Las consecuencias del divorcio y las segundas nupcias

Resumen

Es cierto que el pecado pasado puede ser perdonado, pero las consecuencias del pecado pasado usualmente perduran.

Cada vez más los cristianos deben lidiar con las circunstancias de personas (usualmente no cristianas) que se divorcian y se casan nuevamente por cualquier razón y que, después de visitar a la iglesia, quieren obedecer al evangelio y ser parte de la membresía. Una tendencia popular es permitir que la pareja permanezca en la relación marital que estaba cuando llegó al cristianismo, incluso cuando el matrimonio fue contraído en violación de Mateo 19:9. Esta posición usualmente es disfrazada con un supuesto manto de compasión hacia la pareja, pero, en realidad, frecuentemente se debe a que los miembros carecen del valor espiritual de insistir en que se cumpla la instrucción bíblica. Un argumento que se presenta en defensa de esta posición es la noción de que, si una pareja no puede continuar en su matrimonio después del bautismo, entonces el bautismo realmente no les perdonó, y el adulterio llega a ser el «pecado imperdonable». Se puede presentar varios puntos que muestran el error de esta posición.

Primero, se logra mucho en el punto del bautismo, pero el bautismo nunca tuvo el propósito de transformar una práctica pecaminosa en una aceptable, o transformar una relación pecaminosa en una justa. Las prostitutas, los homosexuales, los polígamos, los bisexuales, los bígamos y los adúlteros deben poner término a sus relaciones.

Segundo, tampoco se debe poner en conflicto la doctrina bíblica del perdón con la doctrina bíblica de las consecuencias del pecado. Ser perdonado no implica que las consecuencias del pecado serán borradas. El pecado pasado puede ser lavado, pero las consecuencias del pecado pasado usualmente perduran. Por ejemplo:

  • La sífilis cerebral es una consecuencia perdurable de la vida promiscua.

  • La expulsión del huerto fue un castigo perpetuo, y fue la consecuencia del pecado de Adán y Eva (Génesis 3).

  • La prohibición de la entrada a Canaán fue el castigo irrevocable del pecado de Moisés (Deuteronomio 32:49-52), aunque él pudo ser perdonado y llegar al cielo un día (Apocalipsis 15:3).

  • Dios perdonó a los murmuradores (Números 14:20), pero los efectos negativos de su pecado fueron perdurables y desastrosos (Números 14:29-35).

  • El error que Esaú cometió al vender su primogenitura no pudo ser rectificado, «aunque la procuró con lágrimas» (Hebreos 12:17).

Este principio simplemente descarta la noción de que es demasiado pedir que alguien deshaga su matrimonio o de que el perdón realmente no es lo que debe ser en tal caso. La historia bíblica nos enseña que la gente no puede pecar y luego esperar que las cosas regresen a la forma en que eran antes. Frecuentemente, los que violan la ley de Dios enfrentan mucho sufrimiento, incluso cuando ellos pueden ser perdonados y obtener la promesa del cielo.

Esto se aplica al matrimonio. Algunos rechazan las leyes de Dios en cuanto al matrimonio y las desobedecen abiertamente. Luego pueden ser perdonados, pero también pueden haberse involucrado en tantos enredos que pueden no tener elección excepto vivir en soltería por el resto de su vida. Esto no quiere decir que Dios no sea justo o misericordioso. En cambio, tales consecuencias son el resultado de la desobediencia necia del mismo hombre y el rechazo de lo que Dios ha previsto que sea para el beneficio del hombre. Así como alguien puede pecar, y al hacerlo perder su vida física sin que Dios intervenga para prevenir el efecto del pecado (e. g., robar un banco y ser muerto por un oficial), alguien puede pecar en el campo marital y perder su derecho marital sin que Dios intervenga al respecto.

