Tres Cosas Simples que Mejorarán Su Vida Hoy

“Siempre actúe mejor de lo que se siente”. Las personas satisfechas dejan que sus mentes guíen sus comportamientos en vez de sus emociones. Algunas veces debemos hacer algo porque es correcto hacerlo, no porque sentimos hacerlo. G.D. Morgan dijo, “Es más fácil actuar para tener un mejor sentimiento que esperar sentir para realizar un mejor acto”. Alguien dijo, “Si decide ponerse en moción, sentirá la emoción”. Un lema que la organización Alcohólicos Anónimos usa con éxito es, “¡Imítelo hasta que pueda lograrlo!”.

Si dejamos que nuestros sentimientos determinen nuestras perspectivas, actitudes y acciones, ¿cuántos de nuestros 27,375 días en la Tierra estaremos contentos con nuestras circunstancias?

  • Usualmente se pasa los últimos 20 años (55-75) con dolores diarios y decaimiento de las fuerzas. El hombre exterior está pereciendo, aunque el hombre interior se fortalece (2 Corintios 4:16). Salomón llamó a este tiempo “los días malos” (Eclesiastés 12:1), y luego describió al cuerpo envejecido en términos memorables (12:3-6).
  • Los 30 años intermedios (25-55) están llenos del estrés del matrimonio, la familia, la profesión, la deuda financiera y la preocupación diaria de solventar los gastos. Jesús tuvo esto en mente cuando habló de “los afanes de este siglo” que pueden ahogar a la Palabra que ha entrado en nuestros corazones (Marcos 4:19; cf. Lucas 21:34).
  • Los primeros años (desde el nacimiento hasta la graduación) tienen las tentaciones pecaminosas con las cuales se debe lidiar (2 Timoteo 2:22). Todo es muy dramático; los asuntos parecen ser de vida o muerte, y las emociones oscilan increíblemente. Durante este tiempo es difícil que el contentamiento venga de los sentimientos.

Considere implementar tres sugerencias que le ayudarán a actuar mejor de lo que se siente.

Primero, sonría más.

La Biblia hace referencia frecuentemente al semblante (la expresión facial) como el espejo del corazón (Génesis 4:6; 1 Samuel 1:18; Nehemías 2:2). Hay un contraste interesante entre Proverbios 13:15 y Proverbios 15:13. El primer verso dice, “…el camino de los transgresores es duro”. El segundo dice, “El corazón alegre hermosea el rostro”. El camino de Dios produce sonrisas fáciles; el camino del diablo produce huesos duros. Alguien escribió lo siguiente en cuanto a “El Poder de la Sonrisa”:

Ella sonrió al extraño afligido;
La sonrisa le infundió aliento.
Él recordó el favor que de un amigo había recibido,
Y le escribió una carta de agradecimiento.

El amigo estuvo tan alegre por el cumplido
Que dejó una gran propina en su meza.
Por la gran propina, el mesero quedó conmovido;
Paró en su camino a casa para ayudar al mendigo en su pobreza.
El mendigo estuvo muy agradecido;
Por dos días no había comido.

Después que terminó de comer,
Caminó hacía su humilde guarida,
Sin saber en ese atardecer
Que su vida estaría cumplida.

En su camino recogió a un cachorro perdido
Y le llevó a casa para que se calentara.
El cachorro estaba muy agradecido
De tener a alguien que le amara.

Esa noche hubo un incendio en el lugar.
El cachorro ladró fuertemente,
Ladró hasta que todos pudieron escapar
Y salvó a todos del accidente.

Uno de los niños sacados a prisa,
Creció hasta convertirse en presidente.
Todo esto a causa de una simple sonrisa
Que no costó nada realmente (traducción adaptada).

Segundo, haga más cumplidos.

El sabio frecuentemente señaló el poder de las palabras buenas (Proverbios 12:25; 15:23; 16:24; 25:11; 27:9). Isaías dijo que Dios le había dado “lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado” (Isaías 50:4). Él le dio a usted y a mí una lengua con el mismo propósito. Un ángel habló a Zacarías con “buenas palabras, palabras consoladoras” (Zacarías 1:13), pero nosotros no necesitamos la lengua de ángeles para hablar tales palabras a las personas alrededor nuestro. Pablo explicó que el hombre que se había arrepentido necesitaba a alguien para “consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza” (2 Corintios 2:7).

Jesús halagó a cinco personas en Su viaje terrenal:

  • Natanael (Juan 1:47)
  • Un centurión romano (Mateo 8:5-10)
  • Juan el Bautista (Mateo 11:11)
  • Una viuda pobre (Marcos 12:41-44)
  • La mujer que ungió Sus pies (Juan 12:1-8)

Por tanto, Jesús halagó la honestidad, la fe, la predicación audaz, la generosidad y las buenas obras.

Tercero, haga enunciados más positivos.

Jesús hizo muchos enunciados positivos memorables (Marcos 9:23; 10:27; Juan 10:28-30), como lo hicieron Sus apóstoles (Romanos 8:31; 2 Corintios 2:14; Filipenses 4:13; 1 Juan 4:4). Nosotros deberíamos seguir sus ejemplos. Considere algunas formas en que podemos hacer esto:

En el Hogar

  1. Exprese aprecio por alguna cualidad que su cónyuge tenga; no sugiera ninguna “mejora”.
  2. Halague a cada hijo en cuanto a algo (sin ninguna reprensión).

En el Trabajo

  1. Anime a su jefe al agradecerle por lidiar bien con algo.
  2. Exprese aprecio por los que trabajan bajo su autoridad; reconozca el progreso independientemente de las metas ideales.

En los Servicios de la Iglesia

  1. Ore por los que piden oraciones, y luego dígales que está orando por sus necesidades.
  2. Escúcheles cuando le hablan.
  3. Cuando alguien hace algo bien, hágale saber que usted lo ha notado.

¿No es hipocresía actuar mejor de lo que nos sentimos? No. Hay una diferencia entre la hipocresía y el comportamiento responsable. Jesús tuvo temor del dolor de la cruz. Oró para no tener que experimentarlo (Mateo 26:42). Cuando eso no fue posible, lo soportó (Hebreos 12:2). Pablo no sintió ganas de quedarse y predicar en Corinto. Sintió temor, pero se quedó porque sabía que era lo correcto que se debía hacer (Hechos 18:8-9).

Una vez Johannes Tauler se encontró con un mendigo. “¡Qué Dios te dé un buen día, mi amigo!”, él dijo. El mendigo respondió, “Yo doy gracias a Dios que nunca he tenido un día malo”. Asombrado, Tauler respondió, “¿Qué quieres decir?”. El mendigo dijo, “Bueno, cuando el día es bueno, agradezco a Dios; cuando llueve, agradezco a Dios; cuando tengo lo suficiente, agradezco a Dios; cuando tengo hambre, agradezco a Dios; y ya que la voluntad de Dios es mi voluntad, y lo que le agrada me agrada, ¿por qué debería decir que no soy feliz cuando realmente lo soy?”. Tauler miró al hombre con asombro. “¿Quién eres?”, le preguntó. “Soy un rey”, dijo el mendigo. “¿Dónde está tu reino?”, preguntó Tauler. El mendigo respondió, “En mi corazón”.