Su Canción Favorita
Un grupo de una iglesia en New Bern, Carolina del Norte, había viajado al Caribe para una obra misionera. La gente del lugar los llevó a visitar una colonia de leprosos en la isla de Tobago. Mientras visitaban a los pacientes en una situación lamentable, tuvieron un servicio en la capilla del recinto. Los leprosos llenaron el lugar y tomaron sus asientos, y los misioneros dirigieron los himnos. Jack, el dirigente del grupo, notó que una mujer estaba sentada en la última banca, dando la espalda a la congregación. Él anunció: “Tenemos tiempo para un himno más. ¿Tiene alguien un himno favorito?”. Por primera vez, la mujer leprosa de la última banca volteó su rostro. Jack comentó: “Me quedé pasmado mirando fijamente el rostro más espantoso que jamás he visto. Ella no tenía nariz ni labios. Solamente dientes expuestos, como los de una calavera”. Al voltearse, levantó su mano—con la excepción de que “eso” no era una mano, sino un bulto de huesos desprovistos de carne. Mientras Jack trataba de contenerse, ella dijo: “¿Pudiéramos cantar ‘¡Bendiciones, Cuántas Tienes Ya!’?”. Jack no pudo soportar más. Salió corriendo, con lágrimas en los ojos. Otro hombre se paró y dirigió el himno, y un amigo salió y puso su brazo alrededor de Jack. “Nunca más podrás cantar ese himno otra vez, ¿no lo crees, Jack?”. Jack respondió: “Oh, claro que sí, pero nunca lo haré de la misma manera”.
—En “Su Canción Favorita” (2007), De Casa a Casa, 12[1]:3.