¡Quemen los botes!

Resumen

«Quememos los botes» y peleemos espiritualmente ya que nuestras almas dependen de Dios y de nuestra perseverancia.

No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (Hebreos 10:35-39).

Se dice que, cuando el conquistador español Hernán Cortés, guio a sus hombres a comenzar la conquista del Imperio azteca en 1519, les ordenó que quemaran los botes que los transportaron a las costas del imperio. Desde luego, tal orden parece extraña y descabellada, pero Cortés tenía una razón estratégica. Cuando Cortés habló con sus hombres antes de la primera batalla, les dijo: «Pueden ver que los botes se desvanecen con el fuego. ¡Eso significa que no podemos salir de estas costas con vida a menos que triunfemos!». La historia cuenta que, ya que sabían que la elección era vencer o perecer, estos hombres pelearon como nunca y ganaron la guerra contra un enemigo poderoso que lo superaba en número. Esta historia ha motivado a muchos en ocasiones que han querido darse por vencidos en vez de lograr las metas que se han trazado.

Este concepto también se aplica espiritualmente a nosotros. Una gran parte del Nuevo Testamento se relaciona al servicio fiel del Señor en frente de la oposición y el peligro. Debido a la naturaleza del mensaje del Evangelio, el cristianismo verdadero nos mantiene en un estado de tensión con el mundo alrededor, incluso con aquellos con quienes tenemos una relación cercana (cf. Mateo 10:34-39). Es fácil sentir el deseo de huir en tales circunstancias, pero nunca debemos darnos por vencidos en la meta que se nos ha asignado.

El escritor de Hebreos exhortó a un grupo de judíos convertidos que sufrían y que eran tentados a regresar al judaísmo para calmar la presión que estaban sintiendo. En la carta, encontramos recordatorios constantes de la supremacía de Jesús sobre toda institución en la cual se puede buscar satisfacción. En el capítulo 10, básicamente el escritor les ordenó a «quemar los botes» y pelear la batalla espiritual sin considerar la rendición. Comenzando en el versículo 26, reveló el peligro inmenso de rendirse en frente de la batalla contra el pecado.

Frecuentemente se piensa que la Ley de Moisés era más estricta que el Evangelio de Cristo, pero el escritor de Hebreos fue claro en que el abandono de Cristo y Su voluntad merece mayor castigo que el abandono de la Ley (10:26-29). De hecho, es más terrible enfrentar la ira de Dios si nos rebelamos contra Él que enfrentar la ira del hombre que nos puede atacar por someternos a Dios (cf. Mateo 10:26-28). Por otra parte, si perseveramos, tendremos una recompensa grande y perdurable (Hebreos 10:35-36; cf. 2 Timoteo 4:6-8; Santiago 1:12; 1 Pedro 1:3-6; Apocalipsis 2:10). La realidad dura en cuanto a este mundo caído es que no podemos escapar de las dificultades, sin importar cuánto tratemos. Así que, «quememos los botes» y peleemos como si nuestras almas dependieran de esto, pues realmente dependen de esto.