¿Habrá un Armagedón?

Resumen

El «Armagedón» es totalmente simbólico, y no se relaciona a los sueños dispensacionales de una guerra mundial futura.

Mucha gente religiosa insiste en que la historia mundial culminará en un holocausto global cataclísmico conocido como el «Armagedón», el cual será seguido por el «Milenio»: un supuesto reino de mil años de Cristo en la tierra. Ellos dicen que los eventos actuales en el Medio Oriente apuntan a la Segunda venida de Cristo. Desde luego, se ha declarado esto durante muchos años, y el cumplimiento nunca ha llegado.

Realmente, ¿qué dice la Biblia en cuanto al «Armagedón»? El término «Armagedón» solamente aparece una vez en el Nuevo Testamento: Apocalipsis 16:16. En armonía con el género literario del libro (es decir, apocalíptico), se usa el término con connotaciones figurativas. Apocalipsis está saturado de alusiones al Antiguo Testamento. De hecho, «ningún libro del Nuevo Testamento está tan empapado con el pensamiento y las imágenes de las Escrituras hebreas».[1] Pero el escritor no usa referencias directas del Antiguo Testamento. En cambio, él adapta, modifica y combina ideas del Antiguo Testamento para aplicarlas a las circunstancias de las cuales habla. Él usa libremente las imágenes del Antiguo Testamento, pero les da un tinte nuevotestamentario para aplicarlas al primer siglo.

El Espíritu Santo aprovechó el significado que el Armagedón tenía para impresionar las mentes de aquellos que estaban familiarizados con el Antiguo Testamento (como los cristianos del Asia Menor). En hebreo, el término «Armagedón» significa «monte (o colina) de Meguido». ¿Había una colina de Meguido? Sí. En realidad, los judíos y los estudiantes de historia hebrea estaban muy familiarizados con este campo de batalla prominente y sus alrededores. Muchas batallas sangrientas habían empapado el suelo de esta región; esta región había sido el escenario de muchos desastres militares. Aquí fue donde Débora y Barac derrotaron a los cananeos (Jueces 5:19). Gedeón venció a los madianitas en esta región (Jueces 7). Estos logros positivos fueron grabados en la mente israelita. Pero había otras imágenes que Meguido evocaba, ya que también había sido un lugar de tragedia nacional. Ocozías murió allí después de ser herido por Jehú (2 Reyes 9:27); y allí el buen rey Josías pereció trágicamente en manos de Faraón Necao (2 Reyes 23:29). Este último incidente fue especialmente perturbador para los judíos, quienes hicieron luto por la pérdida del gran rey, consagrando el evento en la conciencia colectiva como un ejemplo de lamento nacional (Zacarías 12:11).

Con este trasfondo histórico largo, Meguido llegó a ocupar un lugar especial en las mentes de los creyentes, así como algunos lugares producen sentimientos fuertes en la mente de los norteamericanos: el Alamo, Pearl Harbor, etc. Luego el Espíritu Santo usó este significado para expresar a los cristianos perseguidos del Asia Menor al final del primer siglo el resultado inminente del conflicto entre las fuerzas del mal (Satanás y la Roma imperial) y las fuerzas del bien (Dios, Cristo y los santos fieles que sufrían persecución). ¡Estos cristianos no necesitaban seguridad de algún supuesto holocausto global futuro que ocurriría dos mil años después y al cual Cristo pondría fin! Sin embargo, estos cristianos tenían la necesidad urgente de la seguridad de que Cristo les brindaría ayuda pronto (note la palabra «pronto» en Apocalipsis 1:1 y 22:6). Ellos necesitaban ánimo para continuar y permanecer fieles en frente del maltrato inhumano. Por ende, Meguido simboliza adecuadamente el derrocamiento inminente del imperio enemigo, ofreciendo la seguridad que se necesitaba. Se dio a los cristianos el consuelo de que pronto se vería el resultado de la batalla. Los enemigos de Dios y Su pueblo serían castigados, mientras que los santos que sufrían serían consolados. Por ende, «Armagedón» es totalmente simbólico, y de ninguna manera se relaciona a los sueños dispensacionales de una guerra mundial futura. No habrá «Armagedón».

[1] Henry Swete, Comentario sobre Apocalipsis [Commentary on Revelation] (Grand Rapids, MI: Kregel, 1977), liii.