Afilando Nuestra Relación

El matrimonio es una institución grandiosa que Dios estableció para nuestro bienestar emocional y físico. Abarca algunos de los gozos y bendiciones más grandes de la vida. Pero requiere esfuerzo. Involucra compromiso, sacrificio, madurez y amor bíblico verdadero. También involucra un compromiso en lidiar abiertamente y honestamente con nuestros problemas cuando estos surgen. Las parejas en general experimentarán problemas y deben estar dispuestas a reconocer estos problemas. Tristemente, muchas parejas no quieren reconocer sus problemas y rechazar lidiar con ellos en una manera constructiva y útil. Cuando esto pasa, las parejas se privan de la oportunidad de encontrar felicidad verdadera y crecimiento y desarrollo personal.

Lidiar con sus problemas maritales en una manera constructiva y saludable puede crear crecimiento real y promover cambio positivo en una relación. Como el escritor de Proverbios reveló, “Hierro con hierro se aguza, y así el hombre aguza el rostro de su amigo” (27:17). El esposo y la esposa también pueden “aguzarse” (afilarse) entre ellos debido al roce que ocurre cuando dos individuos buscan coexistir. Cuando alguien golpea dos pedazos de hierro entre los mismos, en la misma dirección y con la presión exacta, el resultado será un implemento agudo útil para el trabajo o la protección. Sin embargo, si se golpea los dos pedazos de hierro descuidadamente y sin precisión y ángulo, entonces el resultado es un artículo desafilado. En ambos escenarios hay una colisión y roce, pero solamente uno de ellos da como resultado algo agudo. De manera similar, si existe un conflicto en una relación y lidiamos con este adecuadamente, entonces podemos “afilar” nuestra relación y mejorarla.

Un elemento que a menudo distorsiona nuestra relación es el problema de la ira y el resentimiento. Aunque es cierto que la ira es una emoción humana natural, nunca se debe manifestar en una manera descontrolada o vengativa. Muchas veces la ira no es justificada, y muy pocas veces se manifiesta en una manera útil. Cuando la ira que se manifiesta ante un cónyuge es amarga, punitiva, hostil, feroz, indignante, antagónica, beligerante, humillante, degradante o física, perjudica al matrimonio. La ira también destruye la comunicación y es un obstáculo para resolver el conflicto. Según un autor, la ira debe manifestarse solamente cuando reúne las tres condiciones siguientes:

Se debe dirigir a algo malo y equivocado. Debe ser controlada, no una pasión descontrolada. No debe conllevar odio, malicia o resentimiento (Norman, 1995, p. 103).

En pocas situaciones la ira en la relación matrimonial reuniría este estándar. Ya que frecuentemente es difícil ver nuestros propios defectos, es fácil llegar a impacientarse y sentir ira al querer que todos se nivelen a nuestra “perfección”. Ya que es difícil admitir que se está equivocado, frecuentemente una persona puede llegar a airarse y actuar de manera irracional al defender su punto de vista. Dios condena este tipo de ira (Efesios 4:31). También considere los muchos pasajes que nos instruyen a retrasar la ira y tener cuidado de asociarnos con aquellas personas conocidas por su ira y hostilidad (Proverbios 14:29; 15:18; 20:2; 22:24-25; 29:11).

Al lidiar con la ira debe recordar lo siguiente: (1) Pregúntese lo que realmente está motivando su ira. ¿Es una ira justa ante lo que es pecaminoso, o es una ira ocasionada por sentimientos de incompetencia, celos, o simplemente porque no se le “hizo su gusto”? (2) Pregúntese si sus expectativas son demasiado grandes para otros. Tal vez el objeto de su ira necesita su compasión en vez de su ira. Los que estaban demandando el tiempo de Jesús recibieron Su compasión en vez de Su ira (Mateo 9:35-36). (3) Reemplace su ira por el perdón ante aquellos que le han herido en ignorancia. Recuerde que Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). (4) Recuerde que la ira a menudo engendra más ira. “La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu” (Proverbios 15:4). (5) Pregúntese si ha pensado en todos los aspectos de la situación antes de formular su opinión (Santiago 1:19-20). (6) Ore en cuanto a su ira y confiese sus faltas ante Dios. Este acto humilde de sumisión le ayudará a tener una perspectiva adecuada.

Cuando se controla la ira, entonces se puede controlar los problemas más adecuadamente. Ciertamente ocurrirán “roces”, pero si se controla la ira y los conflictos siguiendo el ejemplo de Jesús, entonces el resultado será un mejoramiento de la relación. Ciertamente se puede “afilar” el rostro de la relación, y se puede disfrutar la felicidad marital

Referencia

Norman, Wright (1995), Haciendo que Su Amor Dure Para Siempre [Making Your Love Last Forever] (Nueva York: International Press).