Salvado por Gracia

¿A cuántas personas debe dar de comer para ir al cielo? ¿A cuántas personas debe dar vestido para ir al cielo? Dios no le ofrece salvación porque usted es inteligente, o porque es atractivo, o porque sus compañeros le respetan grandemente. Dios no le ofrece salvación porque usted es una persona “buena”. No le ofrece salvación porque es un buen padre o una buena madre. No le ofrece salvación porque sirve a su prójimo. En general, el hombre piensa fundamentalmente que mientras que sus obras buenas pesen más que sus obras malas, será salvo.

Pero las leyes espirituales no funcionan de esta manera; Dios no obra de esta manera. Jeremías 9:23-24 dice:

Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.

Dios cambia las expectativas del hombre. Dios usualmente no obra a través del “hijo mayor” (Lucas 15:25-32), como muchos piensan. No obra usualmente a través del hombre más valiente, como muchos esperan. Pablo reiteró este principio en Romanos 9:8-13.

El hombre debe entender absolutamente que es salvo por la gracia de Dios. Ninguno de nosotros la merecemos. No hay nada que podamos hacer para ganarla o comprarla; no podemos poner a un lado el sacrificio de Cristo para hacer nuestras propias obras y presentarnos justificados delante de Dios. Incluso los que entendemos el rol de Cristo en el plan de salvación de Dios también debemos entender que todavía no merecemos la salvación que hemos recibido en Cristo.

La verdad espiritual es que una vez que desobedecemos un mandamiento de Dios, una vez que quebrantamos una regla única de Dios, trasgredimos la ley de Dios. Espiritualmente, estamos contaminados y no podemos estar delante de la presencia santa de Dios. ¡Cuando se trata del pecado, solamente una falla nos saca del juego (Santiago 2:10)!

Por esta razón ninguno de nosotros puede jactarse ante Dios; no tenemos nada de lo cual jactarnos. No merecemos el cielo. Ahora, los brazos de Dios pueden tener que extenderse más profundamente en el abismo del pecado para levantar a alguien hasta la salvación—como en el caso de Saulo de Tarso o Jeffrey Dahmer. Pero lo cierto es que yo, que crecí en un hogar cristiano y que probablemente puedo contar las veces que he faltado a un servicio (desde los 10 años de edad) con una sola mano, estoy tan muerto en pecado como Saulo de Tarso lo estuvo. Estoy en el mismo lodo. No solamente no puedo salvarme, sino habiendo sido salvo por la sangre de Cristo, ¡no puedo conservar mi salvación por mí mismo!

¡Esto se logra por la gracia de Dios! Pablo habló de esta gracia en Tito 2:11-14; 3:4-7. La gracia de Dios se manifiesta enseñándonos que obedezcamos a Jesucristo. Así que no se debe dejar de enfatizar la doctrina bíblica de que la obediencia estricta a las leyes de Dios no es contraria a la salvación por gracia. Pero es la gracia de Dios que nos enseña lo que debemos hacer para ser salvos. La gracia de Dios envió a Jesús para morir por nuestros pecados.

Todos los que somos salvos, somos salvos por gracia. Debemos apreciar esta gracia y extender esta gracia a otros a través de la predicación del Evangelio.