El Consumo de Sangre y el Nuevo Testamento
Existe un debate continuo en cuanto al consumo de sangre en la dispensación cristiana. Incluso en la iglesia del Señor, hay algunos que declaran que el consumo de sangre es autorizado, mientras que otros señalan que Dios prohíbe tal actividad. ¿Qué dice la Biblia?
El Antiguo Testamento es muy claro en cuanto a sus prohibiciones frecuentes sobre el consumo de sangre (vea Génesis 9:4; Levítico 7:26-27; 17:10-16; 19:26; 22:8; Deuteronomio 12:16,23-25; 15:23; 1 Samuel 14:33). No existe controversia en este punto; los que están familiarizados con el tema reconocen que las Escrituras hebreas prohibían el consumo de sangre para los israelitas—el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Pero ¿qué hay del Nuevo Testamento? ¿Existe alguna proscripción similar que rija para los cristianos, o alguna revalidación que garantice el rechazo del consumo de sangre en la era cristiana?
HECHOS 15—EL TEXTO CLAVE
Existe revelación suficiente para que el estudiante de la Biblia sepa cuál es la voluntad de Dios en cuanto al consumo de sangre en el Nuevo Testamento. En la reunión de los apóstoles y profetas de Dios en Hechos 15, se respondió la interrogante y se estableció el mandamiento del Espíritu Santo para la comunidad cristiana. Después de mucha controversia en cuanto a si los gentiles debían guardar algunos aspectos de la Ley de Moisés, Pedro tomó la palabra para amonestar a la iglesia a no imponer sobre los discípulos gentiles el yugo de la ley antigua (vs. 10), y Jacobo, quien era considerado honorablemente con los apóstoles (cf. Gálatas 2:9), se dirigió a la hermandad con las siguientes palabras:
Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre” (vss. 19-20).
Luego, en una carta dirigida a los hermanos gentiles, los apóstoles, ancianos y la iglesia en Jerusalén indicaron que tal veredicto era de origen divino, confirmando que
ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis (vss. 28-29; cf. Hechos 21:25).
Algunas claves en el texto general de Hechos 15 clarifican que la abstinencia a las contaminaciones de los ídolos, fornicación, ahogado y sangre trasciende la Ley de Moisés y se aplican en cada dispensación histórica—incluyendo la dispensación cristiana.
- Pedro indicó que mandar que los gentiles guarden los aspectos de la ley caducada sería equivalente a “tentar a Dios” (vs. 10); entonces, obviamente, el veredicto prohibitivo para los gentiles no está confinado a los parámetros de la ley antigua.
- Bajo la guía del Espíritu Santo, Jacobo aplicó Amós 9:11-12 a la inclusión de los gentiles en el cristianismo. Los gentiles, quienes no se habían sometido a las prescripciones de la Ley, buscarían e invocarían el nombre del Señor (Hechos 15:17). Estaba dentro de la voluntad del Señor, “que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos” (vs. 18), que los gentiles fueran parte del cristianismo sin necesidad de someterse a la ley judía. Requerir el sometimiento a la Ley Mosaica sería “inquietar” a los gentiles convertidos (vs. 19). Otra vez, el veredicto en Hechos 15:20 no es parte de aquellas prescripciones exclusivas de la Ley que perturbarían la libertad cristiana.
- La mención a “Moisés” en el versículo 21 es una figura de expresión llamada metonimia, donde se usa el nombre “Moisés” para hacer referencia a Ley que Dios dio a través de Moisés. Esta mención separa los aspectos exclusivos de la Ley de Moisés con las prescripciones que se habían presentado en el versículo anterior (vea la “Objeción 6”).
- La introducción de la carta a los gentiles (vs. 24) confirma adicionalmente que las abstenciones requeridas en el vs. 20 no son parte del conjunto de leyes exclusivas del Periodo Mosaico que constituyeran una perturbación del servicio cristiano.
- La mención al Espíritu Santo es el sello de aprobación para las prohibiciones en el versículo 20. Esta es la voluntad divina bajo la dispensación cristiana, y trasciende el yugo de la Ley (vss. 28-29).
Por tanto, llega a ser claro que el Nuevo Testamento, en armonía con la voluntad divina bajo la Era Patriarcal (Génesis 9:2-4) y Mosaica (Levítico 7:26-27; 17:10-14), también incluye la prohibición al consumo de sangre.
