ministerios de predicación (como acabamos de ver). Los escritores inspirados confirmaron el rol del bautismo en la salvación. Ya hemos visto que Pablo lo enlazó a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo—el Evangelio (Romanos 6:3-5). Declaró que todos los cristianos en Corinto habían sido bautizados en un cuerpo—judíos y griegos [o gentiles] (1 Corintios 12:13). Este cuerpo es la iglesia (Efesios 1:22-23). Otra vez, Pablo habló del bautismo como una sepultura para ser resucitados con Cristo (Colosenses 2:12). Así como el Evangelio, el bautismo también es único (Efesios 4:5)—es el único bautismo del único Evangelio de la única Gran Comisión. Pedro dijo a los gentiles (no solamente a judíos) que el bautismo salva (1 Pedro 3:21).
No se debería ignorar Gálatas 3:27 en esta discusión. Pablo escribió que todos—los judíos y gentiles convertidos en Galacia que habían sido bautizados en Cristo (por la autoridad de Cristo y en el cuerpo de Cristo)—habían sido revestidos de Cristo (habían llegado al cristianismo). ¿Cuál fue el resultado? El versículo 28 declara: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. No había distinción entre judío y griego (gentil) ya que todos los cristianos en Galacia habían sido bautizados en Cristo. Esto revela dos verdades cruciales e innegables en cuanto al bautismo: (1) Se administró el bautismo a judíos y gentiles; y (2) el bautismo fue el acto por el cual ambos grupos llegaron a ser uno en Cristo.
Es un error descartar la esencialidad del bautismo para la salvación de los gentiles (o judíos) debido a la supuesta escasez de mandamientos al bautismo en las epístolas del Nuevo Testamento. Se ha visto claramente que las epístolas están llenas de instrucciones en cuanto a la inclusión del bautismo en el Evangelio para todas las naciones. Pero también se debe entender que las epístolas son cartas enviadas a las iglesias cristianas o individuos cristianos que ya eran bautizados; por ende, ellos no necesitaban recibir mandamientos para el bautismo. Hechos, el único libro de historia eclesiástica en el Nuevo Testamento, registra la manera en que los receptores de las epístolas llegaron al cristianismo. Por ejemplo, Hechos 16 registra cómo los filipenses (que luego recibieron la Epístola a los Filipenses) llegaron al cristianismo; Hechos 18 registra cómo los corintios (que luego recibieron 1 y 2 Corintios) llegaron al cristianismo; y Hechos 19 registra cómo los efesios (que luego recibieron la Epístola a los Efesios) llegaron al cristianismo. Todos ellos obedecieron el mismo Evangelio que demanda como un requisito la inmersión en agua o el bautismo. Por tanto, las epístolas no se enfocan principalmente en los mandamientos e instrucciones para la conversión inicial, sino en las instrucciones para la perseverancia cristiana o la restauración al camino cristiano.
La evidencia del Nuevo Testamento confirma la esencialidad del bautismo en la conversión de judíos y gentiles. Este acto hermoso comisionado por nuestro Señor Jesucristo es una de las condiciones universales para la recepción de la salvación; es para toda persona, de toda raza, en todo lugar y en todo tiempo de la dispensación cristiana.
Referencias
[1] Vea Webster, Allen (2010), “Bautismo Diluido”, EB Global, https://www.ebglobal.org/articulos-biblicos/bautismo-diluido.
[2] “Bautismo para Remisión de Pecados Solamente para los Judíos” [“Baptism for Remission of Sins for Jews Only”] (sine data), Harvest Truth, https://htdb.space/1916/r5962.htm.
Derechos © 2019 por www.ebglobal.org.