La virtud de la paciencia
Un predicador, quien tenía problemas en administrar sus finanzas, siempre prestaba dinero a los miembros de su congregación y debía a varios de ellos. Ellos conocían su debilidad en asuntos financieros y bromeaban entre sí de que probablemente nunca se les pagaría la deuda. Sin embargo, él era un predicador dinámico y agradable, tanto que el «amor» por él superaba cualquier objeción de brindarle la ayuda monetaria que requería.
En el servicio de un domingo en la mañana, el predicador presentó su texto de enseñanza: «ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo» (Mateo 18:26). Los acreedores en la audiencia se miraron entre sí con una sonrisa, evidentemente complacidos de que al final él hubiera meditado en sus acciones.
Él comenzó su sermón diciendo: «Naturalmente, este tema se divide en dos puntos: primero, la virtud de la paciencia, y segundo, el pago completo».
Él habló del primer punto por algo de una hora y media, agotando todo argumento posible a favor del desarrollo de la paciencia en toda circunstancia. Luego miró su reloj y dijo: «Me he dado cuenta de que se ha requerido todo mi tiempo para el discurso de la primera parte del tema; por tanto, me siento forzado a posponer la consideración de la segunda parte hasta “cuando tenga oportunidad” (Hechos 24:25)».
—En Barnum, Phineas (1890), Historias graciosas contadas por Phineas T. Barnum [Funny stories told by Phineas T. Barnum] (Londres: George Routledge), pp. 157-158; traducción adaptada por Moisés Pinedo.