OBJECIONES PRINCIPALES
A pesar del veredicto final del Espíritu Santo en contra del consumo de sangre en la Era Cristiana, algunos, incluso en la iglesia del Señor, han “reabierto” el caso al presentar objeciones con el fin de brindar consentimiento. Hace algún tiempo atrás, encontré casualmente un artículo en un sitio prominente de la iglesia del Señor, donde se argumentaba a favor del consumo de sangre en comidas como la morcilla. Decidí escribir al autor del artículo pera señalarle algunos malentendidos en su escrito. Después de algunos intercambios amistosos de correos electrónicos, el autor decidió remover el artículo de su sitio. Esta sección es una compilación y ampliación de algunas respuestas a argumentos que se me presentó en tal correspondencia.
Objeción #1: La prohibición al consumo de sangre fue parte de la Ley Mosaica, y la Ley Mosaica ha sido abolida (Colosenses 2:14).
No existe controversia en cuanto al hecho que la Ley Mosaica ha sido abolida. Jesús cumplió y abolió el Antiguo Testamento en la cruz (Hebreos 9:15-17). “Al decir: Nuevo pacto, [Dios] ha dado por viejo al primero” (Hebreos 8:13).
Sin embargo, la prohibición al consumo de sangre es una prohibición universal; es incorrecto sugerir que esta prohibición “comenzó” con la Ley de Moisés. De hecho, antes de la promulgación de la Ley de Moisés en el Monte Sinaí, Dios ya había prohibido a Noé y su descendencia:
El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis (Génesis 9:2-4; énfasis añadido, cf. Zacarías 9:7).
La prohibición al consumo de sangre es tan universal como la razón que se presenta para no consumirla: “Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Génesis 9:4, énfasis añadido). Se prohíbe el consumo de sangre porque la sangre es el medio de la vida—un hecho que no ha cambiado desde el principio de la historia humana, sea en la Era Patriarcal (Génesis 4:10-11), la Era Mosaica (Levítico 17:11) o la Era Cristiana (Juan 19:34). Mientras este hecho conserve veracidad universal, la prohibición al consumo de sangre continuará conservando veracidad universal.
Objeción #2: Prohibir el consumo de sangre es parte de la apostasía de la fe de la cual el Espíritu Santo advirtió: requerir abstinencia de alimentos (1 Timoteo 4:1-5).
Aunque este fue uno de los argumentos prominentes que se me presentó a favor del consumo de sangre, simplemente se basa en la táctica errónea de clasificar a la sangre como “alimento” (o “comida”). Al hacerlo, entonces se “puede” usar algunos pasajes fuera de contexto (e.g., Marcos 7:14-17, 1 Corintios 8:8-9, Romanos 14:17-23, Colosenses 2:14-17) para consentir el consumo de sangre y censurar a los que discrepan. [Los que promueven el consumo social de bebidas alcohólicas también cometen un error similar: interpretan “vino fermentado” en todos los pasajes del Nuevo Testamento donde se menciona el vino, y entonces usan tales pasajes para promover permisibilidad].
¿Estuvieron los escritores del Nuevo Testamento hablando de la sangre cuando hicieron referencia a los alimentos o la comida? La respuesta es “No”. Los “alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad” (1 Timoteo 4:3) se define por el propósito divino de la creación de ciertas criaturas/cosas. Dios creó tales criaturas/cosas (alimentos) con el propósito de proveer sustento para el hombre. Pero no todo lo que puede proveer sustento o nutrición fue creado con el propósito de servir como “alimento”. Por ejemplo, el consumo de un recién nacido humano pudiera proveer sustento o nutrición (vea 2 Reyes 6:28-29), pero no califica como lo que “Dios creó para” el consumo; no califica como “alimento” o “comida”. Las secreciones y excreciones animales/humanas tampoco califican como “alimento”. Entonces, no se debe usar la palabra “alimento” o “comida” para incluir todo lo que se desee sin tener en cuenta el diseño y propósito de la creación.
¿Califica la sangre en la lista de “productos” que Dios creó con el propósito de alimentación y sustento? Considere una vez más lo que Dios dijo a Noé:
El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis (Génesis 9:2-4).
Desde luego, “todo lo que se mueve y vive” es relativo (ya que los bebés humanos también se mueven y viven). En su contexto, esto hace referencia a los animales, y adicionalmente a las plantas. De manera interesante, la sangre también se “mueve” y “vive” (porta vida), pero la prohibición de Dios restringe su consumo; es decir, aunque se “mueve” y “vive”, no fue creada con el propósito de consumo (o “alimento”, como la Versión Reina Valera de 1995 traduce). La conclusión es que, en cuanto al consumo de los animales, el contexto lo limita a la carne, y excluye la sangre.
