La omnisciencia maravillosa de Dios

Resumen

Para el cristiano, la profundidad de la omnisciencia de Dios es causa de consolación, inspiración y confirmación.

Los cristianos usualmente hablamos, y cantamos, en cuanto a la gracia maravillosa de Dios, pero cada aspecto de la naturaleza de Dios es igualmente maravilloso. Por ejemplo, considere la omnisciencia de Dios.

El concepto

El concepto tradicional de la omnisciencia divina ya es impresionante. «Con omnisciencia se quiere hacer referencia al conocimiento perfecto que Dios tiene de Sí mismo y de todas las cosas».[1] Por ende, Dios conoce el contenido del corazón del hombre (1 Samuel 16:7), e incluso el número de sus cabellos (Mateo 10:30). Conoce las palabras y las acciones del hombre (Salmos 139:4; Jeremías 16:17). También tiene conocimiento perfecto de los sucesos que ocurren a los miembros más insignificantes de Su creación material (Mateo 10:29; cf. Salmos 50:11). Con la cantidad innumerable de pensamientos, acciones y sucesos diarios en la vida de cada individuo de algo de ocho mil millones de personas, e innumerables millones más de criaturas en el mundo, tal conocimiento divino es incomprensible (Salmos 147:5; Isaías 40:28).

Pero la omnisciencia divina no solamente se aplica al presente, sino también al pasado y al futuro (Isaías 46:9, 10). Por ende, se puede decir que todo lo que Dios conoce de Sus criaturas en el presente, también las conoce de Sus criaturas pasadas y futuras. Simplemente, «él sabe todas las cosas» (1 Juan 3:20), y nada de lo que sucede, sea en el pasado, el presente o el futuro, sucede sin Su conocimiento.

Los ejemplos

Sin embargo, la Biblia presenta un aspecto incluso más profundo de la omnisciencia divina. Dos ejemplos serán suficientes.

En 1 Samuel 23, se le dio aviso al rey Saúl que David se había refugiado en Keila, y entonces el rey decidió atacar la ciudad y matar a David. Al enterarse de las intenciones del rey, David consultó a Dios. Él preguntó si Saúl descendería a atacar a Keila por causa suya, y Dios le respondió que lo haría (vss. 10-11), lo cual confirma Su conocimiento del futuro. Luego David preguntó si la gente de Keila lo entregaría en manos de Saúl, y Dios le respondió que lo haría (vs. 12), otra vez confirmando Su conocimiento del futuro. Así que David se apresuró y huyó de la ciudad. Cuando Saúl oyó que David había huido, desistió, y no salió contra Keila (vs. 13).

Note que la omnisciencia de Dios no solamente significa que Él sabe lo que sucederá; según el pasaje anterior, es obvio que Él sabía lo que pudo haber sucedido que no llegó a suceder. Él sabía lo que Saúl haría, sabía lo que la gente de Keila haría, y obviamente sabía lo que David haría de ser informado de tal realidad potencial. Lo que Dios sabía no llegó a suceder ya que Él intervino al revelar conocimiento sobrenatural que alteró el curso de los eventos.

En 2 Reyes 8, Ben-adad, rey de Siria, enfermó gravemente y envió a su oficial Hazael a preguntar a Eliseo si sanaría de su enfermedad (vss. 7-8). Eliseo informó a Hazael que Ben-adad se recuperaría de su enfermedad, pero que también moriría (vs. 10). Luego añadió que Hazael mismo sería el próximo rey de Siria (vs. 13). Cuando Hazael regresó a Ben-adad, le dijo que se recuperaría, pero al día siguiente, «tomó un paño y lo metió en agua, y lo puso sobre el rostro de Ben-adad, y murió; y reinó Hazael en su lugar» (vs. 15).

