¿Tendrá Hijos Nuestra Fe?

Resumen

Cuando nuestra generación muera, ¿habrá una iglesia, bíblica, fiel y evangelística, o morirá la fe con nosotros?

Lo sé…, está pensando que quise decir: “¿Tendrán fe nuestros hijos?”. Walter Brueggemann invirtió el enunciado y preguntó: “¿Tendrá hijos nuestra fe?”.[1] Este siempre ha sido el interés adecuado del pueblo de Dios.

La pregunta implica la necesidad de transmitir la fe de una generación a la próxima—el proceso de no solamente esparcir el Evangelio geográficamente (a todas las naciones), sino también de generación a generación. Los israelitas siempre estuvieron conscientes de enseñar a sus hijos, nietos y demás descendientes.

Salmos 78:3-8 habla de al menos cuatro generaciones a quienes se enseñaría el camino del Señor. Tenemos la primera generación: “nuestros padres” (78:5). Se dio la tarea a la primera generación de enseñar a la segunda: “Que la notificasen a sus hijos” (78:5). Luego tenemos a la siguiente generación: “Para que lo sepa la generación venidera” (78:6). Seguidamente tenemos a la cuarta generación: “Y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos” (78:6). Pero la visión del salmista se extendió aún más hacia el futuro: “los hijos que nacerán” (78:6).

Los israelitas estuvieron continuamente conscientes de la necesidad de transmitir su fe a la próxima generación. En la Pascua, el padre debía explicar a sus hijos el significado de la cena: “Y cuando mañana te pregunte tu hijo, diciendo: ¿Qué es esto?, le dirás: Jehová nos sacó con mano fuerte de Egipto, de casa de servidumbre” (Éxodo 13:14). Hasta ahora, los hogares judíos leen en la Pascua el Hagadá, un relato de los eventos del Éxodo.

Las palabras de Dios debían estar en los corazones de los padres, y ellos debían enseñar tales palabras “diligentemente” a sus hijos, hablando de estas “estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-9). Esto significa que este sistema de enseñanza debía ser intensivo, detallado y constante. La enseñanza debía ser formal (“las repetirás”) e informal (“en la casa; en el camino”). Se debía impregnar el hogar de las palabras de Dios.

En su discurso emotivo al final de su vida, Josué retó a su pueblo a escoger a quién servir. Él declaró: “escogeos hoy a quién sirváis” (Josué 24:15). Luego señaló el camino: “pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. ¡Imagine lo que hubiera pasado si los israelitas no hubieran servido a Dios ese día! Sabemos que Josué hubiera servido a Dios incluso si lo hubiera hecho solo. La expresión “mi casa” implica que sus hijos y nietos también servirían al Señor. Su fe había influenciado la vida de sus hijos y nietos. ¡Generaciones de israelitas no tuvieron fe fuerte simplemente por accidente! A ellos se les enseñó.

¿Qué está en juego? Cuando sea anciano y ya no pueda predicar, ¿habrá una congregación fiel en la cual pueda adorar? ¿Tendrán mis nietos una congregación fiel en la cual crecer? ¡Amados, esto es serio! ¡Es la pregunta fundamental en nuestra generación! ¿Se transmitirá el camino del Señor a las generaciones siguientes, o morirá la fe con nosotros?

Es fácil sufrir de amnesia histórica. No se trata de que solamente “aquellos que no aprenden de los errores del pasado están condenados a repetirlos”. También se trata de perspectiva y humildad. En la historia bíblica, podemos ver nuestras tendencias y deficiencias a la luz de la verdad eterna.

¿Cuál es su recuerdo familiar? ¿Un diario de la Guerra Civil? ¿Un collar que las mujeres de la familia han usado por generaciones? ¿Qué acerca de la fe en Dios?

En algún punto, deberíamos darnos cuenta que no solamente guiamos a la generación delante de nosotros, sino a generaciones después de esta. Debemos predicar el Evangelio a toda criatura, no solamente geográficamente, sino a la próxima generación, a la siguiente, y a la siguiente.

¡Es difícil pensar en una responsabilidad mayor que ser los guardianes de las mismas almas de otros! “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2).

Si nuestra fe no fue trasmitida de una generación a la otra, ¿en qué punto se rompió el enlace, y quién lo rompió? Hay dos respuestas: A veces, algunos de nosotros que somos mayores fallamos en enseñar a la siguiente generación. A veces la siguiente generación recibe el mensaje de fe con inmadurez, escarnio y burla juvenil. Simplemente no aprecia aquello por lo cual otros han trabajado arduamente.

Como alguien que ahora es un hermano mayor en Cristo, le ruego: Por favor, no transforme a las iglesias de Cristo en una iglesia comunitaria donde se puede hacer “lo que se quiere”. Por favor, continúe apelando a la Biblia, y solamente a la Biblia, para su fe y práctica. Deseo fervientemente que los jóvenes desarrollen el hábito de involucrarse muy temprano en sus congregaciones. Si una adolescente es lo suficientemente madura, se le debería poner en una clase con una maestra mayor para que aprenda a enseñar. Cuando esté lista, puede enseñar esa clase mientras que la otra maestra observa. Se debería dar la oportunidad a los jóvenes de dar lecciones cortas. Después de todo, ¿a qué edad debería alguien aprender el hábito de la involucración en la iglesia? ¿A los 14? ¿A los 20? ¿A los 30? ¿A los 40? ¿Nunca?

Tenga en cuenta que, si un joven ha crecido en la iglesia, tiene más de 20 años y no se ha involucrado en las actividades de la iglesia, ¡ya ha desarrollado el hábito de apatía por algo de una década!

Los líderes de la iglesia deberían involucrar a los cristianos más jóvenes. Confírmeles; anímeles; rételes. La tarea de los cristianos jóvenes es crecer, estudiar y madurar, buscar sus talentos y luego pulirlos y desarrollarlos. Ellos deben estar conscientes de la presencia de santos maduros y ser “moldeables”—recibir humildemente la guía mayor. Recuerde a Roboam, quien escuchó el consejo inexperto de sus amigos jóvenes en vez del consejo de los líderes judíos más sabios (1 Reyes 12). Se requiere tiempo y carácter para llegar a ser un líder maduro en la iglesia. Como un roble, el tronco llega a ser duro y útil solamente después de mucho tiempo. ¡La iglesia necesita este tipo de personas!

Los jóvenes cristianos pueden beneficiarse al trabajar con alguien mayor y más sabio. Pienso que Jesús empleó este principio cuando llamó a 12 hombres a seguirle mientras viajaba (Marcos 3:13-14), y cuando les envió a involucrarse en el ministerio (Marcos 6:7). Piense por un momento: ¡Cuán asombroso es que estos hombres pasaran tres años con el más grande Maestro! ¡Esto fue mucho más que un entrenamiento universitario superior!

Frecuentemente se ha dicho que la iglesia está a una generación de desaparecer. Amados, todo lo que se requiere es que una generación en una línea larga de generaciones fracase en enseñar a la próxima. La pregunta más importante de nuestra generación es esta: ¿Habrá una iglesia centrada en Cristo, bíblica, fiel y evangelística en la próxima generación? ¿Tendrá hijos nuestra fe?

Referencia

[1] Walter Brueggemann (1988), Esperanza en la Historia [Hope Within History] (Louisville, KY: John Knox), p. 92.