Entonces, ¿con qué propósito creó Dios la sangre? Respuesta: Dios creó la sangre con el propósito de ser la fuente de la vida (Éxodo 9:4) y el medio de expiación (Levítico 17:11). Ya que el propósito de su creación todavía es el mismo (cf. Juan 19:34; Hebreos 9:11-12), la sangre todavía no califica como “alimento”. Por ende, no se debería usar incorrectamente los versículos que hablan de los alimentos para aprobar el consumo de sangre.
Objeción #3: Ya que las carnes contienen algunos vestigios de sangre, entonces incluso los que desaprueban el consumo de sangre pecan cuando comen carne.
Esta objeción adolece de dos deficiencias principales.
Primero, es autocontradictoria. La sangre es un líquido que fluye por todo el cuerpo del animal, así que siempre quedan algunos vestigios de sangre que pueden no ser detectables. Es decir, es imposible eliminar el 100% de la sangre del animal. Si se argumenta que “se peca” al consumir carne a la cual no se le ha quitado el 100% de la sangre, entonces este argumento también desaprueba el consumo de carne completamente. Según este argumento, los israelitas también hubieran pecado al comer carne de animales a los cuales se les había escurrido la sangre—ya que es imposible eliminar el 100% de la sangre. Por ende, Dios hubiera colocado a los israelitas en un dilema al permitirles comer carne cuando sabía que no se puede eliminar toda la sangre. Por otra parte, si los israelitas, y la gente desde el tiempo de Noé, podían comer carne y todavía cumplir la prohibición del consumo de sangre, entonces los cristianos también pueden hacerlo.
La prohibición al consumo de sangre—sea en el Antiguo Testamento o el Nuevo Testamento—no se basa en la eliminación completa de todo vestigio de sangre; en cambio, “las implicaciones prácticas de Hechos 15:29 indican que el consumo de sangre se realiza cuando se bebe sangre o consume alimentos donde la sangre es un ingrediente principal y reconocible” (Butt, 2007, énfasis añadido). Otras prohibiciones antiguas se basaban en el mismo principio. Por ejemplo, considere la prohibición del Decálogo en cuanto al trabajo en el día de reposo (Éxodo 20:8-11). Aunque una definición general y aceptada para “trabajo” es simplemente “actividad que involucra esfuerzo mental o físico” (Pearsall, 2002, p. 1647), es obvio que la prohibición divina no involucraba todo esfuerzo mental o físico (cf. Mateo 12:1-7). Por ende, el judío debía entender que la prohibición al trabajo en el día de reposo involucraba la actividad en la cual el trabajo era (para usar las palabras de la cita anterior) “un ingrediente principal y reconocible” (cf. Números 15:33-36).
Segundo, esta objeción pasa por alto el proceso que Dios requirió para la eliminación de la sangre en la carne del animal: derramar la sangre (Levítico 17:13). ¿Elimina este proceso el 100% de la sangre en el cuerpo del animal? No. Pero el israelita que había derramado la sangre de un animal hasta detener el flujo obvio, había obedecido la prescripción divina. De otra manera, los israelitas, y la gente desde Noé, no hubieran podido consumir carne sin quebrantar la prohibición divina al consumo de sangre.
Deuteronomio 12:16,24; 15:23 aclara adicionalmente este hecho cuando indica que la sangre debía ser “derramada como agua”. Como una señal para Faraón, Dios mandó que Moisés recogiera agua del río y la “derramara en tierra” (Éxodo 4:9). “Derramar” en ambos textos se traduce del hebreo shapak. Según Vine, “Aunque se usa a menudo con este sentido de ‘derramar’ sangre, el uso común del término tiene que ver con ‘verter’ el contenido de un receptáculo” (1999, 1:83). ¿Debía Moisés esperar que cada molécula de agua abandonara el recipiente para poder obedecer el mandamiento divino de “derramar el agua en tierra”? ¿Debía usar un pedazo de tela para secar el 100% de agua del recipiente? Si alguien le pidiera que desagüe una manguera, ¿qué hiciera? Desconectaría la fuente de agua; tal vez levantaría un extremo de la manguera y continuara levantando poco a poco la manguera hasta que “toda” el agua hubiera salido. Si fuera un poco más “dogmático”, entonces tal vez sacudiría la manguera un par de veces para eliminar cualquier exceso de agua. Pregunta: ¿Eliminó el 100% del agua? No. Pero sí cumplió el requerimiento—incluso si algunos minutos después de colgar la manera “desaguada”, una cantidad mínima de agua se acumulara en la curvatura inferior. De la misma manera, se puede cumplir el mandamiento a la abstinencia de sangre al derramar la sangre del animal antes de la preparación y consumo.
