¿Cómo está tratando al Señor?

Resumen

Analice cuidadosamente cómo trata a los demás. ¡Simplemente no es posible tratar bien a Dios si no se trata bien a otros!

Es muy fácil declarar que se ama y adora a Dios, pero ¿cómo podemos incluso discernir la manera en que tratamos al Señor? Aunque hay otras cosas que se deben tener en cuenta, consideremos un factor particular que debería hacernos meditar.

Note el punto del argumento que Juan presentó en 1 Juan 4. En el versículo 12, escribió: «Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros». El amor hacia un hermano en Cristo es comparado con el amor al Dios que no vemos. En los versículos 20-21, Juan señaló: «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano». Juan indicó que, si el cristiano declara amar a Dios, pero al mismo tiempo aborrece a su hermano, es mentiroso. Es una declaración hipócrita decir que se ama a Dios a Quien no Se puede ver cuando no se ama al hermano a quien se puede ver.

Ahora considere lo que el Señor dijo a Saulo cuando Se le apareció y le habló en Hechos 9: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (vs. 4). Saulo estaba persiguiendo a los cristianos, pero el Señor indicó que, en un sentido, Saulo Lo estaba persiguiendo a Él. Había una relación correspondiente entre la manera en que Saulo estaba tratando a los cristianos y la manera en que estaba tratando al Señor.

Aunque se entiende que los cristianos tienen responsabilidades específicas ante Dios (como la adoración, etc.), y que su relación con Dios está por encima de todas las otras, es imperativo que notemos algunas maneras en que nuestra relación con el Señor no puede anular nuestra relación con la hermandad y otros. De hecho, Jesús aplicó este razonamiento al proceso del juicio final. Cuando servimos adecuadamente a otros, también servimos al Señor. Cuando descuidamos a otros, estamos descuidando al Señor. Jesús dijo en Mateo 25:40: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». Luego añadió en el versículo 45: «De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis».

Considere un texto final. El tema del libro de Colosenses es «La supremacía de Cristo en todas las cosas» (vea Colosenses 1:15-20). Obviamente, la supremacía de Cristo en la vida demanda el trato adecuado de los familiares y otros. Pablo indicó que es conveniente en el Señor que las esposas se sometan a sus esposos (Colosenses 3:18), que los esposos amen a sus esposas (vs. 19), y que los hijos obedezcan a sus padres (vs. 20). Pablo continuó indicando que los siervos debían obedecer a sus amos. Note que ellos sirven con integridad por temor a Dios (vs. 22). Pero no pase por alto el versículo siguiente: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (vs. 23).

Aquellos con los cuales nos relacionamos necesitan ser tratados de una manera cristiana. Nosotros somos responsables ante Dios de hacer esto, y hacer esto bendecirá nuestra vida abundantemente. Analice cuidadosamente la manera en que trata a otros. ¡Simplemente no es posible tratar bien a Dios si no se trata bien a otros!

¿Cómo está tratando al Señor?