Gente ordinaria que hace cosas extraordinarias

Resumen

Nosotros podemos ser gente ordinaria que cumple los propósitos de Dios, tal vez incluso en maneras extraordinarias.

Yo nunca he sido atlético. Además, el ambiente en mi juventud no facilitó mi participación en deportes. Así que, incluso en el colegio, cuando algún deporte estaba a punto de realizarse, yo nunca me ofrecía como voluntario o era el último de los estudiantes a quien se escogía. Luego, en mi entrenamiento militar, casi nunca me ofrecía como voluntario, sino que trataba de ser «invisible» en medio del grupo. Algunas personas pasan su vida completa sin ponerse de pie para marcar una diferencia. Tal vez ellos tienen la idea de que solo son personas ordinarias que no pueden hacer cosas extraordinarias. Varios personajes bíblicos declararon que eran solo gente ordinaria cuando, por ejemplo, Dios los llamó a hacer cosas extraordinarias. Consideremos dos de ellos.

Moisés

Moisés es el primer personaje que llega a la mente cuando se piensa en alguien que dudó en aceptar el reto extraordinario de Dios. Él realmente estaba calificado para tal tarea y tenía buena educación: «Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras» (Hechos 7:22). Él sabía que Dios lo usaría para librar a Israel de la esclavitud de Egipto (Hechos 7:25), pero inicialmente actuó en su propio horario en vez de esperar que Dios lo enviara. Por consiguiente, después de su intento fallido, Moisés huyó a la tierra de Madián para evitar a Faraón, quien quería matarlo (Éxodo 2:15).

Pasaron cuarenta años, tiempo en el cual Moisés se convirtió en un pastor y hombre de familia en Madián. Luego, en el tiempo del Señor, Dios comisionó a Moisés a rescatar a Israel de la esclavitud en Egipto (Éxodo 3:10). Para entonces Moisés ya no era el mismo hombre que había sido cuatro décadas atrás. «Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra» (Números 12:3). «Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua» (Éxodo 4:10). Esta fue una postura diferente a la que tuvo en la primera mitad de su vida.

Cuando Dios lo llamó, Moisés discutió con Él, y Dios finalmente se enojó (Éxodo 4:14). (Yo realmente no quiero discutir con Dios y hacerle enojar; ¡nadie puede ganar una discusión con Dios!). Moisés intentó evitar la misión encomendada por Dios. Inicialmente respondió, diciendo: «Yo no soy nadie; envía a otro» (cf. Éxodo 3:11). Moisés también presentó otras excusas (Éxodo 4:1, 10). Finalmente, dijo a Dios: «¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar» (Éxodo 4:13).

Moisés fue un hombre ordinario que finalmente hizo lo que Dios le pidió, logrando algo extraordinario: liberar a una nación de la esclavitud y guiarla por cuarenta años a través de un desierto a un nuevo hogar en Palestina. Él fue una persona ordinaria que hizo cosas extraordinarias.

Elías

Santiago 5:17-18 dice de este personaje: «Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto». Elías simplemente fue un ser humano como nosotros. Le preocupaban algunas cosas que estaban fuera de su control, y también tenía temores. Elías fue mortal; tuvo un cuerpo mortal, así como cada uno de nosotros. Pero, aunque fue un hombre ordinario, logró cosas extraordinarias por Dios en un tiempo particularmente pecaminoso y problemático en la historia de Israel.

En las páginas de la Biblia, Elías emerge repentinamente como profeta de Dios, sin la información de antecedentes que generalmente se presentan en cuanto a otros personajes bíblicos. El nombre «Elías» aparece algo de cien veces en nuestras versiones, aunque en algunos pocos casos no hace referencia al profeta. Elías primero aparece como mensajero de Dios con un mensaje de condenación para uno de los reyes israelitas más viles: Acab: «Y Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él […], haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel» (1 Reyes 16:30, 33).

Después de condenar los pecados de Acab, Elías huyó y se escondió, según la instrucción de Dios. Luego Dios le mandó al hogar de una viuda cerca de Sidón, que está al norte de Palestina. Allí la viuda y su hijo, como también Elías, fueron sustentados «muchos días» (1 Reyes 17:15) con un puñado de harina y un poco de aceite que abundaron por obra milagrosa. Él también resucitó al hijo de la viuda, pues este murió poco después de la llegada del profeta (1 Reyes 17:22-23). Tal vez el evento más notable registrado en la Palabra de Dios en cuanto a Elías sea Su conflicto con los profetas de Baal en el monte Carmelo (1 Reyes 18:20-40). Allí, ochocientos cincuenta profetas falsos, vinculados con la idolatría, fueron ejecutados (1 Reyes 18:19, 40).

En la transfiguración de Jesús, llega a ser aparente cuánto Dios estimaba a Elías. Allí Elías y Moisés aparecieron con el Señor (Mateo 17:1-9). Moisés apareció como representante de la ley, y Elías, aunque no fue el primer profeta, apareció como representante de los profetas. La frase «la ley y los profetas» aparece frecuentemente en la Escritura para hacer referencia a la totalidad del Antiguo Testamento (Mateo 7:12; 22:40; Lucas 16:16; Hechos 13:15; Romanos 3:21). El ofrecimiento de Pedro revela la reverencia que los discípulos tenían ante Jesús, Moisés y Elías. Sin embargo, la voz de Dios, «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd» (Mateo 17:5), revela que la autoridad de Moisés y Elías (el Antiguo Testamento) estaba a punto de ser reemplazada con la autoridad de Jesús (el Nuevo Testamento). Claramente, Elías fue un hombre ordinario que hizo cosas extraordinarias por Dios.

Conclusión

Moisés y Elías fueron solamente dos entre muchos otros personajes bíblicos ordinarios que hicieron cosas extraordinarias cuando fueron comisionados por Dios. Gedeón, David, Amós, Jeremías e Isaías también fueron hombres ordinarios que hicieron cosas extraordinarias por el Dios todopoderoso. El profeta Amós dijo de sí mismo: «No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres. Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel» (Amós 7:14-15). ¡Él fue un hombre extraordinario que hizo cosas extraordinarias por Dios!

En el Nuevo Testamento, especialmente los apóstoles (hombres ordinarios de antecedentes ordinarios: Mateo 4:18-22; Hechos 4:13), realizaron proezas extraordinarias y proclamaron el Evangelio al mundo (Marcos 16:15-18; Hechos). Juan Marcos es un ejemplo adicional de alguien que decidió servir a Dios. Este se apartó de Pablo y Bernabé en vez de continuar en el primer viaje misionero (Hechos 12:25; 13:5, 13; 15:37-38). Pero él se levantó nuevamente y completó otro viaje misionero (Hechos 15:39), y luego el apóstol Pablo reconoció a Marcos como un obrero útil para nuestro Señor Jesucristo (Colosenses 4:10; 2 Timoteo 4:11; Filemón 23-24). Aunque cualquiera de nosotros puede fallar en el servicio a Dios, podemos corregir nuestro curso y renovar nuestro compromiso ante Dios, así como Juan Marcos lo hizo. ¡Nosotros también podemos ser gente ordinaria que sirve a Dios, tal vez incluso en maneras extraordinarias! «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí» (Isaías 6:8).