Casi Persuadido

¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano (Hechos 26:27-28).

Aunque es imposible conocer con exactitud el tiempo preciso de la conversión de Saulo, generalmente se cree—debido a algunas pocas insinuaciones en sus epístolas—que sucedió pocos años después del establecimiento de la iglesia en Jerusalén. Después de su conversión, Pablo pasó algo de tiempo en Arabia (Gálatas 1:17) y Jerusalén (vs. 18) antes de regresar a su pueblo en Tarso, donde Bernabé le encontró y le animó a ayudarle con el gran trabajo en Antioquía, donde a los discípulos gentiles se les llamó “cristianos” por primera vez (Hechos 11:25-26). Desde Antioquía, Pablo comenzó cada uno de sus tres viajes misioneros que duraron algo de dos o tres años cada uno. Pablo no era alguien que desperdiciaba el tiempo, pero cuando se presentó ante el Rey Agripa, había estado detenido en Cesarea por algo de dos años—tiempo que hubiera podido usar para trabajar con las iglesias que había ayudado a plantar a través del Imperio Romano o completar el viaje que había planeado a Europa (Romanos 15:24). Aunque estos pensamientos pudieron haber ocupado constantemente la mente de este ansioso apóstol, su fe le debe haber asegurado que Dios tenía un plan para él incluso en la prisión.

Cuando finalmente llegó la oportunidad para que Pablo hiciera su defensa ante alguien que tenía conocimiento de la religión judía (Hechos 26:3), Pablo no consideró esto como una oportunidad para obtener su libertad, sino para predicar el Evangelio a un hombre de gran poder. Pablo comenzó relatando la historia de su vida antigua como perseguidor de la iglesia, y luego narró su encuentro con Jesús. Pablo luego hizo recordar a Agripa de las palabras de Moisés y los profetas que testificaban en cuanto a Jesús (Juan 5:39-47) y del sufrimiento que el Mesías debía experimentar fuera de Jerusalén. Festo, quien no tenía conocimiento de tales cosas, se burló del discurso de Pablo, pero la respuesta de Agripa parece ser más sobria. Pablo luego hizo una pregunta a Agripa que hacía a muchos judíos: “¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees”.

Agripa entonces confrontó una decisión importante—una decisión que tenía más consecuencias para él que para Pablo. Aceptar el cristianismo le costaría su trono y la vida gloriosa a la cual se había acostumbrado. En un intercambio inusual, el juez se había convertido en el demandado. Pablo no necesitaba una absolución de parte de Agripa, ya que él era un hombre libre incluso en cadenas (2 Corintios 3:17). Agripa era el que necesitaba desesperadamente ser libre de las cadenas del pecado, pero lamentablemente, rechazó el ofrecimiento de libertad del gran Rey. Si usted es esclavo del pecado, ¿permitirá que la verdad le liberte (Juan 8:32), o como Agripa, simplemente será “casi persuadido”?