¿Por qué Tenemos el Antiguo Testamento?

Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo (Colosenses 2:13-17).

En la cima del Monte Sinaí, Moisés temblaba de temor (Hebreos 12:21) entre el fuego y el humo que le separaba del rostro del Todopoderoso, Quien escribía una Ley para Israel con Su propia mano. Durante el siguiente siglo se añadió otros escritos a estos preceptos originales para formar los 39 libros que conocemos colectivamente como el Antiguo Testamento. Cuando Jesús comenzó a predicar, dijo que ni siquiera el detalle más pequeño de esos escritos pasaría hasta que todo se cumpliera.

El profeta Jeremías anunció la concesión de un Nuevo Pacto que no sería como el que Dios había hecho con Israel (Jeremías 31:31-34; cf. Hebreos 8:6-13). Cuando se dio este Nuevo Pacto, hubo desacuerdo considerable en cuanto a lo que se debía hacer con el antiguo. Algunos pensaban que era necesario imponer sus costumbres en los gentiles (Gálatas 2:3-4; 5:1-4). Y otros querían deshacerse completamente del Antiguo Testamento. Todavía es importante hablar del tema del lugar adecuado del Antiguo Testamento. Afortunadamente, la inspiración del Espíritu nos ha dado información suficiente en cuanto a este tema. Aunque la Ley que se dio exclusivamente a Israel ya no rige hoy (Colosenses 2:13-17), el Antiguo Testamento todavía tiene un propósito variado y glorioso para el hijo de Dios.

Se dio el Antiguo Testamento para nuestra enseñanza (Romanos 15:4).

Los primeros capítulos del Antiguo Testamento nos enseñan en cuanto a Dios, en cuanto a nosotros mismos, y en cuanto a la manera en que Dios lidia con Su creación humana. Leemos en cuanto a las expectativas de Dios concernientes a nuestra adoración y en cuanto al propósito del mal y el sufrimiento. Luego aprendemos a ser valientes y confiar en Dios debido a los ejemplos de José, Josué, David y Gedeón. Cuando el escritor de Hebreos dio ejemplos de fe, incluyó a muchos personajes que el Antiguo Testamento presenta—hombres como Abel, Noé, Abraham y Moisés—una totalidad que constituye una “nube de testigos” (Hebreos 12:1) que no se puede descartar fácilmente.

Se añadió el Antiguo Testamento debido a nuestras transgresiones (Gálatas 3:1-22).

Estando inspirado y por ende exento de toda blasfemia, Pablo habló del Antiguo Testamento como una maldición para sus lectores (vs. 10)—en el sentido de que no ofrecía justificación (vs. 11), solamente condenaba (Romanos 3:19-20). Pablo señaló que la Ley nunca tuvo la intención de anular el pacto de Dios con Abraham que indicaba que todo el mundo sería bendecido a través de la Simiente (Gálatas 3:14-18). Se dio la Ley a los descendientes de Abraham “a causa de la transgresión” hasta que la promesa hecha al patriarca llegara a su cumplimiento en Jesucristo.

Se dio el Antiguo Testamento para guiar a la gente a Jesucristo (Gálatas 3:23-29).

Pablo hizo recordar a Timoteo que las palabras de las “Sagradas Escrituras”, que se le habían enseñado desde su niñez (i.e., el Antiguo Testamento) eran suficientes para hacerle “sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15). Las profecías del Antiguo Testamento apuntaban al Profeta comparable a Moisés (Deuteronomio 18:18-19), Cuyo carácter se describe en las profecías de David, Isaías, Zacarías, Daniel y otros. Cuando Jesús vino, fue recibido por todos los que oyeron y aceptaron el testimonio de las Escrituras antiguas (Juan 5:39).

Aunque ciertamente el Antiguo Testamento ha sido abolido por la cruz de Cristo (Colosenses 2:14), todavía tiene un lugar de gran importancia en el reino del Señor.