Los eruditos han propuesto varias explicaciones[2] para la declaración profética a Hazael: «Ve, dile [a Ben-adad]: Seguramente sanarás. Sin embargo, Jehová me ha mostrado que él morirá ciertamente» (vs. 10). Una de ellas sugiere que el profeta no solamente había recibido revelación del futuro, sino que también tenía conocimiento de las intenciones homicidas de Hazael, y que, por ende, estaba queriendo expresar: «Ve, dile lo que ya has determinado decirle, lo que un adulador diría: “Sanaras”».[3] En otras palabras: «¡Adelante; engáñale! Dile que sanará, pero yo sé que lo matarás». Esta interpretación es adicionalmente sostenida al sugerir que por esta razón el profeta miró fijamente a Hazael hasta avergonzarlo (vs. 11).[4]

Aunque esta interpretación es posible, también es posible que la declaración profética sea entendida literalmente sin implicar complicidad en algún engaño. Eliseo pudiera haber estado indicando que el «rey hubiera sanado y vivido si no hubiera sido asesinado por Hazael. En otras palabras, el rey vive, y al final muere. Por ende, el oráculo ingenioso de Eliseo (él vivirá, pero también morirá) es finalmente confirmado como verdadero».[5]

Si esta segunda interpretación es correcta, entonces este es un caso adicional en que Dios reveló que podía conocer la «realidad alternativa». Dios pudo ver en el futuro que la enfermedad no era para muerte, pero al mismo tiempo también pudo ver otro suceso (la muerte del rey a manos de Hazael) que interrumpiría la sanidad. Dios sabía lo que pudo haber sucedido que no llegó a suceder.

La aplicación

Aplique a la vida personal este aspecto adicional de la omnisciencia de Dios. En mi caso, Dios sabe lo que hubiera pasado si la primera prometida de mi padre no lo hubiera dejado poco antes de su boda; Dios sabe lo que hubiera pasado si mi madre se hubiera casado con un amigo de mi padre meses después que mi padre falleciera; Dios sabe lo que hubiera pasado si yo no hubiera tomado esa decisión «apresurada» de viajar a Panamá a estudiar la Biblia; Dios sabe lo que hubiera pasado si esa joven norteamericana (mi futura esposa) no hubiera decidido ir a un viaje misionero a Perú hace algo de veinticinco años atrás; y Dios sabe lo que hubiera pasado si no nos hubiéramos mudado a los Estados Unidos tres años después de casarnos. ¡Dios conoce todos los escenarios posibles de la «realidad alternativa» que nunca han llegado a suceder en mi vida!

Ahora, piense en todos los escenarios posibles de su propia vida; Dios los conoce todos (cf. Juan 21:17). Adicionalmente, multiplique todas las posibilidades innumerables en la vida de cada persona, por la cantidad innumerable de personas que han vivido en el pasado, que viven en el presente y que vivirán en el futuro, y pronto llegará a la conclusión de que la omnisciencia de Dios es increíblemente maravillosa.

La seguridad

Pero este aspecto de la omnisciencia maravillosa de Dios no es solamente un concepto interesante que tiene aplicaciones a la vida regular de cada individuo, sino también provee seguridad espiritual y futura. Se puede aplicar esta seguridad a

  • la oración. La omnisciencia de Dios nos asegura de que Él tiene conocimiento de nuestras oraciones: «vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis» (Mateo 6:8). Por tanto, podemos orar a Él en secreto, y Él nos oye (vs. 6). Pero esto aspecto específico también nos asegura de que la omnisciencia de Dios no significa que todo evento de la vida es fijo e inevitable; la oración es valiosa ya que puede alterar, a favor del hijo de Dios, la realidad que de otra manera llegaría a suceder (cf. 2 Reyes 20:1-7).

  • las pruebas. La omnisciencia de Dios nos asegura de que Él conoce nuestras aflicciones (Salmos 34:15). Él incluso registra nuestras lágrimas en Su libro y las junta en Su redoma (Salmos 56:8). Este aspecto de Su omnisciencia nos asegura de que Él puede proveer la salida a una tentación que de otra manera nos causaría la caída (1 Corintios 10:13). Además, nos asegura de que Él no permitirá nuestro sufrimiento en vano, sino que, por medio de Su providencia, puede ajustar las circunstancias y evitar sufrimiento adicional (cf. Juan 7:30; 8:20).

