“No Podemos Dejar de Decir”

Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos. Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones (Marcos 13:9-10).

Jesús prometió que edificaría la iglesia sobre la fundación firme de roca sólida (Mateo 16:18). Aunque algunos sugieren que esa fundación hace referencia a Pedro, él mismo declaró a los judíos que la fundación era Jesús, la piedra angular que fue rechazada (Hechos 4:11). El apóstol Pablo confirmó esto, señalando a Jesús como la única fundación (1 Corintios 3:11).

Al ver la iglesia como una realidad, en el periodo de su infancia, Satanás empleó todos los recursos diabólicos contra ella, así como lo hizo cuando vio que Cristo nació en el mundo (Mateo 2:16). Desde ese momento en adelante, el plan de batalla de Satanás fue alterado. Cada ataque que dirigió contra Jesús fue improductivo, y cuando Satanás instó a Judas para traicionar a Jesús y finalmente a los judíos para crucificarle, esa victoria satánica (como parecía serlo) llegó a ser el sello de condenación para Satanás cuando Jesús resucitó de “los muertos por la gloria del Padre” (Romanos 6:4), por ende, siendo “declarado Hijo de Dios con poder” (Romanos 1:4). Al darse cuenta que toda oportunidad de victoria sobre el Salvador estaba perdida, dirigió sus ataques contra la iglesia, la heredera del Evangelio de salvación.

Los apóstoles fueron llevados ante el mismo concilio que había sentenciado a Jesús solamente algunos meses atrás. En tal ocasión anterior, Pedro negó a su Señor, pero en esta nueva ocasión, cuando los hombres responsables de la muerte de Jesús le interrogaron, Pedro afirmó con firmeza que el poder por el cual un hombre había sido sanado no era de él, ¡sino de Cristo!

Cuando se considera esta transformación maravillosa en el carácter de Pedro, no se puede evitar pensar en las horas que Jesús debió haber pasado en oración a su favor, ya que Él dijo a Pedro estas palabras: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31-32).

En esta ocasión, cuando se le prohibió estrictamente que enseñe en el nombre que había negado tres veces, Pedro respondió: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:19-20). Pedro y Juan, quienes estuvieron presentes en la transfiguración del Señor y vieron que Jesús alimentó a multitudes y que abrió los ojos a los ciegos, no podían dejar de esparcir las Buenas Nuevas. Lo que habían oído, visto, contemplado y palpado (1 Juan 1:1) era más precioso que la vida misma. ¡Es nuestra oración que consideremos con el mismo valor el Evangelio que se nos ha sido encomendado!