¿Por qué las Iglesias de Cristo Dependen de la Ofrenda Voluntaria?

Es importante enfatizar los fundamentos bíblicos, especialmente cuando estos difieren de los fundamentos religiosos contemporáneos. Las iglesias de Cristo pertenecen a Jesucristo, y por ende, están obligados a conducirse según lo que Jesucristo autoriza (Romanos 16:16; Colosenses 3:17). Los que vivimos en la Era Cristiana debemos obedecer las palabras de Jesús en vez de las de Moisés o de los profetas del Antiguo Testamento (Mateo 17:1-5; Juan 12:48). Jesucristo es el Legislador y Mediador del Nuevo Testamento, al cual la gente que vive hoy debe acudir para instrucción religiosa (Hebreos 9:15; cf. Santiago 4:12). Jesús condena las alteraciones del Evangelio con “los mandamientos de hombres”, y el apóstol Pablo condena los falsos evangelios y la voluntad humana como reemplazos de la voluntad divina (Mateo 15:9; Gálatas 1:6-9; Colosenses 2:23). Se debe acudir exclusivamente al Nuevo Testamento para determinar lo que Dios ha autorizado en el cristianismo.

El mundo religioso contemporáneo recauda fondos en una variedad de maneras. Estas maneras se basan completamente en las preferencias humanas. El juego de apuestas (e.g., el bingo, las rifas) es una manera popular en que algunas iglesias denominacionales financian sus actividades religiosas. La venta de comida es otra manera popular en que algunas iglesias de manufactura humana recaudan fondos (e.g., venta de panqueques, parrilladas, pan horneado, etc.). Las actividades para lavar autos y otras ventas también ayudan a otras iglesias. Algunas iglesias dependen de empresas comerciales para incrementar sus fondos (e.g, invirtiendo en azúcar o seguros, adquiriendo compañías destiladoras, operando atracciones turísticas, etc.). Adicionalmente, la mayoría de iglesias contemporáneas adopta el diezmo del Antiguo Testamento como parte de sus finanzas, pero el Antiguo Testamento ya no es la ley religiosa que gobierna a la humanidad, y el diezmo no ha sido reintegrado en el Nuevo Testamento (Romanos 7:6-7; Efesios 2:15; Colosenses 2:14).

Las religiones contemporáneas ignoran completamente la voluntad divina en cuanto al financiamiento de la actividad religiosa. Si las iglesias contemporáneas estuvieran interesadas en seguir la autoridad bíblica en la manera que recaudan fondos, no buscarían dinero en ninguna de las maneras mencionadas anteriormente (como tampoco emplearían nombres y doctrinas ajenas a la Biblia). Realmente, pocos en el mundo religioso presentarían autoridad bíblica para las cosas que hacen en religión.

Por otra parte, las iglesias de Cristo están obligadas a seguir la voluntad divina para financiar sus actividades religiosas. Hay varias actividades religiosas indicadas en el Nuevo Testamento que pueden requerir que la iglesia gaste dinero. El Nuevo Testamento autoriza que la iglesia del Señor ayude financieramente a los predicadores del Evangelio (1 Corintios 9:4-14—instrucción específica). El Nuevo Testamento autoriza que la iglesia del Señor ayude financieramente a los ancianos (1 Timoteo 5:17-18—instrucción específica). El Nuevo Testamento autoriza que la iglesia del Señor ayude financieramente a las viudas que no tienen otro recurso para solventar sus necesidades (1 Timoteo 5:3-16—instrucción directa). El Nuevo Testamento autoriza que la iglesia del Señor financie el evangelismo en su propia comunidad y otras comunidades (2 Corintios 11:8; Filipenses 4:14-16—instrucción directa). El Nuevo Testamento autoriza que la iglesia del Señor provea financieramente para su propia edificación (1 Corintios 14:12,26—implicación divina). El Nuevo Testamento autoriza que la iglesia del Señor ayude financieramente a los cristianos y no-cristianos que necesitan alivio benevolente (Gálatas 6:10; 2 Corintios 9:13; Mateo 5:43-48—instrucción directa). Cualquier cosa que no se declare en el Nuevo Testamento, que no sea parte del evangelismo, la edificación y la benevolencia, y que de alguna manera no se autorice por medio de enunciados directos, ejemplos aprobados o implicación divina, no es algo en lo cual se deba gastar el dinero de la iglesia.

La ofrenda voluntaria es el único medio autorizado en el Nuevo Testamento para financiar la actividad religiosa. Adicionalmente, solamente la actividad religiosa que el Nuevo Testamento autoriza que la iglesia realice debe demandar el dinero que la iglesia del Señor recauda. Cualquier actividad que no se relacione a una de las tres misiones de la iglesia del Señor, o que no se mencione de ninguna manera en el Nuevo Testamento, no es un gasto adecuado de los fondos de la iglesia. Generalmente, la iglesia requiere fondos para el evangelismo, la edificación y la benevolencia (Marcos 16:15-16; 2 Corintios 11:8; 1 Corintios 14:12,26; Gálatas 6:10; 2 Corintios 9:13; Mateo 5:43-48).

Hay dos maneras relacionadas y autorizadas a los cristianos en la práctica de la ofrenda voluntaria. La prescripción principal del Nuevo Testamento para el financiamiento de la iglesia del Señor es la ofrenda semanal voluntaria en el día del Señor (domingo) como parte de la adoración (1 Corintios 16:1-2—mandamiento directo). La ofrenda voluntaria se caracteriza al dar intencionalmente según la prosperidad personal o los recursos personales (2 Corintios 9:7; 1 Corintios 16:2). Una prescripción adicional para el financiamiento de la iglesia del Señor es la concesión voluntaria espontánea (Hechos 4:34-37—ejemplo directo). No hay estipulación en la Escritura de que se haya realizado las concesiones voluntarias de Hechos 4-5 durante el día de adoración del Señor—especialmente si se considera el tránsito constante de cristianos y la presentación del dinero a los pies de los apóstoles en Hechos 5:1-10.

Ya que las iglesias de Cristo pertenecen a Jesucristo, están obligadas a financiar sus gastos solamente de la manera en que el Nuevo Testamento autoriza. Además, las iglesias de Cristo solamente deben gastar dinero en cosas que el Nuevo Testamento autoriza. Ninguna iglesia está autorizada a financiar actividades de alguna manera ajena a la ofrenda voluntaria. Tristemente, existen muchas iglesias en oposición directa a lo que Dios autoriza a través del Nuevo Testamento en casi todo aspecto del cristianismo.