Objeción #4: La comparación de Hechos 21:25 con 1 Corintios 8:1et.seq. revela que la abstinencia de lo sacrificado a los ídolos es un asunto de opinión, y ya que la abstinencia a la sangre se encuentra en el mismo contexto en Hechos, entonces la conclusión es que ésta no es una ley universal.
El error en esta objeción es igualar “lo sacrificado a los ídolos” de Hechos 21:25 con el de 1 Corintios 8. Aunque se usa la misma frase en ambos textos, se está considerando dos cosas completamente diferentes. Considere los dos siguientes contrastes:
- El contexto de Hechos 21:25 es Hechos 15, no 1 Corintios 8. En Hechos 21:25, los ancianos de la iglesia en Jerusalén estuvieron haciendo referencia a la carta que se escribió después de la reunión en Hechos 15 (vss. 19-20; cf. vss. 28-29 donde se usa la misma expresión “lo sacrificado a los ídolos”). Por ende, usar 1 Corintios 8 (sin tener en cuenta el contexto) para descartar la universalidad de las prescripciones en Hechos 15:19-20 es como usar Hebreos 6:1-2 en aposición a 1 Pedro 3:21 para nulificar la esencialidad del bautismo simplemente porque ambos textos usan la palabra “bautismo”.
- En el contexto inmediato en Hechos 15:20 se instruye a abstenerse de las contaminaciones de los ídolos. Por otra parte, en 1 Corintios 8, Pablo clarifica que la actividad en cuestión no puede contaminar inherentemente al que la realiza (vss. 4,8). Se puede ver una idea paralela en el hecho que el Nuevo Testamento registra que las relaciones sexuales pueden contaminar el cuerpo (1 Corintios 6:18), pero también registra que no pueden contaminarlo (Hebreos 13:4). Obviamente, se está haciendo referencia a dos diferentes tipos de relaciones sexuales. En el caso de Hechos 21 y 1 Corintios 8, se está haciendo referencia a dos acciones diferentes bajo el enunciado “lo sacrificado a los ídolos”.
Entonces, ¿cuál es “lo sacrificado a los ídolos” de Hechos 21:25 y “lo sacrificado a los ídolos” de 1 Corintios 8:1? Wayne Jackson ha explicado:
Primero, abstenerse de los efectos contaminadores de la adoración a los ídolos. Esto no fue solamente una prohibición directa a la adoración de ídolos, sino también al consumo de carne que había sido “sacrificada a los ídolos” (vs. 29) [de Hechos 15], por el cual el adorador creía que estaba en comunión con el dios a quien se había ofrecido el sacrificio. Esto no es lo mismo que simplemente comer carne que se había comprado en el mercado sin interés de adoración (2005, p. 178, corchetes y énfasis añadidos).
Este entendimiento armoniza completamente con el contexto en ambos pasajes. En Hechos 15 y 21, la acción es inherentemente mala (la participación directa en actos idolátricos); en 1 Corintios 8:1et.seq., la acción no lo es (consumir carne del mercado sin propósitos idolátricos). Aunque Pablo no condenó la práctica no-idolátrica de consumir carne del mercado (que “probablemente” hubiera sido sacrificada a los ídolos), sí condenó, en armonía con Hechos 15 y 21, participar en el consumo de carne en conexión directa a un acto idolátrico (1 Corintios 10:20-22). Reese explica adicionalmente:
Entonces, ¿qué se quiere decir con “apartarse de las contaminaciones de los ídolos” [en Hechos 15:20]? Pablo nos dice lo que significa en 1 Corintios 10:14-33. Allí dijo a los corintios que no vayan al templo de un ídolo a comer (vea especialmente 10:20-22). Sin embargo, se permitía comer, sin preocupación, la carne que alguien podía comprar en el mercado (vea 10:25). Abstenerse de la contaminación de los ídolos significa, “¡No vayan al templo de los ídolos y participen de las fiestas que se realizan allí!” (1976, pp. 545-546, corchetes añadidos).
