¿Fue María una Mujer Sin Pecado?
Se ha declarado muchas cosas en cuanto a María, y muchas tradiciones la rodean. Una tradición católica prominente en cuanto a María indica que ella no tuvo pecado (Catecismo…, 2003, 491). Este enunciado implica dos cosas que incluso algunos católicos no saben o entienden: (1) que María fue la única persona (aparte de Jesús) que vino al mundo sin la contaminación del “pecado original”, y (2) que María fue la única persona (aparte de Jesús) que nunca cometió pecado.
Estamos de acuerdo (en parte) con la primera declaración. María nació libre de la contaminación del pecado de Adán, pero ella no fue la única. De hecho, todos llegamos al mundo sin la contaminación del “pecado original”. La doctrina católica, que enseña que toda la gente hereda el pecado de Adán (lo cual guió al requerimiento del bautismo de bebés), se basa en un concepto erróneo de algunos pasajes bíblicos. Este es un ejemplo de gran familiaridad con la tradición y muy poco entendimiento de las Escrituras. La doctrina del “pecado original” ha causado muchos problemas al catolicismo. Socavaba el nivel supremo al cual los católicos habían elevado a María, como también la imagen que habían creado de ella. Por esta razón, se tuvo que buscar una forma de preservar la imagen impecable de María que se había creado. En 1854, los líderes de la Iglesia Católica “liberaron” a María, declarando que ella nació sin pecado original (vea Herbermann, et.al., 1913, 7:674-675). Esto le permitió llevar el título de “Santísima”.
Se ha usado extensamente Romanos 5:12 para sostener la doctrina católica del “pecado original”. En este pasaje, Pablo escribió: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Superficialmente, puede parecer que este texto sostiene la idea de algún pecado original; pero al estudiar adecuadamente el versículo se llega a entender que este no es el caso.
Primero, Pablo dijo que “el pecado entró en el mundo”. Pablo no dijo que el pecado entró en cada persona al nacimiento. En cambio, el pecado llegó a ser parte del mundo en general. Segundo, Pablo dijo que la muerte entró por el pecado. Esto hace referencia exclusivamente a la muerte que Adán y Eva experimentaron en el principio. Tercero, Pablo señaló que “la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. El texto no dice que la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto Adán pecó, sino por cuanto todos pecaron. Es claro que la humanidad es receptora de la consecuencia del pecado de Adán (la muerte), pero no es receptora de la culpabilidad de Adán. Cada persona responsable muere espiritualmente por su propio pecado (Romanos 3:23).
Ezequiel 18:20 declara: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (cf. Deuteronomio 24:16; Jeremías 31:30). Ya que la Biblia afirma enfáticamente que el hijo no lleva la culpabilidad (o iniquidad) del padre, esto significa que Caín, Abel y Set no llevaron el pecado de su padre Adán. Entonces, ¿cómo pudiéramos nosotros llevar el pecado de Adán? Realmente, los niños nacen sin pecado. Por esta razón Jesús dijo que se debe ser como un niño para entrar al reino de los cielos (Mateo 18:3). Pero si los niños llegan al mundo “arrastrando” el pecado del primer hombre, y por ende están contaminados, ¿tiene sentido que Jesús nos inste a ser como ellos?
Un Dios justo y recto no condenaría (y no condenará) a toda la humanidad por el pecado de un hombre. Ningún hombre en la Tierra lleva el pecado de Adán. María, así como todos los demás en el mundo, nació sin la contaminación de algún pecado original.
¿Pero qué acerca de la declaración que María fue la única persona (aparte de Jesús) que nunca cometió pecado? Ningún versículo bíblico registra explícitamente que María cometió algún pecado (así como no existe versículo que declare que Set, Enoc, Esteban, Filemón, etc. cometieron pecado), pero muchos versículos bíblicos declaran explícitamente que todos pecamos. Por tanto, María pecó. No se debería menospreciar el registro bíblico impresionante en cuanto a María; pero ella, como cualquier otro ser humano, necesitó un Salvador que borrara sus pecados.
