La luz resplandece más en los lugares oscuros

Resumen

Si la iglesia pudo crecer en medio del imperio romano, ciertamente puede crecer en medio de nuestra cultura tenebrosa.

Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado (Filipenses 2:14-16).

A lo largo de la historia humana, las condiciones que la gente ha enfrentado han variado de lugar en lugar y de tiempo en tiempo. Los ideales y valores de varias culturas han menguado o prosperado en periodos de gran aflicción o periodos de dicha relativa. Este es el caso de los Estados Unidos como de cualquier otra nación y cultura mundial. Una de las razones por las cuales los colonizadores se mudaron al nuevo mundo fue escapar de la oscuridad moral que había oprimido el espíritu humano por mucho tiempo. El fundamento de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos es el concepto bíblico de que todos los seres humanos son creados igualmente con ciertos derechos inalienables concedidos por el Creador.

Aunque la aplicación de estas verdades autoevidentes frecuentemente ha sido inconsistente, este principio produjo una nación de libertades y oportunidades inmensas. El fundamento religioso de la sociedad norteamericana promovió ciertas normas morales y éticas que por muchas generaciones continuaron sin oposición. Sin embargo, ahora muchos cristianos que han atestiguado la degradación rápida de los Estados Unidos en los sesenta años pasados, sienten confusión en cuanto a la manera en que deben reaccionar. Es cierto que hay causa obvia de preocupación, pero debemos continuar siendo un pueblo de fe y esperanza para evitar estancarnos en nuestro servicio a Dios. Aparentemente, algunos han concluido que el Evangelio ya no tiene poder en los Estados Unidos, y se han dado por vencidos en la batalla contra las tinieblas espirituales crecientes. ¿Qué debemos hacer en tales tiempos en que parece que las tinieblas están asumiendo control total?

Es prudente recordar la historia bíblica. La depravación moral debe ser perturbadora para aquellos que aman al Señor. Nosotros debemos aborrecer el mal y seguir el bien (Romanos 12:9). Pero en contraste a la creencia popular, no estamos atestiguando los tiempos más oscuros de la historia humana. De hecho, estos tiempos pueden incluso no ser comparables a los tiempos más oscuros. Cuando leemos Génesis 6-9, recordamos que solamente hubo ocho personas que fueron fieles a Dios. Con mucha probabilidad, más que ocho personas fieles leerán este artículo. Un ejemplo adicional y significativo es el mundo romano en el cual el cristianismo nació.

Algunas de las perversiones que plagan nuestra cultura incluyen las desviaciones sexuales, el aborto, la avaricia, la violencia y otros males. En cuanto al pecado sexual, frecuentemente la gente en el Imperio romano del primer siglo cometió casi todo —desde el adulterio hasta la pedofilia— sin enfrentar usualmente oposición a sus prácticas. El aborto era raro porque las madres casi siempre morían. Su solución era dar a luz y deshacerse de los bebés no deseados, dejándolos a la intemperie para que murieran. En cuanto a la avaricia, sabemos que Judas vendió a Jesús por treinta monedas de plata, y que los ricos constantemente abusaban de los pobres. En cuanto a la violencia, en los primeros siglos del cristianismo los romanos eran entretenidos con la exhibición de gladiadores que peleaban hasta la muerte o de bestias que destrozaban a personas (frecuentemente cristianas); ellos aclamaban y disfrutaban de tal espectáculo. En vista de Romanos 1:18-32, es evidente que el mundo del tiempo de Pablo estaba lleno de tinieblas; pero fue en ese mismo mundo que el cristianismo entró a la escena y creció a un paso sorprendente.

Si la iglesia pudo crecer en medio de ese imperio impío, ciertamente puede crecer en medio de nuestra cultura tenebrosa. En realidad, el poder del cristianismo es el mismo, y es un contraste claro del mundo alrededor de nosotros. En otras palabras, la luz resplandece más en los lugares oscuros. Como luces del mundo, no debemos ser abrumados por el temor ya que Dios nos ha dado un espíritu de «poder, de amor y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7). El Evangelio de Jesucristo tiene el poder de alumbrar en los corazones más oscuros de la gente. Nosotros solamente debemos sacar la luz de debajo de la cama y permitir que resplandezca en el mundo (cf. Marcos 4:21).