La participación en prácticas idolátricas (lo cual Hechos 15 prohíbe a los cristianos gentiles) siempre ha sido considerada un pecado universal. Fue un pecado durante la Era Patriarcal (Génesis 35:2-4; Éxodo 12:12) y la Era Mosaica (Éxodo 20:3-5), y es un pecado durante la Era Cristiana (1 Juan 5:21).
Objeción #5: Si la abstinencia al consumo de sangre es una ley universal, ¿por qué los apóstoles y ancianos no dijeron: “que se aparten…de ahogado y de sangre porque esto ha sido la ley desde el principio”?
La respuesta a esta objeción es simple: No se necesitó aclarar esto como tampoco se necesitó decir: “que se aparten…de fornicación porque esto ha sido la ley desde el principio”. ¿Indica la carencia de esta segunda parte (que los que objetan consideran “necesaria”) que la abstinencia a la fornicación es un asunto de opinión, o que no es una ley universal? Obviamente no. Dios no está obligado a registrar una y otra vez lo que ya ha registrado previamente; tampoco está obligado a hacer recordar Sus leyes infinitamente a los humanos olvidadizos o indiferentes.
Además, considere que aunque finalmente se escribiría una carta para ser leída a la comunidad cristiana gentil, la audiencia directa del veredicto apostólico y profético en Hechos 15:19-20 era los judíos. Los judíos estaban muy familiarizados con las leyes concernientes a la sangre; el derramamiento de sangre era un suceso común—tanto en los sacrificios religiosos y el consumo de carne. Ellos no necesitaban ser recordados de la prohibición de Dios a Noé (Génesis 9:2-4). Simplemente, la adición de alguna aclaración sobre el tema a la audiencia judía no era necesaria.
Objeción #6: El enunciado, “Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:21), indica que los gentiles debían abstenerse del consumo de sangre para no ofender a los judíos; esta es la razón que se señalaría en la carta a los gentiles.
A primera vista, pareciera que Jacobo estuviera diciendo que ya que hay judíos que guardan la Ley Mosaica en todo lugar, los gentiles deberían abstenerse del consumo de sangre en armonía con la Ley Mosaica para no “ofenderles”. No obstante, esta interpretación es apresurada, y la evidencia bíblica no la apoya.
Como se ha visto anteriormente, la abstinencia al consumo de sangre no es un precepto exclusivo de la Ley Mosaica; Jacobo no estaba tratando de judaizar a los gentiles, sino expresó la voluntad universal de Dios.
Entonces, ¿qué significa el enunciado de Jacobo en Hechos 15:21? Hay varias posibilidades que armonizan con la evidencia contextual y el tenor del Nuevo Testamento.
1. En una primera opción, la idea sería: “Es necesario que se informe a los gentiles convertidos en cuanto a estas prohibiciones. Los judíos que están llegando al cristianismo no tienen necesidad de información adicional sobre estas prohibiciones, ya que ellos han recibido instrucción cada sábado y en todo lugar acerca de estas proscripciones eternas”. Adam Clarke lo declaró de esta manera:
El sentido de este versículo parece ser el siguiente: Aunque fue necesario escribir a los gentiles lo que debían observar obligatoriamente concerniente a estos puntos, no lo fue en el caso de los judíos convertidos, ya que a ellos se les predicaba Moisés—es decir, la ley—“en la ciudad”—es decir, Antioquía; y por medio de la lectura de la ley en la sinagoga cada sábado, se les continuaba recordando aquellas tradiciones que los gentiles, que no tenían ley, no podían conocer (1967, p. 793).
2. En una segunda opción, la idea sería: “La Ley de Moisés tiene demasiados maestros en todo tiempo y lugar como para que nosotros también comencemos a judaizar. Solamente se impondrá en los gentiles aquellas cosas de observancia eterna independientes de la Ley”. H. Leo Boles hizo referencia concisamente a esta idea en su Comentario sobre Hechos de los Apóstoles: “Parece que Jacobo hace una referencia general a la práctica general de los judíos, y que no era necesario poner la carga de la ley sobre los gentiles” (1964, p. 190).