Pablo aclaró este punto: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23, énfasis añadido). El apóstol inspirado no admitió excepciones; escribió que todos habían pecado. No existe duda que la palabra “todos” incluye a María. Pablo estuvo confirmando el enunciado inspirado del salmista en cuanto a la humanidad: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10; cf. Salmos 14:3; 53:1-3).
Es importante notar que la Biblia enfatiza lo que todos, excepto Jesús, hicieron (pecaron). Una diferencia principal entre los hijos de los hombres y el Hijo del Hombre es que nosotros sucumbimos al pecado, pero Jesús nunca lo hizo. Hebreos 4:15 señala: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (énfasis añadido; cf. 2 Corintios 5:21). ¿Qué alabanza u honor se Le debería dar aJesucristo (nuestro Sumo Sacerdote) si Él logró lo que un simple ser humano también había logrado? Si María nunca pecó, ¿por qué Dios dio el sumo sacerdocio a Jesús en vez de a ella? La declaración del escritor de Hebreos perdería peso si alguien más hubiera logrado perfección impecable.
María misma reconoció esta gran verdad doctrinal—que todos han pecado y tienen la necesidad de un Salvador. Ella dijo: “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:47, énfasis añadido). Esto calza perfectamente con lo que el ángel dijo a José acerca de María: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21, énfasis añadido). Jesús vino a salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado. Cuando María reconoció a Dios como su Salvador, también reconoció que, así como cualquier otro ser humano, ella necesitaba salvación. Si María vivió y dejó esta vida sin cometer pecado, no hubiera necesitado un Salvador. Entonces, ¿por qué se refirió a Dios como su “Salvador”? Si ella no tuvo pecado, ¿de qué fue salva?
Finalmente, María no ganó la gracia de Dios—sino se la concedió. Los defensores de la doctrina de la Santísima Inmaculada Concepción argumentan que cuando el ángel llamó a María “muy favorecida” (Lucas 1:28), implicó que ella era pura en el sentido más alto de la palabra, y que por ende, no tenía ningún vestigio de pecado. Pero la expresión “muy favorecida” no tiene el propósito de enfatizar alguna clase de naturaleza única en María, sino enfatizar la naturaleza única del favor inmensurable de Dios. El versículo 30 explica: “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”. La gran singularidad en la vida de María no fue una clase de naturaleza moral única que hubiera alcanzado, sino la grandeza del favor y gracia que había recibido de Dios. María entendió muy bien este punto y declaró: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38, énfasis añadido).
Si María no estuvo exenta de pecado, ¿cómo nació Jesús sin pecado? Como ya se ha indicado, ningún hijo lleva la iniquidad de sus padres (Ezequiel 18:20). Si hubiera sido necesario que María fuera impecable, en el sentido absoluto de la palabra, para concebir a un Niño sin pecado, entonces también se hubiera requerido impecabilidad de los padres de María para concebir a una María “impecable”. A su vez, todos los antepasados de María deberían haber llenado el mismo requisito.
CONCLUSIÓN
Por la Biblia podemos concluir que: (1) como toda persona, María nació sin la contaminación de algún pecado original; (2) como toda persona (aparte de Jesús), María no estuvo exenta del pecado y sus consecuencias; y (3) como toda persona (aparte de Jesús), María necesitó un Salvador. Estos hechos bíblicos no minimizan la importancia del rol de María en el cumplimiento del plan divino para salvar al hombre. A causa de su vida piadosa, Dios escogió a esta virgen judía especial para dar a luz al Mesías. No obstante, ella no fue impecable. A través de la historia, Dios ha usado a hombres y mujeres ordinarios e imperfectos para lograr cosas extraordinarias, acercándoles a la “perfección” por medio de Su Hijo Jesucristo.
Referencias
Catecismo de la Iglesia Católica (2003), Librería Editrice Vaticana, http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_INDEX.HTM#fonte.
Herbermann, Charles G., et.al., eds. (1913), La Enciclopedia Católica [The Catholic Encyclopedia] (Nueva York: The Encyclopedia Press).
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