Tercero, el bautismo no es una inmersión bíblica si el arrepentimiento no lo precede. Frecuentemente olvidamos esto por el deseo de llevar a la gente al bautisterio. El arrepentimiento no es un simple lamento. La tristeza piadosa precede al arrepentimiento genuino que, a su vez, es seguido por la vida reformada (2 Corintios 7:9-10). La reformación de la vida implica la cesación de las prácticas pecaminosas y el término de las relaciones pecaminosas (Mateo 3:8; 1 Corintios 6:11). Pablo lo declaró de esta manera en Romanos 6:2: el cristiano no debe vivir aún en el pecado.

¿Qué hicieron los que practicaban la brujería para mostrar su arrepentimiento en Hechos 19:19? Ellos quemaron sus libros, mostrando que estaban poniendo término a sus prácticas previas. Simplemente prometer no comprar más libros, pero insistir en conservar, leer y practicar los libros que ya tenían, manifestaría falta de arrepentimiento verdadero. Si hubieran tenido una membresía en un grupo dedicado a la brujería, el arrepentimiento demandaría que ellos pusieran término a tal membresía. El arrepentimiento y bautismo de Simón en Hechos 8 demandó el término de su relación pasada con la brujería. ¿Qué significó el arrepentimiento y el bautismo para los corintios?

  • Los ladrones fueron perdonados, pero el arrepentimiento demandó que pusieran término a su relación con la ganancia deshonesta (Lucas 19:8).

  • Los homosexuales fueron perdonados, pero el arrepentimiento causó que pusieran término a sus relaciones sexuales (1 Corintios 6:9).

  • Los adúlteros fueron perdonados, pero ¿qué demandó esto?

Sea que los corintios hubieran estado practicando el adulterio, la homosexualidad, la prostitución, el hurto o la estafa (1 Corintios 6:9-10), el arrepentimiento previo al bautismo requirió que cesaran tales uniones ilícitas. Ellos hubieran dejado de hurtar y hubieran abandonado su ganancia deshonesta. Hubieran abandonado cualquier negocio que estafaría a otros. Por su propia definición, el arrepentimiento demandaría tal cosa. Aquellos que hubieran permanecido en tales prácticas realmente no se hubieran arrepentido.

Se debe tener en cuenta un último punto. Algunos intentan justificar las uniones adúlteras al comparar el pecado del adulterio con el homicidio. Ellos dicen que hay algunos errores que no se pueden enmendar. En el caso del homicidio, el hombre que se arrepiente no puede volver a la vida a su víctima. Estas personas dicen que el matrimonio que no es escritural está en la misma categoría.

Esta es una analogía falsa. En primer lugar, poner fin a una relación ilícita no es un intento de rectificar un divorcio pasado o restaurar un matrimonio pasado; en cambio, esto es lo que el arrepentimiento y la ley matrimonial de Dios demandan. Segundo, el principio básico que se aplica al homicidio y el adulterio es que el arrepentimiento demanda que la persona cese de cometer homicidio o de vivir en adulterio (Colosenses 3:7). ¿Puede un homicida arrepentido continuar en el homicidio? No. Él dejará la relación previa que tenía con el homicidio. De igual manera, aquel que está viviendo en un estado de adulterio se perderá si muere en ese estado (Apocalipsis 21:8). Simplemente decir: «Lo siento» no transformará el estado o la relación en algo bueno en que se pueda continuar. En ninguna época Dios ha lidiado con el pecado de tal manera. Él siempre ha demandado la cesación de un práctica o relación pecaminosa antes que perdone abundantemente. Juan el Bautista no pidió a Herodes que simplemente reconociera su pecado, que dijera que lo siente, que pidiera perdón y que luego continuara viviendo con Herodías. Herodes se había casado con ella (Marcos 6:17). ¿Qué requería el arrepentimiento? Que ellos pusieran término a su matrimonio. ¿Por qué? Porque, como Juan declaró, ¡no le era lícito tener la mujer de su hermano (Marcos 6:18)! No había nada que Herodes podía decir oralmente o aceptar mentalmente para transformar su estado marital; tal relación debía llegar a su fin.