McGarvey expandió la idea de que estas prohibiciones involucraban observancias eternas que no estaban ligadas a la Ley Mosaica. En su Comentario sobre Hechos señaló:
No había opción para otra conclusión excepto la que Jacobo dedujo: que ellos debían imponer en los gentiles…solamente aquellas cosas necesarias que eran imprescindibles independientemente de la Ley Mosaica. Se sabía que la idolatría, con todas las contaminaciones conectadas a ella, era pecaminosa antes que se diera la ley de Moisés; y así también la fornicación. Se prohibió a todo el mundo (en la familia de Noé) el consumo de sangre, y por implicación, el consumo de animales ahogados cuya sangre todavía estaba en ellos. Por tanto, en las restricciones que Jacobo propone no existe la extensión más mínima de la Ley de Moisés, sino la imposición sencilla en los gentiles en cuanto a reglas de conducta que siempre han regido, y que tenían el propósito de ser perpetuas (s.d., p. 185, énfasis añadido, itálicas en original).
Aunque no se puede declarar dogmáticamente cuál es el significado exacto de la declaración de Jacobo, sí se puede (1) descartar el argumento erróneo que propone que Jacobo estaba tratando de calmar a los judíos al imponer en los gentiles algunas prescripciones de la Ley, (2) sugerir posibilidades que armonizan con la evidencia bíblica y (3) llegar a la conclusión que las prohibiciones en Hechos 15:21 son universales.
En cuanto a la última parte de esta objeción (que sugiere que la declaración de Jacobo sería incluida en la carta a los gentiles como la razón para abstenerse al consumo de sangre), simplemente es otra suposición que no tiene fundamento contextual. Hechos 15:19-21 no revela el contenido real (i.e., al pie de la letra) de la carta a los gentiles, sino solamente el veredicto apostólico y eclesiástico en cuanto a las prohibiciones. Por otra parte, Hechos 15:23-29 parece revelar el contenido de la carta, donde se comienza con una salutación (vs. 23), se expone el problema (vs. 24), se presenta la decisión de la asamblea por medio del Espíritu Santo (vss. 25-28), se especifica las prohibiciones (vs. 29) y se añade una bendición final (vs. 29). De manera interesante, se excluye la parte que declara, “Porque Moisés desde tiempos antiguos…”. Por tanto, parece obvio que la aclaración en Hechos 15:21 no era para la hermandad gentil, sino para los judíos reunidos en Jerusalén; la fuerza gramatical apoya adicionalmente esta conclusión al revelar que el sujeto principal en los versículos 19-20 es los judíos (¿Quiénes no debían inquietar? ¿Quiénes debían escribir?).
CONCLUSIÓN
Después de analizar el registro del Nuevo Testamento en cuanto al consumo de sangre y responder a las objeciones principales, podemos llegar a la siguiente conclusión en cuanto al veredicto en Hechos 15: (1) Los gentiles debían abstenerse de cuatro cosas: de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. (2) Estas prohibiciones no representan conformidad cristiana a favor del judaísmo, sino son prohibiciones universales, y se aplican a cada dispensación humana. (3) Este veredicto también goza de la aprobación inspirada del Espíritu Santo. (4) No hay ningún pasaje bíblico en el Nuevo Testamento que descarte a alguna de estas cuatro prohibiciones como asunto de opinión, conveniencia o temporalidad. (5) Por ende, todos los cristianos deben obedecer cada aspecto de este veredicto, incluyendo la abstinencia al consumo de sangre.
Referencias
Boles, H. Leo (1992) Comentarios del Nuevo Testamento: Hechos (Nashville, TN: Gospel Advocate).
Butt, Kyle (2007), “¿Deben los Cristianos ‘Abstenerse de Sangre’?”, http://espanol.apologeticspress.org/espanol/articulos/3527.
Clarke, Adam (1967), El Comentario Paralelo del Nuevo Testamento de Bethany [The Bethany Parallel Commentary on the New Testament] (Grand Rapids, MI: Baker).
Jackson, Wayne (2005), Los Hechos de los Apóstoles [The Acts of the Apostles] (Stockton, CA: Courier).
McGarvey, J.W. (sine data) Comentario Original Sobre Hechos [Original Commentary on Acts] (Bowling Green, KY: Guardian of Truth Foundation).
Pearsall, Judy, ed. (2002), Diccionario Inglés Conciso de Oxford [Concise Oxford English Dictionary] (Nueva York: Oxford University Press), décima edición revisada.
Reese, Gareth (1976), Historia del Nuevo Testamento: Hechos [New Testament History: Acts] (Joplin, MO: College Press).
W.E. Vine (1999), Diccionario Exhaustivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo (Colombia: Editorial Caribe), reimpresión de 2001.
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