Mateo 14: Lecciones de Alguien que Se Atrevió a Andar sobre el Mar

La mayoría de cristianos está familiarizada con el relato bíblico en el que Pedro decidió poner sus pies en el agua para imitar a Su Maestro al tratar de andar sobre el mar. Lamentablemente para Pedro, su “carrera” como “levitador acuático” fue muy corta. Los sermones modernos sobre este relato reprochan fuertemente la falta de fe de Pedro, pero también hay algunas lecciones positivas que podemos aprender de su intento.

  • Pedro tuvo un buen comienzo. Él dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (énfasis añadido). Pedro no pretendió que podía lograr la hazaña de Su Maestro por medio de su propia habilidad (no tuvo la actitud pretenciosa de “Yo también puedo hacer eso”), pero creía que podía lograrlo si Jesús lo mandaba. Muchos cristianos confían en sus propias fuerzas para los logros de la vida, pero nosotros deberíamos depender de la ayuda y voluntad de Dios para nuestras vidas.
  • Pedro tuvo fe. Se debe reconocer que su fe era insuficiente, y por ende, no le llevó muy lejos, sino le hizo acreedor de la reprensión benigna del Señor (vs. 31). Pero la “chispa de la fe” estaba allí, y tal chispa es necesaria si se desea crear fuego en el corazón del hombre. Parece que los otros discípulos en la barca ni siquiera tuvieron fe suficiente para comenzar a andar, o desear hacerlo. ¿Tiene usted tal chispa que puede producir fe firme en medio de las pruebas?
  • Pedro determinó (vs. 28) y trató de llegar a Jesús (vs. 29). ¿Qué harían algunos con la habilidad de andar sobre el mar? ¿Darían un paseo prolongado, tratarían de obtener un buen bronceado o ver su reflejo en el agua profunda? Pedro no tenía tales propósitos superficiales; ¡este apóstol quería dirigirse a Jesús! Cuando enfrentamos las pruebas de la vida, ¿queremos “andar sobre ellas” simplemente para tener comodidad, disfrutar de la vida y olvidarnos de Jesús, o queremos conquistarlas para dirigirnos hacia Él?
  • Cuando comenzó a hundirse, Pedro acudió al Señor (vs. 30). Se debe elogiar a Pedro por el hecho que cuando se hundía, no pensó en regresar a la barca, o buscar ayuda de sus compañeros aterrorizados (vs. 26), o depender de su habilidad de nadar. Él supo Quién podía salvarle: Aquel que le había mandado andar. ¿A quién acudimos primero cuando sentimos que nos hundimos debido a los problemas de la vida?

¿Por qué Pedro comenzó a hundirse? “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo” (vs. 30). La fe de Pedro falló ya que él miró a los lados y dejó de mirar a Su Señor (cf. Hebreos 12:1-3). Este proceder caracterizó cada tropiezo del apóstol. Pedro vio “a los lados” (a) en esta ocasión, (b) cuando vio el sufrimiento mesiánico en vez de al Mesías (Mateo 16:21-23), (c) cuando vio a Moisés y Elías en vez de al Hijo de Dios (Marcos 9:4-6), (d) cuando vio a la multitud hostil en vez de al Dios omnipotente (Mateo 26:47-54), (e) cuando vio a todos sus acusadores en vez de a su Salvador (Mateo 26:69-74), (f) cuando vio a los discípulos en vez de al Maestro (Juan 21:20-22) y (g) cuando vio a los de la circuncisión en vez de al Cristo reconciliador (Gálatas 2:11-21). Por otra parte, cuando tuvo sumirada en Jesús, pudo andar con paso firme (cf. Hechos 4:13).

¿Desea andar sobre las aguas de los problemas y tentaciones de la vida? Aprenda las lecciones de este apóstol impetuoso que se atrevió a andar sobre el mar.