  • el evangelismo. Ya que ningún cristiano tiene la capacidad de alcanzar a toda persona por Dios, usualmente nos preocupamos de aquellos que, tal vez, no tienen la oportunidad de escuchar el evangelio verdadero. Sin embargo, después de hacer nuestro mayor esfuerzo de evangelizar al mundo, los cristianos podemos descansar confiados de que la providencia de Dios permitirá que el alma sedienta de la verdad encuentre satisfacción espiritual (Mateo 5:6). Dios sabía que el etíope, quien de otra manera hubiera regresado a casa perdido en su judaísmo, obedecería al evangelio de ser instruido en él. Por ende, en Su providencia, hizo arreglos para que el evangelista Felipe se reuniera con el etíope y le presentara el evangelio de salvación (Hechos 8:26-39).

  • la segunda venida. En Su omnisciencia eterna, Dios pudo analizar los siglos venideros y determinar con precisión infalible el tiempo perfecto para la primera llegada de Su Hijo al mundo (Gálatas 4:4). Su conocimiento de la realidad alternativa también Le permite descartar cualquier tiempo contraproducente y optar por el más conveniente para la segunda venida de Su Hijo. Él hace esto ya que «es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). Su omnisciencia garantiza que nadie se perderá debido a algún tiempo inoportuno, ya que la segunda venida ocurrirá en el tiempo exacto para el mayor beneficio del hombre y el cumplimiento perfecto de los designios divinos.

  • y el juicio. El juicio final no es causa de temor para los santos (2 Tesalonicenses 1:5-12) ya que la omnisciencia divina trabaja a favor de ellos para brindar una sentencia infalible. Tal conocimiento perfecto del pasado, presente y futuro, como de las realidades alternativas que se aplican a cada persona, garantiza que ningún alma recibirá una sentencia equivocada debido a algún «desconocimiento» o «descuido» divino. Ya que Dios no tiene carencia de conocimiento en ningún respecto, Su dictamen será perfecto.

Conclusión

La omnisciencia de Dios es tan infinita como Su propia naturaleza. Aunque este artículo nos ayuda a apreciar mejor este atributo divino, lo cierto es que ningún autor humano puede comprender, describir y transmitir completamente la extensión de tal conocimiento maravilloso. Para el ateo sin conocimiento escritural ni discernimiento espiritual, la omnisciencia de Dios es un concepto tan abrumador que él simplemente no puede aceptarlo. Por otra parte, para el cristiano, la omnisciencia de Dios es consoladora, inspiradora y confirmadora. Con el salmista, quedamos impresionados y declaramos: «¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!» (Salmos 139:17). ¡Esa es la omnisciencia maravillosa de Dios!

[1] Henry O. Wiley, Teología cristiana [Christian theology] (Kansas City, MO: Beacon, 1964), 1:354.

[2] Aquí no se exploran todas las interpretaciones posibles. Una de ellas se relaciona a la ambigüedad textual; vea Karl F. Keil y Franz Delitzschand, Comentario bíblico sobre el Antiguo Testamento: Los libros de los Reyes [Biblical commentary on the Old Testament: The books of the Kings], trad. James Martin (Edimburgo, Escocia: T & T Clarke, 1872), 334-335.

[3] Henry D. M. Spence y Joseph S. Exell, eds., El comentario del púlpito [The pulpit commentary], sobre 2 Reyes 8:10 (Nueva York: Funk & Wagnalls, 1899).

[4] El hebreo es ambiguo en este versículo. La frase «el varón de Dios» al comienzo del versículo 11 en la RVR1960 no es parte del original. No es claro quién miró fijamente a quién, pero el contexto parece favorecer la conclusión de que Eliseo fue quien miró fijamente a Hazael.

[5] Song-Mi S. Park, Comentario de sabiduría: 2 Reyes [Wisdom commentary: 2 Kings], sobre 2 Reyes 8:7-15, eds. Ahida Calderón y Barbara E. Reid, OverDrive (Collegevill, MN: Liturgical Press, 2019).